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La búsqueda de la luz en medio de las tinieblas

El escritor hablará hoy de Oriente Próximo en su conferencia 'Los horizontes ante el abismo'

En 1943, Ernesto Sábato abandonó de forma definitiva su trabajo como científico y como profesor en el Instituto de Física de La Plata para dedicarse por completo a la literatura. En Itinerario, el libro que publicó en 1969, reconocía que, aunque los avances de la ciencia le habían servido para superar a principios de los cuarenta una dolencia, sus conocimientos ya no le servían.

Sigue apuntando hacia la esperanza en estos tiempos de horror, guerra y desastre
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En 1943, Ernesto Sábato abandonó de forma definitiva su trabajo como científico y como profesor en el Instituto de Física de La Plata para dedicarse por completo a la literatura. En Itinerario, el libro que publicó en 1969, reconocía que, aunque los avances de la ciencia le habían servido para superar a principios de los cuarenta una dolencia, sus conocimientos ya no le servían. 'Eran un refugio en medio de la tormenta, pero nada más (aunque nada menos) que eso', escribió. Y explicaba: 'No sé si el espíritu de todos o de algunos pocos es así, pero el mío parece regirse por una alternativa entre la luz y las tinieblas, entre el orden y el desorden'.

Ese mismo año, el de 1943, Sábato se enfrascó en la redacción de su primer ensayo, Uno y el Universo, y ya en 1948 publicó su primera novela, El túnel. Fue el primer paso de una trayectoria que lo convertiría en lo que sigue siendo ahora, un punto de referencia dentro de la literatura escrita en español, y no sólo en español.

Han sido muy contados los casos de autores que abandonan un género cuando han alcanzado en él logros incuestionables. Uno de ellos es Ernesto Sábato. Su formación fue científica, pero a partir de un momento se zambulló en la literatura. Publicó tres novelas: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974). No hizo ninguna más, aunque es cierto que su escritura, la que no ha dejado de volcar en diferentes ensayos y textos de difícil clasificación, se puede leer con la intensidad con la que se leen sus textos de ficción pura. Uno y el Universo (1945), Hombres y engranajes (1951), Heterodoxia (1953), El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1987) o La resistencia (2000) son algunos de sus ensayos. En Antes del fin (1999) se embarcó en la tarea de contar su propia historia. Una historia en la que resuenan los problemas que agitaron a las gentes del siglo XX.

En buena medida, hay mucho en Sábato de lo que se entendió en aquellos tiempos del siglo XX como intelectual. O, lo que es lo mismo, que Sábato hizo de las palabras, y de su actitud, su posición pública y su propia moral, un arma -o cuando menos un testimonio- contra los poderes institucionales y el desorden de las injusticias. Mientras tanto, se sumergió en la literatura para contar lo que ya se viene sabiendo: que estamos solos y que nos vamos a morir.

Así las cosas, las palabras que hoy leerá Sábato despiertan una profunda expectación. Y es que su vida, sus libros y sus ideas consiguieron conectar, desde la segunda mitad del pasado siglo, con muchas de las inquietudes que, a pesar de cuanto ha pasado, siguen gravitando sobre la gente que habita en Occidente, y no sólo en Occidente. Son cuestiones que van de lo más íntimo a lo más público, ese tipo de complicados problemas -tan delicados- que se mueven en esa zona fronteriza en la que cualquiera se debate entre sus fidelidades más privadas y su proyección social.

Ahí está la obra de Sábato para mostrar esos temblores. Sus novelas son radiografías de las agitaciones que desencadenan el amor o la soledad, pero al mismo tiempo se las arreglan para dar cuenta de ese ruido de fondo que circulaba -y circula- por las gentes de nuestra época. ¿Cómo quitarse de encima estas agitaciones y esta angustia? ¿Cómo vencer la clausura de lo privado para torcerle el rumbo a las andanzas de un mundo injusto? De hecho, como se ha podido saber de una persona cercana al propio Sábato, el escritor volverá hoy a dar un paso al frente, como decía Argullol, como ha hecho en distintos momentos de su trayectoria. Lo hará para apoyar al pueblo palestino. Ernesto Sábato recordará la riqueza de la tradición del pueblo judío y su profunda influencia en la cultura occidental, pero al mismo tiempo mostrará su decidido apoyo a José Saramago, en la batalla personal que el premio Nobel portugués ha iniciado, para intentar que cesen las atrocidades que está cometiendo el Gobierno israelí contra el pueblo palestino.

Lo dijeron ayer sus colegas escritores, Sábato ha descendido en su obra al corazón del infierno y sabe mucho de las estrategias del mal. Pero, a pesar de todo e inasequible al desaliento, sigue apuntando hacia la esperanza, una especie en extinción en estos tiempos de horror, guerra y desastre.

Tal como ha sido su historia, es muy difícil que Sábato cambie de actitud. Para algunos, muchas de sus posturas, y de sus ideas, han tenido un tinte en exceso apocalíptico. Otros, sin embargo, siguen esperando de la voz de los escritores unas palabras que sirvan para vencer el miedo a pelear por un mundo mejor.

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