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Vitoria decide levantar su planta de residuos en el polígono de Júndiz

Al final, será el polígono industrial de Júndiz, en la periferia noroeste de Vitoria, el emplazamiento de la futura planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos, el destino que tendrá más del 90% de las basuras orgánicas generadas por los alaveses. El acuerdo se alcanzó ayer casi unánimemente por los mismos grupos municipales que hasta hace unos días defendían distintas ubicaciones para este equipamiento exigido por la Unión Europea.

El peligro de que no se tramitaran en plazo las ayudas comunitarias, que cubrirán el 80% de los 18 millones de euros que se prevé costará la planta, ha obligado a las formaciones políticas a acelerar su decisión en un asunto que había despertado numerosas quejas de los vecinos de las localidades que se podían ver afectadas por la planta. Nacionalistas e IU consideran Júndiz como la opción 'menos mala' ya que su apuesta por Araca se ha encontrado con la dificultad de negociar con el Ministerio de Defensa, dueño de los terrenos que lindan con el cuartel allí ubicado.

Las obras de construcción se iniciarán a mediados del próximo año y la intención de los responsables municipales es que la planta ocupe el menor espacio posible para evitar eventuales problemas de impacto en el entorno. La planta de compostaje (transforma la basura en abono y biogás) tratará la casi totalidad de los desechos urbanos orgánicos (quedan fuera pilas, vidrio, papel y envases o residuos tóxicos). De esta manera, sólo un 5% de la basura seguriá dirigiéndose al actual vertedero de Gardélegui cuando la nueva infraestructura arranque antes de 2006.

Su creación responde al plan integral de gestión de residuos al que se adhirió el Ayuntamiento de Vitoria siguiendo directrices de la UE, institución que a través de su Fondo de Cohesión subvencionará la mayor parte del coste del proyecto.

El responsable municipal de Medio Ambiente, José Antonio Pizarro, ha subrayado en todo momento que se tratará de una nave cerrada herméticamente sin emisiones al exterior, lo que no ha impedido reticencias por parte de ecologistas y vecinos.

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