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Crítica:ESTRENOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Palabra y utopía

Hay que agradecerle a Montxo Armendáriz y a Puy Oria, director y productora de ese espléndido, dolorido monumento a la memoria de la guerrilla antifranquista que es Silencio roto, que hayan ampliado el radio de su interés hasta llevarles a producir La guerrilla de la memoria, en la que Javier Corcuera, con el inestimable apoyo de una docena de veteranos militantes antifascistas, se permite convocar fantasmas tan quietos en estos tiempos que corren.

Es interesante, es moralmente esencial que esta película exista, más allá de las limitaciones a que su tema la condena. Y lo es porque, al igual que ocurría con el esfuerzo de Armendáriz, mucho le debe esta adormecida democracia nuestra a esos centenares, tal vez miles de hombres que, en condiciones dramáticas, malvivieron en los montes, se mimetizaron en las ciudades, algunos durante más de 20 años, para demostrar periódicamente al régimen franquista que los viejos ideales no estaban derrotados.

LA GUERRILLA DE LA MEMORIA

Dirección: Javier Corcuera. Intérpretes: Actores no profesionales. Género: documental de entrevistas, España, 2001. Duración: 85 minutos.

Tiene, pues, La guerrilla de la memoria la urgencia de lo necesario. Y tiene, también, un curioso carácter de síntoma: con la parquedad de su documentación visual de partida -no se conservan apenas fotos de guerrilleros, como no sean las de los periódicos de la época, cuando la Guardia Civil mataba a alguno, a veces en arteras emboscadas en las que sus uniformados se hacían pasar por lo que no eran-, pero también con su recordatorio de una pesada derrota, la película se erige en el mejor síntoma para entender el porqué apenas hay películas de ficción y, desde luego, prácticamente ningún documental, sobre un tema alrededor del cual existe una rica tradición historiográfica. Y hay algo más: de la película surge una indomable energía, la de quienes, ahora sólo desde la palabra, siguen postulando con su voz, con su presencia, con sus recuerdos, la insobornable necesidad de la utopía.

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