El abismo entre la formación y el empleo
Un millón y medio de universitarios reciben conocimientos que no les servirán para encontrar trabajo
Hay una importante grieta que separa la formación y el empleo. Es un camino de transición que recorren casi todos los jóvenes españoles antes de acceder a su primer trabajo. En un estudio publicado recientemente por el Instituto Nacional de Estadística se refleja que la duración media de esa travesía es de dos años y medio. La pregunta ahora es ¿por qué?
María López, una granadina de 25 años, es una más de los 616.000 jóvenes -entre 16 y 24 años- en paro registrados en la última encuesta de población activa (EPA de 31 de diciembre de 2001) y que representan un 28,26% de los más de dos millones de personas sin empleo que hay en el país. Como la gran mayoría de los estudiantes españoles, María optó por los estudios universitarios -durante el curso 2000-2001 estaban matriculados 1.547.331, la cifra más alta de los países de la Unión Europea junto con Francia- y, tras superar la prueba de selectividad, empezó la carrera de Biológicas: 'Quería hacer Medicina, pero no me alcanzó la nota', explica.
Pero, cuando estaba estudiando Biológicas, se enteró de que las salidas laborales eran muy escasas y decidió incorporarse a una licenciatura de segundo ciclo denominada Ciencia y Tecnología de los Alimentos. 'Me dijeron que era una carrera nueva, algo mucho más específico y que, precisamente por eso, me resultaría más fácil colocarme después', cuenta. Pero cuando se convirtió en una tecnóloga de los alimentos, se encontró en la misma situación que otros tantos jóvenes licenciados: tan preparada como abocada al abismo, ese que separa la formación del empleo.
Sin instrumentos eficaces
'La oferta y la demanda no casan. Carecemos de instrumentos de medida eficaces y capaces de relacionar cualificación con empleo, lo que obliga a usar como referente los niveles de formación y establecer la relación nivel educativo-empleo', explica Paquita Arbizu, directora del Instituto Nacional de Cualificaciones (Incual), creado hace dos años y dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. 'Pero la realidad nos muestra que no es una cuestión de más formación, sino de formación más adecuada', indica.
Lorenzo Cachón, sociólogo del trabajo de la Universidad Complutense de Madrid y autor de numerosas publicaciones sobre el tema, cree que 'el grado de desajuste entre la formación y el empleo en España es notorio con respecto a otros países de la UE y es la principal causa de paro'.
Así que no se trata sólo de estar preparado, sino de estar preparado para algo. Parece de cajón, pero lo cierto es que no encaja y es ahora cuando el Incual está elaborando los llamados 'catálogos de cualificación', que pretenden establecer justamente esas correspondencias entre los saberes adquiridos y las distintas actividades de los sectores productivos.
A la salida del Centro de Orientación e Información de Empleo (COIE) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Noel Martínez, de 21 años y licenciado en Trabajo Social, resume la situación claramente: 'No se trata de falta de trabajo, que lo hay. Lo malo es que nunca es en lo que te interesa ni tampoco en las condiciones que te convienen. Y es por culpa de un mal enfoque en la formación. Durante la carrera no nos centramos en la profesión en sí. Lo habitual es hacer unas prácticas mínimas y cuando empiezas a trabajar ves que nada tiene que ver con lo que te enseñan en la Universidad'.
En el mismo sentido, Paquita Arbizu asegura que 'hay orientación educativa, pero no laboral y profesional. El reto es adecuar los intereses de los jóvenes a las expectativas reales de empleo. Ésa es una de las razones por las que determinadas carreras tienen un tope: no hay más plazas porque no hay expectativas reales y, en consonancia, tienen menos desempleo'.
Pero la desarticulación entre las dos partes, futuros empleados y empleadores, no termina ahí: 'Los directores de recursos humanos de las empresas muchas veces no saben qué profesional necesitan exactamente, no saben quién puede desempeñar mejor el trabajo. Puede que requieran a alguien que está ahí, pero si ni siquiera saben que existe esa cualificación, no la piden. Fallan los códigos', insiste Arbizu.
Esa falta de entendimiento y de conexiones claras es la principal causante del peregrinaje. 'Me he apuntado a múltiples bolsas de empleo que, en teoría, no me corresponden, pero es que aún no ha salido ninguna para mi especialidad', dice María, que lleva casi dos años en la carrera hacia el empleo, a la vez que participa en una investigación subvencionada por la UE para sacarse el doctorado. 'Los puestos que podríamos ocupar nosotros por cualificación están siendo ocupados por químicos industriales, farmacéuticos, veterinarios y técnicos de laboratorio de Formación Profesional. Pero así estamos, todos en el mismo saco', añade.
Pese a todo, las empresas, conscientes de que abunda la mano de obra con altos niveles de preparación, siguen pidiendo a gente muy formada, independientemente de la tarea que vayan a desempeñar. De ahí que la tasa de desempleo entre los jóvenes universatarios sea menor que la de aquéllos con titulaciones inferiores, salvo en la formación profesional, que, sin embargo, sigue siendo una opción minoritaria pero con mayores expectativas (ver gráfico de la página anterior). Además, un 25,5% de la población española sigue contando sólo con estudios primarios.
'El resultado es que te encuentras licenciados en Historia del Arte haciendo fotocopias en los departamentos de la Administración, o abogados que trabajan como administrativos. En definitiva, una sobrecualificación de los empleos en caso de encontrarlos', señala Arbizu. 'La pirámide de la población joven cualificada tendría más bien la forma de una vasija de base ancha -constituida por un montón de jóvenes con escasa cualificación-, cuello estrecho -que correspondería a los pocos estudiantes de Formación Profesional- y boca grande -que aglutinaría a los numerosos universitarios-', explica gráficamente.
En todo caso, España sigue siendo el país que tiene la tasa de empleo más baja de la UE entre los universitarios y las enseñanzas medias, según el estudio Empleo en Europa 2001. De hecho, sólo Italia y Grecia superan a España en desempleo juvenil entre 15 y 24 años. 'En España, el nivel de desempleo juvenil permanece muy por encima del total de la población, lo que indica problemas estructurales relacionados con la integración laboral de los jóvenes', recoge textualmente el mismo informe.
Por otro lado, el último estudio de la Fundación Universidad-Empresa revela que los llamados contratos en prácticas constituyen la modalidad preferida por el 80% de las empresas y que los salarios iniciales se sitúan entre 15.025 y 18.031 euros (2,5 y 3 millones de pesetas). Además, según la última memoria del Consejo Económico y Social (CES), en 1999, la tasa de temporalidad de los jóvenes entre 16 y 24 años era en España de un 70%, nada menos que 30 puntos por encima de la Unión Europea.
Gemma Torres, responsable de Formación para el Empleo de CC OO, asegura que 'las condiciones de acceso al empleo se han precarizado muchísimo. Han aumentado las jornadas de trabajo y ha disminuido el reparto del empleo. El sistema de producción privado no lo absorbe y la Administración pública tampoco'.
De este modo, señala Pilar Duque, responsable de Juventud de UGT, 'la inserción de los jóvenes se produce en el primer trabajo que encuentran. Inicialmente tienen unas perspectivas, pero, cuando llevan un tiempo buscando y no encuentran nada que se adecue a ellas, terminan aceptando lo primero que les ofrecen. Ahora bien, hay que dejar claro que el hecho de que no haya ofertas en un determinado sector no significa que no exista esa necesidad. O sea, que el hecho de que los médicos no encuentren trabajo no significa que no hagan falta más médicos, por ejemplo'.
Éste es un aspecto que destaca especialmente Lorenzo Cachón: 'En España hay un gran déficit de creación de empleo en servicios sociales, en comparación con otros países de la Unión Europea. Son especialmente llamativos los casos de Sanidad, Servicios Sociales y Educación. Al margen de la demanda del sector de producción privado, se pueden hacer otras previsiones y llevar a cabo políticas públicas de empleo, que reportan mayor bienestar social y generan empleo al mismo tiempo'.
Paliar el desajuste entre la formación y el empleo no parece una tarea fácil y menos aún inmediata, pero, al menos, se ha dado un primer paso: el mal está diagnosticado.
El caso de María supone el colmo de esta situación llevada hasta la paradoja: 'Actualmente recibo un curso de Metodología didáctica para impartir cursos de formación ocupacional a otros desempleados como yo. Genial, ¿no?'.
'De lo mío no hay nada'
La única vez que Cristina Rivero, de 31 años y con tres años de Económicas y una licenciatura de Historia del Arte, trabajó en algo relacionado con sus estudios fue de guía en la catedral de Venecia (Italia) durante los veranos. Desde que terminó la carrera lleva 'dos años de trabajos esporádicos', aunque la misma empresa de marketing le ha proporcionado ya varios contratos. Allí coincide con Lourdes Rubio, Elima López Triguero y Leyre Rodríguez. Todas desempeñan funciones que no tienen que ver con lo que estudiaron y algunas ya no piensan que eso vaya a cambiar. Elima, de 32 años, siguió los pasos habituales en la carrera de Derecho: hizo un master de asesoría de empresas y fue pasante en un bufete. Duró tres meses y medio. 'Era la chica para todo, pero sin cobrar y con un horario que no me permitía hacer otras cosas'. Su currículo incluye un mes de cajera de supermercado -'después de la prueba me dijeron que no daba el perfil'-, y llegó a prepararse oposiciones a auxiliar de Justicia. Su compañera Lourdes tiene 33 años y estudió educación infantil. Hizo prácticas y suplencias, y hasta intentó montar su propia escuela. 'Es difícil que vuelva a la enseñanza. He quemado todos los cartuchos y a mi edad tampoco me puedo arriesgar demasiado', confiesa. La queja de Leyre, de 25 años, periodista de formación y secretaria desde hace dos meses, es la presión social que existe por que los jóvenes estudien una carrera. A ella le ha costado hasta que le dieran este empleo: 'Piensan que te vas a ir en cuanto encuentres algo. Yo tuve que insistir en que de lo mío no hay nada'.
El empleado ideal
Ninguna licenciatura es determinante para encontrar empleo, aunque algunas tengan más posibilidades. Lo que realmente se valora son ciertos conocimientos y cualidades personales. Conocer un idioma -sobre todo inglés, que lo exige el 95,7% de las empresas, según un informe de la Fundación Universidad-Empresa-; saber manejar un ordenador, y especialmente usar Internet (valorado por un 93,6%); tener algo de experiencia, y más si se han hecho prácticas durante los estudios (65,3%), y tener disponibilidad para viajar (56,7%) son los requisitos fundamentales. Pero el candidato ideal para una empresa es también alguien que combina cualidades como responsabilidad, iniciativa, tenacidad, capacidad intelectual, creatividad, seguridad en sí mismo, lealtad, sinceridad, discreción y ética. A todo ello, las empresas suman la capacidad de trabajar en equipo, tener ganas de aprender, saber adaptarse e integrarse, intentar superarse, ser organizado, relacionarse socialmente y tener dotes de mando. 'Esto es tan importante que nos llegan a pedir licenciados de cualquier titulación, pero con estas características, porque lo que importa es que luego sean capaces de aprender el procedimiento de trabajo en la empresa', asegura Margarita Mateos, directora del Centro de Orientación e Información de Empleo de la Universidad Complutense de Madrid.
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