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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El buque fantasma

Un buque sin propietario, origen ni destino reconocidos surca las aguas políticas de Oriente Próximo. Comandos israelíes lo detuvieron hace unos días en el mar Rojo con 50 toneladas de armas que Jerusalén adjudica a alevosos consignatarios palestinos; el presidente Arafat se exalta ordenando una investigación oficial, con esa cara de dignidad ofendida que tanto practica últimamente, y Washington estudia circunspecto el caso, en esta última tentativa de echar más leña a un fuego que ya escasamente lo necesita.

Una de las ironías de la situación es que se suele tratar a la Autoridad Palestina como al Ejecutivo de un Estado normalizado, donde la mano derecha debe saber siempre qué hace la izquierda. Y no es así en absoluto. Es más que verosímil que las armas tuvieran un destino palestino, porque si no, ¿a dónde iban a ir? Pero es igual de posible que en el parcheado de poderes que se agitan en la zona, Arafat y su minúscula Autoridad no tuvieran que ver con el envío. Destinatarios posibles los hay a barullo entre los terrorismos que operan en la zona, como el de Hamás, que ayer mató a cuatro soldados israelíes de origen árabe.

Si hubiera una voluntad de reemprender las negociaciones -y por parte de Arafat es evidente que la hay, aunque sea por miedo-, la paralización del cargamento no debería ser motivo para impedir que éstas se celebren. Para el primer ministro israelí, Ariel Sharon, en cambio, la repetida duplicidad del líder palestino es, como de ordinario, un motivo más para negarse a volver a la mesa de negociaciones.

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Es cierto que el Gobierno israelí no carece de razones para criticar el comportamiento del rais palestino y su facilidad para tirar la piedra y esconder la mano, pero se pasa gravemente en sus acusaciones contra el otro ocupante de la tierra. Con Europa, ello ya le ha acarreado algunos sinsabores; con Estados Unidos, ya se sabe que es mucho más difícil, pero también ha habido momentos claros de exasperación en Washington. Lo que tendría que hacer la diplomacia estadounidense es presionar para que las partes hablen de nuevo. Si la Autoridad Palestina es tratada como un Estado, que los blindados israelíes recorren con su violencia habitual como si contara con medios estatales de Defensa, no cabe que unas armas que no han llegado a su destino derroten las mínimas esperanzas de paz que puedan existir todavía.

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