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Tribuna
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Estaciones para la cultura

La traslación de usos es uno de los rasgos técnicos de la condición posmoderna. Desde la década de 1970, las fábricas han pasado a ser museos, los antiguos palacios, sedes administrativas, proliferando los cambios de usos dentro de las formas. En los dos ejemplos a debate, el Mercat del Born y la estación de Francia, sucede lo mismo: un mercado y una estación que hace años están pendientes de una reforma que les otorgue una nueva vida.

El Mercat del Born ha esperado 30 años sin destino y diversos proyectos no realizados para decir, al fin, cuál quería que fuese su misión: museo de historia. El antiguo contenedor del arquitecto Josep Fontseré y del ingeniero Josep Maria Cornet ha demostrado que quiere ser paraguas de los restos arqueológicos. Por otra parte, la cercana estación de Francia sigue con un funcionamiento aletargado: estación de uso insuficiente, sede universitaria y algunos eventuales usos de ocio. Parece que reclama una función más contundente y la de Biblioteca Pública Provincial podría serlo.

Las transformaciones de espacios fabriles en centros culturales ha sido frecuente

Son muchos los ejemplos de antiguas estaciones que han tomado nuevos usos: escuelas, hoteles, centros comerciales o museos. El más próximo y conocido es el de la Gare d'Orsay en París, convertida en 1986 en el museo del siglo XIX según el proyecto dirigido por Gae Aulenti. Pero hay otros casos modélicos, como la inmensa estación de ferrocarril Júlio Prestes, en São Paulo, que sigue funcionando como tal y que en la parte del antiguo vestíbulo ha sido transformada en una gran sala de conciertos, según una intervención inaugurada en 1999 y realizada por el arquitecto Nelson Dupré, reconocida y premiada por su forma y por sus óptimos logros acústicos. Por otra parte, la antigua estación Mapocho, en el centro histórico de Santiago de Chile, ha sido reconvertida en centro cultural para exposiciones y encuentros a partir de un proyecto de destacados arquitectos chilenos: Montserrat Palmer, Teodoro Fernández, Rodrigo Pérez de Arce y Ramón López.

Incluso otra obra reciente, de éxito popular, la Tate Modern en Londres, de los suizos Herzog y De Meuron, centro de arte contemporáneo en una antigua central eléctrica, puede ser considerado ejemplo de un gran contenedor, una fábrica o una estación, transformado para usos culturales.

Son innumerables los ejemplos precedentes de antiguas estructuras fabriles que se han transformado para usos culturales; desde la Fábrica Fiat en Turín -el llamado Lingotto- o el conjunto industrial del Emscher Park en Alemania hasta la fábrica Aymerich, Amat i Jover, de Lluís Muncunill, en Terrassa, convertida en Museo de la Ciencia y la Técnica de Cataluña, o la Fàbrica Casaramona, recientemente inaugurada como centro cultural de La Caixa.

Por tanto, reconvertir el Mercat del Born en museo y centro de estudios y parte de la estación de Francia en biblioteca no sólo no es descabellado, sino técnicamente posible y conceptualmente avanzado. No olvidemos que uno de los dos autores de la frustrada reconversión del Born en biblioteca, Enric Sòria (el otro es Rafael Cáceres), planteó su proyecto de final de carrera en 1970 como estudio de los espacios del Mercat del Born para reconvertirlo en un centro de arte contemporáneo. Conocedor de la identidad diáfana del edificio, hace más de 30 años ya había planteado una museografía transparente y liviana para un utópico museo. Este museo ahora es posible, y los mismos autores del proyecto de biblioteca pueden reconvertirlo en museo del siglo XVIII. Si así sucede, surgiendo un museo imprevisto y realizándose sin demoras la biblioteca en la estación de Francia, Barcelona habría conseguido avanzar hacia el futuro siguiendo la lógica de su propia historia.

Sería, además, una prueba de la relatividad del tiempo. Treinta años después la ciudadanía constata el acierto que en el pasado tuvieron aquellos barceloneses que consiguieron conservar algo que los parisienses dilapidaron con el nuevo conjunto de Les Halles. Y el arquitecto Enric Sòria puede realizar lo que le ilusionaba cuando era estudiante. De esta manera, se habrá conseguido liberar al antiguo Mercat del Born de un uso tan poco adecuado como una biblioteca, con problemas técnicos difíciles de resolver como conservar la cubierta antigua y realizar otra debajo de muy poco grosor y peso, pero con capacidad para proteger de la lluvia, el frío y el ruido, o como situar toda la maquinaria de climatización de la biblioteca fuera del edificio, en una parcela de los pórticos de Fontseré. Y se habrá conseguido dar un uso más definitivo que permita conservar toda su espectacularidad a la gran estructura de la estación de Francia. Es difícil encontrar otra combinación que favorezca tanto a la arquitectura de la ciudad y a sus ciudadanos.

Josep Maria Montaner es catedrático de la Escuela de Arquitectura.

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