Los tontos y los asesinos
La guerra continuará mañana: en Irak, en Irán o en Corea del Norte, según Bush. O en otro sitio englobado como terrorista. El terrorismo es vasto, interminable y hambriento. 'El terrorismo realmente florece en áreas de pobreza, desesperación y desesperanza, donde la gente no ve futuro': es una frase de Colin Powell, secretario de Estado, general de cinco estrellas y negro (o sea, afroamericano), en el Times. No es original, pero sí interesante en quien ha matado un gran número de esas personas en la guerra del Golfo. Tiene incluso más mérito dicha por alguien cuyos bisabuelos llegaron desde África en peores condiciones que las de los talibanes. Desarrollando el tópico del general, las áreas de pobreza y desesperanza que se han multiplicado en Afganistán podrán dar origen a nuevos terrorismos: y la destrucción de Palestina, a la que está procediendo con la lentitud segura del asesino de masas Sharon (cuyos abuelos quizá estuvieron en los campos nazis), está también lanzando asesinos vengadores. Nunca hubo revoluciones en el mundo si no fue porque la muerte en la barricada es mejor que la agonía en la choza. Cómo luego eso se puede mezclar con tozudos fanáticos, y revestir de patriotismos o de ideales imaginarios, es una historia que vemos todos los días.
En las Antiglobalizaciones de estos días -Nueva York, Porto Alegre- se ve esa misma ideología de Powell, pero dicha en serio: la reconversión de las zonas desesperadas en sitios de vida posible sería un remedio. No cuadra con los anuncios de Bush de las nuevas batallas. Ni de las batallas aún sin sangre: probablemente Argentina no va a poder salir de la bolsa globalizadora que la está matando, a no ser que se convierta otra vez en colonia. Pero eso ahora no es fácil. Qué más quisiera África entera que ser colonizada otra vez; ahora son sus habitantes los que corren y nadan jugándose la vida para ser esclavos. Este descubrimiento de que se puede seguir explotando mano de obra y materia prima sin gastar en capataces ni generales se hizo en los años sesenta, cuando los tontos de la tierra nos desgañitábamos pidiendo la independencia para los países subdesarrollados. ¡Cómo no íbamos a conseguir lo que deseaban los imperios!
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