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Reportaje:

Próximo objetivo, Mindanao

En la segunda fase de la guerra contra el terrorismo, 650 soldados de EE UU apoyan al Ejército filipino contra los rebeldes islámicos

Perseguir a terroristas en la isla filipina de Basilán es un extenuante juego al escondite para cualquiera, incluso para los soldados locales. Los 5.000 miembros del Ejército filipino que están en estos momentos en la isla buscan a los 80 últimos miembros del grupo islámico rebelde Abu Sayyaf (Portador de la Espada), que se encuentran huidos, fuertemente armados y con tres rehenes, en algún lugar dentro de una zona de 78 kilómetros cuadrados. Perseguir a los rebeldes en una jungla tan densa que ninguna luz atraviesa las copas de los árboles, entre riscos escarpados y, a menudo, envueltos en niebla, es como pelear dentro de un gran armario con las gafas de sol puestas.

Bienvenidos al nuevo frente en la guerra mundial contra el terror. La semana pasada empezaron a llegar tropas estadounidenses a la provincia meridional de Mindanao para participar en la búsqueda junto a los soldados filipinos, que llevan ocho meses dando batidas por la zona. En teoría, los 650 miembros de la infantería estadounidense, entre los que hay 160 soldados de las fuerzas especiales, van a asesorar a los soldados filipinos sobre métodos más eficaces para hallar y destruir a la gente de Abu Sayyaf, un grupo que, según las autoridades, está vinculado a la red Al Qaeda de Osama Bin Laden.

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En la práctica, parece probable que los estadounidenses, dotados de munición avanzada y autorizados a disparar exclusivamente en defensa propia, hagan de todo, salvo intervenir en ataques directos, para ayudar a librar a los filipinos de este azote.

Ahora bien, los objetivos esenciales de esta operación pueden ir más allá del destino de Abu Sayyaf. La presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, ha utilizado astutamente la amenaza del terrorismo para sacarle concesiones a Washington: ha obtenido, por ejemplo, cien millones de dólares en ayuda militar y suministros considerables para su disminuido arsenal. Su país había visto reducida en gran parte la ayuda militar desde que Manila cerró las dos bases estadounidenses más importantes del sur de Asia en 1991. La Administración Bush estaba deseosa de recuperar para su Ejército un punto de apoyo en la región.

En noviembre, cuando Arroyo visitó Washington, el presidente George W. Bush se ofreció a enviar tropas de combate para contribuir a la captura de Abu Sayyaf, a pesar de una cláusula en la Constitución filipina que prohíbe a los extranjeros luchar en el territorio nacional, pero gracias a un acuerdo sobre fuerzas visitantes, firmado en 1999, las tropas estadounidenses podrán participar en estos ejercicios militares bajo ciertas condiciones.

La amenaza terrorista más grave no procede, tal vez, tanto de Mindanao como de Manila, considerada como uno de los escondites de las células de Al Qaeda no detectadas y esparcidas por todo el sureste asiático. Durante varios meses, Manila dio cobijo a Ramzi Yousef, el cerebro en 1993 del atentado contra el World Trade Center. La semana pasada, la policía filipina detuvo a tres hombres sospechosos de conspirar con un grupo de Al Qaeda desarticulado recientemente en Singapur. Éstas y otras células durmientes, dispuestas a actuar contra Estados Unidos, y entrenadas y financiadas por Al Qaeda, podrían formar parte de una fraternidad regional del terrorismo, que actúa con el nombre de Yemaah Islamia y cuyo propósito es agrupar a renegados de Filipinas, Malaisia e Indonesia para construir un Estado islámico radical en el sur del mar de China.

El envío de soldados de infantería estadounidenses para ayudar a vencer a Abu Sayyaf privaría a dichas células de un territorio útil, pero no erradicaría el peligro internacional que representan. Para este último trabajo se precisa una operación encubierta. El FBI ha reforzado su oficina de Manila porque, en palabras de un responsable, 'la amenaza está en aumento', y preocupa la posibilidad de que haya asiáticos dispuestos a convertirse en terroristas suicidas ahora que la seguridad de los aeropuertos está centrada en los árabes. Y los 650 soldados recién llegados pueden proporcionar una cobertura para otros agentes secretos, por ejemplo de la CIA o de unidades paramilitares. 'Tal como hemos dicho siempre', explica un funcionario del Pentágono, 'en la guerra contra el terrorismo, lo que no se ve hacer es tan importante como lo que se ve'.

Por ahora, las acciones visibles van a estar dirigidas contra Abu Sayyaf, con los soldados norteamericanos unidos a las patrullas en la isla de Basilán. Aunque acuden en calidad de asesores, los estadounidenses participarán en misiones arriesgadas en pleno corazón de la selva.

'Salir a hacer patrullas es prácticamente como entrar en combate directo', dice Michael Vickers, un antiguos boina verde que trabaja ahora como analista en el Centro de Valoraciones Estratégicas y Presupuestarias de Washington. 'A veces, aunque uno intente mantenerse apartado de la lucha, se encuentra con que la lucha viene a él'.

La semana pasada, bajo el mando supremo del general de brigada Donald Wurster, jefe de todas las operaciones especiales en el Pacífico, fuerzas especiales del Ejército, apoyadas por comandos de otras ramas, empezaron a instalarse para una estancia de seis a 12 meses en un campamento situado en Mindanao, frente al estrecho brazo de mar que separa la isla de Basilán. Sus homólogos filipinos se han hecho cargo de los equipos suministrados por Estados Unidos, que incluyen un avión de carga tipo C-130 Hércules y ocho helicópteros Huey. Formalmente, la labor de la infantería estadounidense es adiestrar a 1.200 soldados filipinos en las últimas novedades en tácticas antiterroristas y técnicas para reunir información.

Las autoridades de Manila se quejan de que Abu Sayyaf haya logrado eludir la captura porque las fuerzas gubernamentales tienen muy pocas informaciones sobre el paradero del enemigo.

Los instructores de EE UU llevan consigo complejos sensores y dispositivos de rastreo para poder localizar al grupo. En particular, pretenden mejorar la capacidad del Ejército filipino de realizar marchas nocturnas. El Pentágono se niega a explicar qué otras acciones van a llevar a cabo sus soldados, pero tanto Vickers como diversas fuentes en Manila sospechan que las fuerzas especiales intentarán rescatar a los rehenes norteamericanos. Toda esta potencia de fuego parece un poco excesiva sólo para eliminar a un grupo en declive.

La semana pasada, algunos miembros de la Administración Bush aseguraban que es uno de los clanes islámicos terroristas más crueles y violentos del mundo. Pero en realidad, dice un asesor del Pentágono, 'se parecen más a las bandas callejeras que a Al Qaeda y los talibanes'. Arroyo ha dicho que, por lo que parece, Abu Sayyaf no conserva más que unos pocos 'vestigios de relación' con Al Qaeda.

El grupo cobró impulso en 1991 como rama de una organización musulmana de liberación que lucha por la creación de un Estado islámico desde que terminó la ocupación norteamericana de Filipinas, en 1946. El fundador de Abu Sayyaf, Abdurayak Janjalani, acudió a la llamada del nacionalismo musulmán y se unió a la yihad contra los soviéticos en Afganistán, donde conoció a Osama Bin Laden. Al terminar la guerra, Janjalani volvió a casa con sus nuevos conocimientos y un mensaje de rebelión islámica basada en la violencia que encontró eco entre parte del 5% de la minoría musulmana.

A partir de ahí, sin embargo, los lazos con Al Qaeda se hacen más tenues. Se dice que Abu Sayyaf financió sus primeras compras de armas a través de las turbias organizaciones de caridad de Mohamed Jamal Jalifa, cuñado de Bin Laden y residente en Filipinas. Jalifa estaba relacionado con otro agente de Bin Laden en Filipinas, Abdul Hakim Murad, que fue detenido en 1995 por conspirar para matar al papa Juan Pablo II y elaborar, en compañía de su compañero de casa Ramzi Yusef, planes para hacer estallar 12 aviones estadounidenses de forma simultánea. Pero Abu Sayyaf nunca llegó a formar parte de los grandes planes internacionales de Al Qaeda.

© Time

Manifestación de filipinos, el viernes, contra la presencia de tropas de EE UU en el país.
Manifestación de filipinos, el viernes, contra la presencia de tropas de EE UU en el país.AP

¿Por qué Filipinas?

Teniendo en cuenta que existen células de Al Qaeda en al menos 50 países, ¿por qué llevar la lucha a Filipinas? El secretario de Defensa de EE UU, Donald Rumsfeld, declaró la semana pasada a los periodistas que 'no caben dudas' de que el grupo Abu Sayyaf está vinculado a la red, pero la mayor parte de las autoridades de Manila lo consideran más una banda local de matones que una amenaza terrorista mundial. Su brutal historial de secuestros y decapitaciones, tanto de extranjeros como de filipinos (casi cien asesinados desde 1991), convierten a Abu Sayyaf en un blanco legítimo. El hecho de que este grupo mantenga como rehenes a los misioneros norteamericanos Martin y Gracia Burnham aumenta, según Rumsfeld, el interés de Washington. El Gobierno de George Bush no parece tener dudas: 'Si hace falta que vayamos a otros 15 países para ocuparnos del terrorismo, lo haremos', dicen. Es posible que Abu Sayyaf sea algo secundario, pero, si EE UU no está dispuesto a enfrentarse todavía a los países que apoyan el terrorismo, puede que, a falta de eso, las operaciones de este tipo sean la mejor forma de demostrar que la guerra no ha terminado.

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