Hacer el juego
'Para aquellos que asustan a los pacíficos con fantasmas de la libertad perdida, mi mensaje es que su táctica sólo ayuda a los terroristas'. Es frase del fiscal general de Estados Unidos (cuidado con los fiscales generales), que aplica un lugar común de la política de poder. 'Hacer el juego' se decía en España cuando el tema era el anticomunismo. Todo aquel que se resistía a medidas o persecuciones 'hacía el juego' al comunismo, y cuando no había posibilidad de acusarle directamente, se le llamaba 'criptocomunista', o 'compañero de viaje', 'comunistoide'. No hay que inventar cosas nuevas: la sustitución del terrorismo por el muerto comunismo se hace con el mismo viejo arsenal de palabras. Aquí lo hemos visto frente al terrorismo vasco. Consiste en colocar bajo sospecha a todo aquel que encuentre mal las medidas de un poder que tiende a ser absoluto: y se paga caro. La aplicación en Estados Unidos de medidas bárbaras, como los tribunales militares que juzguen en barcos de guerra a sospechosos que no podrán tener abogado, está produciendo toda clase de protestas, como el internamiento de 'extranjeros' -islámicos con mala pinta: aquí hubo también detenciones por 'mala pinta'- en campos que no se llaman de concentración pero lo son, están expresándose en defensa de unas libertades continuamente amenazadas: los que lo hacen así no están expresando ideas o sentimientos, sino una 'táctica', según el fiscal; y ayudando a los terroristas. Pienso que cuando vino Aznar de su visita a Bush y su recorrido por los centros patéticos de Nueva York y Washington llegó impregnado, y soltó sus exabruptos contra todos en unos minutos desagradables. Es un hombre peligroso en materia de libertades, y si todo poder tiende al absolutismo, el suyo lo va siendo en la práctica. No está lejos de decir que la visita de Zapatero a Marruecos hace el juego del enemigo; encuentra eufemismos que quieren decir lo mismo. Él y su tribu están haciendo una España fastidiosa y obsesiva, donde nos miramos con desconfianza. Los cinco o seis puntos fijos de la gobernación de Aznar, basados en más prohibiciones, más amenazas, más restricciones, siguen el modelo Bush en un país donde el terrorismo está delimitado, y es concreto, conocido y repudiado. No hacen falta sospechas vagas.
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