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Berlusconi amenaza con purgar a directores culturales en Londres, Berlín, París y Bruselas

Un portavoz de Exteriores les acusa de haber dado espacio a creadores de izquierda

El Gobierno italiano de centro-derecha está dispuesto a controlar con mano firme la cultura y a no permitir que su imagen se le vaya de las manos. Después de la Bienal de Venecia, le ha llegado el turno a los institutos de cultura italianos en el extranjero, dirigidos en muchos casos por prestigiosos intelectuales de izquierdas que no son del agrado del nuevo Ejecutivo. Entre los 10 directores que no verán renovados sus contratos figuran los de los institutos de Londres, París, Berlín y Bruselas, según declaraba ayer el subsecretario de Exteriores, Mario Baccini, a la prensa italiana.

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¿Su pecado? No haber promocionado una imagen positiva de Italia, y haber dado espacio, en cambio, a escritores críticos con el primer ministro, Silvio Berlusconi, o haber difundido películas 'antigubernamentales' sobre los incidentes del G-8 del pasado julio.

El caso más sonado ha sido el de Mario Fortunato, el escritor que dirige el centro cultural italiano en Londres. La noticia de que el nuevo Gobierno no pensaba renovar su contrato desató una ola de solidaridad entre intelectuales y escritores británicos e italianos. A favor de su permanencia en el cargo se manifestaron Umberto Eco, Harold Pinter, Salman Rushdie, Doris Lessing y Bernardo Bertolucci, entre otros, sin que su llamamiento haya dado resultado. Al contrario, la polémica suscitada en torno a Fortunato ha molestado profundamente al Gobierno Berlusconi, porque, según declaraba ayer al diario de Nápoles Il Mattino, Mario Baccini, 'son cosas que no favorecen a Italia'. Berlusconi, que desde enero concentra en sus manos los cargos de primer ministro y de ministro de Exteriores, ha declarado ya su disgusto por el funcionamiento de la diplomacia italiana y ha encargado a una empresa de consultoría un estudio sobre el entramado diplomático del país. Il Cavaliere, fundador de un floreciente imperio económico, quiere convertir a los embajadores en promotores del made in Italy. La cultura tiene también un papel en la venta del país, de ahí que no deba quedar fuera del control del ministerio.

El subsecretario Baccini confirma que el instituto de Londres no es el único rebelde a las 'exigencias político-culturales de la Italia de hoy'. También están a punto de recibir cartas de despido los titulares de los institutos de París, Bruselas y Berlín, culpables de haber dado espacio a una 'contestación' política que el centro-derecha no está dispuesto a tolerar. Al Gobierno Berlusconi no le ha gustado, por ejemplo, la reacción del instituto italiano de la capital francesa a las declaraciones de la ministra de Cultura, Catherine Tasca, en las que advertía de que Silvio Berlusconi no sería bien recibido en el Salón del Libro de París. Lejos de pedir explicaciones a Tasca, dice Baccini, el instituto 'ha favorecido la presencia en el Salón de autores que van contanto que la democracia italiana está en peligro'. Entre estos escritores figura en sitio destacado Antonio Tabucchi que, además, ha encontrado amplio espacio en el diario Le Monde, al igual que el premio Nobel Dario Fo y que el juez Giancarlo Castelli, autor de un libro cuya presentación en Bruselas dio paso a una nueva polémica sobre la justicia italiana.

En cuanto al centro de Berlín, 'ha permitido la proyección de un filme antigubernamental sobre los sucesos de la cumbre del G-8', añade Baccini. En la cumbre de los países más desarrollados, que se celebró en julio pasado, murió, alcanzado por los disparos de un carabiniere, un joven manifestante, y fueron detenidos y apaleados centenares de jóvenes del movimiento antiglobal internacional.

'Si lo que el Gobierno quiere es tomar posesión de estos institutos, después de haberse quedado también con la RAI [radiotelevisión pública], que lo haga', opina Lorenzo Carra, responsable de temas culturales de la Margarita, que forma parte de la coalición de centro-izquierda. 'Pero antes de tomar ninguna decisión al respecto', sugiere Carra, 'sería conveniente que meditara sobre cuál es la misión que deberían desempeñar estos centros culturales, si deben hacer publicidad de Forza Italia o hacer publicidad de Italia'.

Muchos por colocar

Carra no cree que la purga que prepara el Ejecutivo se deba sólo a cuestiones ideológicas. 'Creo que hay una demanda enorme de puestos en el Polo, hay mucha gente a la que colocar', comenta en tono sarcástico. Pero Baccini no bromea. En la entrevista en Il Mattino sostiene que las polémicas suscitadas 'no le hacen ningún bien a Italia'. Para empezar, recuerda que los llamamientos a favor de la permanencia de algunos de estos directores le han sido enviados a Berlusconi, quien 'no sigue directamente el asunto'. El subsecretario aclara además que no se trata de despidos. 'Los contratos de estos diez directores famosos, entre los que figura Fortunato, caducan a los dos años, y no existe la menor obligación de renovarlos. No son funcionarios que han ganado un concurso público, sino personas nombradas a tiempo determinado para rendir un servicio a Italia'. Y añade: 'Aunque es cierto que la renovación no se excluye, es cierto también que las exigencias político-culturales de Italia no son siempre las mismas'.

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