Duhalde: 'Argentina está quebrada'
El nuevo presidente cambia el tono de su efímero predecesor y busca la sobriedad y el consenso
La marcha peronista fue reemplazada por el himno nacional; la euforia, por una media sonrisa, parecida a una mueca, y los anuncios populistas, por el reconocimiento de la realidad. 'Argentina está quebrada, Argentina está fundida', dijo en su discurso inaugural el nuevo presidente, Eduardo Alberto Duhalde, un abogado laboralista de 60 años, senador y gobernador durante dos mandatos de la provincia de Buenos Aires, que juró el cargo ante la Asamblea Legislativa, el pleno del Congreso, en la medianoche del martes, y recibió ayer los atributos del mando en la Casa Rosada, la sede del Gobierno. El nuevo Gabinete será confirmado hoy, tras consultas con los partidos, la Iglesia, empresarios, sindicatos y las organizaciones sociales más representativas.
'No hay nada que celebrar ni aplaudir', dijo el propio Duhalde. El caudillo peronista de la provincia de Buenos Aires se convierte en el quinto presidente argentino que pasa por el cargo en los últimos 13 días, y se espera que complete el mandato presidencial hasta diciembre de 2003, interrumpido el pasado 21 de diciembre tras la dimisión del radical Fernando de la Rúa.
Desde aquel día, al dimitido De la Rúa le sucedieron el presidente provisional del Senado, Ramón Puerta; el presidente provisional Adolfo Rodríguez Saá, elegido por el pleno del Congreso, que aguantó una semana, hasta que la mayoría de los gobernadores peronistas le restó su apoyo; siguió el presidente de la Cámara de los Diputados, Eduardo Camaño, tercero en la línea de sucesión y presidente en funciones tras la inesperada renuncia de Ramón Puerta a la presidencia provisional del Senado.
Al fin, Camaño, tras un interinado de dos días entre el fin de un año y el comienzo de 2002, entregó bastón y banda presidencial a Duhalde. El nuevo Gobierno se propone alcanzar, según adelantó el presidente, tres objetivos básicos: 'Reconstruir la autoridad política e institucional, garantizar la paz social y sentar las bases para el cambio del modelo económico y social'.
El propio Duhalde tejió con paciencia la red de consenso para sostener su candidatura y logró el máximo aval parlamentario posible de la oposición, además del de su propio Partido Justicialista ( PJ, peronista). El pleno del Congreso aprobó su designación por 262 votos a favor contra 21 en contra y 18 abstenciones. El acuerdo logrado con los representantes de todas las líneas peronistas quedó ratificado de forma expresa en el discurso inaugural. Duhalde se comprometió a cumplir su mandato y a no presentarse a la reelección: 'La responsabilidad en el ejercicio de un gobierno de transición es incompatible con la pretensión de competir por una candidatura presidencial en el año 2003'.
En el colmado Salón Blanco de la Casa Rosada destacaba la presencia del ex presidente Raúl Alfonsín, líder del radicalismo, del jefe del Gobierno autónomo de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, máximo responsable del Frente del País Solidario (Frepaso), integrante de la Alianza con el radicalismo que llevó al poder a De la Rúa, y era estruendosa la ausencia del ex presidente Carlos Menem, que permanece refugiado en su provincia de La Rioja. A pesar del apoyo de los menemistas en el Parlamento, entre ellos el del senador Eduardo Menem, hermano de Carlos, y de Adrián Menem, sobrino del ex presidente, la reconciliación entre el jefe formal de la ejecutiva del PJ y del nuevo presidente, que retiene a su vez el control del Congreso, máximo órgano de dirección del PJ, parece imposible. En la intimidad, Duhalde considera a Menem 'un traidor irrecuperable'.
A cambio de renunciar a la candidatura para las presidenciales de 2003, Duhalde ha recibido el apoyo de los líderes peronistas ya lanzados, que reclamaban la convocatoria a las elecciones previstas para el próximo 3 de marzo, entre ellos los gobernadores de la poderosa Córdoba, José Manuel de la Sota, y de la patagónica Santa Cruz, Néstor Kirchner. Derrotado en las presidenciales de 1999 por De la Rúa, cuando el ex presidente Menem, el peronista a quien se suponía debía heredar, se convirtió en su mayor opositor y se desnudaron entonces las abismales diferencias ideológicas entre ambos, Duhalde recibe ahora la presidencia con la que soñaba, tras una serie de carambolas y sin estar preparado para ello. Por eso decidió primero consultar con todos los partidos y acordar con ellos un plan de gobierno. Después propondrá para su aprobación un gabinete con figuras destacadas de otros partidos y dejó para mañana el anuncio del plan económico con definiciones que todo el mundo espera.
Duhalde anticipó la devaluación del peso, que mantenía una virtual paridad con el dólar. Según Duhalde, 'van a ser respetadas las monedas en que hicieron originariamente sus depósitos: el que depositó dólares recibirá dólares, y el que depositó pesos, pesos'. Pero no explicó cuándo ni cómo. El discurso y los gestos, sin dejar de ser populistas, son ahora más prudentes. La marcha del partido, aquella en la que 'los muchachos peronistas', todos unidos, supuestamente triunfarán, y en la que se elogia 'el combate al capital', fue reemplazada, a petición de Duhalde, por el himno nacional argentino, entonado ya dos veces en 12 horas. Advertido quizá de que la descripción de la realidad no dejaba entrar un rayo de luz por ningún sitio y necesitado de la fe y la confianza de los ciudadanos, el presidente se reservó un módico optimismo para las dos líneas finales de su discurso: 'No lo duden ni un instante, Argentina tiene futuro'.
El índice Merval de acciones líderes de la Bolsa de Buenos Aires, informa Efe, subía el 5,82%, en la apertura de la jornada de hoy, que se demoró dos horas, hasta que se autorizaron operaciones con dólares. Los agentes bursátiles coinciden en que hay una fuerte presión a la compra de acciones líderes, cuyos precios son atractivos y el mercado es un refugio en espera del plan económico del nuevo Gobierno.
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