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Schröder y Fischer se enfrentan por la Alemania industrial

El canciller estudia una cartera europea para controlar las relaciones con la UE

La mayor acentuación de los intereses alemanes en materia de política europea, promovida en las últimas semanas por el canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, crea tensiones en el Gobierno en Berlín. Según informaciones filtradas a dos diarios alemanes, Schröder considera que el Ministerio de Exteriores dirigido por el verde Joschka Fischer no defiende con suficiente ahínco los intereses industriales de Alemania.

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Ante el trasfondo de la proyectada reforma del Consejo Europeo, fuentes de la cancillería están comenzando a airear propuestas para centralizar bajo su mando la política comunitaria o crear un nuevo Ministerio de Asuntos Europeos, después de las elecciones en septiembre.

Sin que Fischer diga esta boca es mía, la reivindicación del carácter industrial de Alemania en las últimas semanas se ha convertido en una idea fija de Schröder, quien así se lo hizo saber también al presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, en una reunión celebrada en vísperas de la cumbre de Barcelona. Fuentes del Gobierno subrayan que todo ello no equivale a una actitud contraria a una mayor integración y sostienen que Schröder considera que Bruselas desconoce los intereses alemanes en al menos seis temas, entre ellos la proyectada directiva de las ofertas públicas de adquisición (OPA), los planes para liberalizar el mercado automovilístico y la regulación de la industria química. Según lo acordado en Barcelona, Prodi y varios de sus comisarios viajarán próximamente a Berlín para debatir más a fondo estos asuntos. El que Schröder precisamente ahora haya descubierto la importancia de los intereses alemanes tiene que ver con motivaciones electorales, según alguien que lo conoce bien: posturas contrarias a los ímpetus liberalizadores de Bruselas y de capitales como Londres, Madrid y Roma sientan bien entre las bases sindicales de la socialdemocracia.

En esta misma línea, Schröder evalúa ahora si no sería mejor centralizar la política europea en la cancillería o en un nuevo ministerio, semejante al dirigido en Francia por Pierre Moscovici. De llevarse a cabo estos planes, el tradicionalmente más cauteloso y diplomático Ministerio de Exteriores se vería relegado a un segundo plano. Portavoces de Fischer han dado a entender ya su rechazo frontal a estas ideas, resaltando que los intereses alemanes tampoco salen mejor parados si el canciller interviene directamente en las decisiones, como hizo en el debate sobre el aviso que la Comisión pretendía dar a Alemania por acercarse peligrosamente al 3% de déficit público previsto en el Pacto de Estabilidad.

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