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Reportaje:

Abuso de niñas a cambio de galletas

Cientos de menores africanos denuncian violencia sexual por parte de empleados de ONG y fuerzas de paz de la ONU

Ana Carbajosa

'Cuando el hombre grande va a hacer el amor con una niña pequeña por dinero, se van a la casa y cierran la puerta. Cuando el hombre grande ha hecho su trabajo, le da a la niña pequeña dinero o un regalo'. Se trata de uno de los cientos de testimonios de menores refugiados recogidos por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados y la ONG británica Save the Children en Sierra Leona, Liberia y Guinea.

Los testimonios muestran hasta qué punto el abuso sexual por parte de trabajadores de ONG, tanto locales como occidentales, y de fuerzas de paz de Naciones Unidas, a cambio de alimentos y medicinas, se ha convertido en una práctica generalizada. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, declaró ayer estar 'conmocionado y preocupado por las noticias' y ordenó que las acusaciones se investiguen de forma inmediata.

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'Cuando mamá me mandó al río a lavar los platos, un casco azul me pidió que me desnudara para sacarme una foto. Cuando le pedí dinero me dijo que a los niños no se les daba dinero y me dio sólo una galleta', relata una de las refugiadas agredida. Las víctimas aseguran, además, que los trabajadores humanitarios no utilizan preservativos en sus prácticas sexuales.

Una mujer de un campo de refugiados en Guinea resume lo que a su juicio es una norma no escrita: 'En esta comunidad nadie puede tener acceso a la comida sin antes tener relaciones sexuales. Dicen 'un kilo por sexo'; si no tienes una esposa, una hermana o una hija para ofrecer a los trabajadores de las ONG, es difícil tener acceso a la ayuda. Si ves a una mujer llevando comida sobre la cabeza, ya sabes cómo la ha conseguido'.

Los bienes ofrecidos a cambio de los abusos sexuales van desde una galleta a medicamentos, pasando por buenas notas en la escuela, el transporte a la ciudad más cercana en coche y pequeñas cantidades de dinero. Según el contenido del informe adelantado por ACNUR, los cascos azules son los que mejor pagan, llegando a ofrecer hasta 300 dólares (unos 346 euros) a cambio de sexo. En ocasiones paga uno y todo un grupo abusa de la misma niña. Los abusos sexuales han elevado el número de embarazos no deseados, mientras el aborto sigue siendo ilegal en Guinea, Liberia y Sierra Leona.

Para ACNUR, es la pobreza y la falta de alimentos lo que obliga a las refugiadas a permitir el abuso sexual por parte de los trabajadores humanitarios, convirtiéndose la prostitución en el único modo de sobrevivir en los campos de refugiados. El problema no es nuevo.Ya en 1996 la ONU acusó a sus cascos azules de violar y entregar niñas a la prostitución en África. Pero, lejos de haberse solucionado, el problema parece haberse agravado. La agencia de la ONU argumenta, además, que el abuso sexual está muy arraigado entre los trabajadores locales. Muchos creen, incluso, que mantener relaciones con una niña virgen puede curar al agresor de una infección. Las familias de los menores les animan, y en ocasiones obligan, a tener relaciones sexuales con los cooperantes, conscientes de que es la única manera de acceder a la ayuda. Una refugiada de Liberia explica que si denuncian a los trabajadores humanitarios, 'se irán y nos quedaremos sin comida'. Las más afectadas son, sin embargo, las niñas huérfanas o las que viven sin sus familias en los campos de refugiados.

Peter Kessler, un portavoz de ACNUR en Ginebra, adelantó ayer a este diario que 'como medidas inmediatas, hemos decidido reforzar la seguridad en los campos, reemplazar a trabajadores por trabajadoras, y vamos a poner en marcha mecanismos para que los menores puedan denunciar las agresiones'.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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