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Tribuna
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Un domingo cualquiera

Digamos, el domingo 2 de diciembre. Voy volando sobre la pampa argentina. Me asombran, como la primera vez que las vi a los quince años de edad, la extensión de las fértiles llanuras, su riqueza productiva, capaz de alimentar a la Argentina y, como lo hizo al terminar la Segunda Guerra Mundial a Europa. Sus inmensos ríos, largos, profundos, navegables. Comparo esta prodigalidad de la naturaleza argentina con la mezquindad de la mexicana, nuestra abrupta orografía, nuestra selvas y nuestros desiertos, los escasos bolsillos de fertilidad agrícola, el agua que falta y el agua que se acaba, la erosión... Y me pregunto, ¿qué han hecho los argentinos de la Argentina? ¿Por qué teniéndolo todo, han acabado sin nada? Este domingo, el retiro masivo de cuentas bancarias ha obligado a cerrar los dispensadores automáticos y a limitar a mil dólares por mes los retiros de una moneda nacional equivalente a la norteamericana. ¿Cómo es posible que uno de los países más ricos del mundo esté al borde de la quiebra?

Vuelo al norte. La buena fe del gobierno colombiano de Andrés Pastrana es burlada por la mala fe de la diabólica unión de guerrilla y narcotráfico. Los rebeldes se mofan del gobierno, establecen su propia ley en la mitad del territorio, secuestran, asesinan, trafican y preparan, en las actuales condiciones mundiales, el más trágico de los desenlaces para Colombia y para Latinoamérica: la ocupación de un país declarado ingobernable por las fuerzas armadas de los EE UU de América, en nombre de su propia seguridad y del combate al crimen organizado. Y si no es así, las presiones lanzan al ganador de la siguiente elección presidencial, agotadas las providencias de la paz, a la guerra total, sin cuartel.

Lloramos por Colombia. Dan ganas de reír en Venezuela. Un personaje de opereta, reminiscente de todas las novelas del realismo mágico, se arropa en la figura de Bolívar para arrogarse crecientes poderes autoritarios. En el colmo de su teatralidad bufa, Hugo Chávez le escribe cariñosamente a un terrorista notorio, el 'Ciudadano' Ilich Ramírez Sánchez, alias 'Carlos', una carta de amor cuya cursilería resulta, a la vez, antológica y reveladora. Botón de muestra: 'El Libertador Simón Bolívar, cuyas teorías y praxis informan la doctrina que fundamenta nuestra revolución, en esfíngica invocación a Dios dejó caer esta frase preludial de su desaparición física: ¿Cómo podré salir yo de este laberinto?'. García Márquez convirtió la frase de Bolívar en una gran novela. Chávez la rebaja a la sátira barata. ¿Qué puede esperarse de un presidente que se atreve a decir 'esfíngica invocación' y 'frase preludial'? Que su cabeza es un basurero. Y que a Venezuela le esperan muy malos momentos.

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México, comparativamente, sale bien librado. Pero sólo comparativamente. El bono democrático de Vicente Fox se agota rápidamente y si hasta hace poco nuestro presidente compensaba su mala prensa interna con buena prensa internacional, a un año de su toma de poder la evaluación externa se vuelve negativa. En perpetua campaña de relaciones públicas, a Fox le llegó el tiempo de sentarse a gobernar, depurar y controlar a su gabinete, nombrar a un chief of staff que le ordene las prioridades y le facilite las operaciones. No le bastará volver la cara acusatoria al pasado sólo porque no tiene rostro satisfactorio para el futuro.

Si a principio del año 2001 México era prioridad número uno de los EE UU (Bush dixit) hoy ni siquiera figura en la pantalla de radar de Washington. La guerra en Afganistán llena de satisfacción a la Casa Blanca: la operación contra el Talibán ha sido efectiva y rauda. Pero ahora estalla la paz. Por una parte, como en América Central en los ochenta, los EE UU son muy propensos a prometer el cielo mientras libran sus guerras y a dejar un olvidado infierno detrás, cuando siente que las ganan. Afganistán no se reconstruirá solo. Necesitará ayuda internacional masiva. Requerirá extraordinaria inteligencia política para coordinar a las facciones victoriosas pero enconadamente rivales, se necesitará la presencia de Europa, de la ONU, de la comunidad internacional toda...

Nada indica que el gobierno de Washington esté pensando seriamente en estos problemas. Y es que si Bush, en contra de lo que prometió en campaña, no ha podido aislarse de la intervención norteamericana en el extranjero, sí mantiene alta la bandera del unilateralismo de su país. El terrorismo lo obligó a abandonar el aislacionismo, pero no el unilateralismo. 'Dejarme solo', como los matadores.

Uno de los peores datos de este mal domingo que voy evocando es que cuatro de cada cinco norteamericanos aprueban las medidas anticonstitucionales emprendidas por el fiscal general, John Ashcroft, para combatir al terrorismo dentro de los EE UU mediante actos terroristas contra las libertades que serían la razón de ser de los propios EE UU. Tribunales militares secretos, abolición de jurados, procesos conducidos por oficiales de las fuerzas armadas, incomunicación del acusado con sus abogados, presunción de culpabilidad a priori, exclusión del derecho a apelar sentencias... Ashcroft está creando un régimen de delación: el que denuncia será compensado con fuertes primas en metálico. El macartismo enseña su diabólica cola, el racismo antimigratorio su cavernaria cabeza. El Procurador Ashcroft se justifica: 'Yo mismo soy descendiente de inmigrantes'. Valiente excusa: ¿Quién, en el continente americano, no es descendiente de inmigrantes? Incluso los aztecas y los navajos llegaron de otra parte.

El júbilo guerrero de los EE UU los impulsa desde ahora a la siguiente acción militar. Un crescendo de voces internas claman por la destrucción militar de Iraq y el régimen del siniestro Sadam Husein. Que siempre fue siniestro, como lo fue Bin Laden. Ambos, criaturas de la diplomacia norteamericana. Husein, para servir a Washington contra el Irán de los ayatolas. Bin Laden, para ayudar a los EE UU contra la ocupación soviética de Afganistán. Como el doctor Frankenstein, los EE UU crean a sus propios monstruos. En vano advertirá Europa contra una aventura en Iraq cuando los fuegos de Afganistán ni siquiera son ceniza. Los kurdos del norte se lanzarán contra Bagdad. Pero el aliado norteamericano, Turquía, lo quiere todo menos la vecindad del enemigo kurdo. El islam entero, de

Argelia a Indonesia, le restará el apoyo que hoy pueda darle a Washington si la guerra se extiende de una acción antiterrorista a una guerra formal contra un Estado musulmán. Rusia, con claros intereses y magnificada presencia en la región, obrará maquiavélicamente (¿han visto la mirada de Putin?) contra los EE UU.

Mientras tanto, crecerá la llaga por donde sangra todo el problema del Oriente Medio: el conflicto entre Israel y Palestina y la jefatura de dos hombres igualmente dañinos, uno por su belicosidad ciega (Ariel Sharon), otro por su debilidad corrupta (Yasir Arafat). La violencia de uno alimenta la violencia del otro y se aleja, acaso con premeditación, la única manera de obtener la paz. Nuevos liderazgos, jóvenes, ilustrados y conscientes de que la justicia y la historia exigen un Estado de Israel y un Estado Palestino viviendo lado a lado, con territorios definidos, recursos propios y respeto mutuo.

Y en el fondo de todo, el gran desafío irresuelto de una humanidad que tiene, como nunca en la historia, los medios para resolver la situación de hambre, enfermedad e ignorancia de tres mil millones de seres -la mitad del planeta- y se niega a tomar las medidas que, a corto y a largo plazo, desvanecerían los motivos de alarma, confrontación, terror y error que evoca este domingo.

Quienes nos iremos más pronto que tarde de la vida, no dejamos atrás un mundo mejor al que conocimos de jóvenes. Dan ganas de dar gracias: ya no veremos lo peor. Dan ganas de dar pena: qué triste es ser joven en un mundo como éste. Pero qué desafiante, qué creativo, qué imaginativo también, ser joven, ser viejo y seguir siendo humano.

Carlos Fuentes es escritor mexicano.

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