V. S. Naipaul se reconoce como un escritor fuera de todo sistema y fiel a la intuición
El Nobel de Literatura recorre su trayectoria literaria en su discurso ante la Academia Sueca
En el tradicional discurso que los galardonados con el Premio Nobel de Literatura pronuncian ante la Academia Sueca, V. S. Naipaul se refirió ayer a los dos mundos que han marcado su vida y su obra. El de su infancia, en la pequeña localidad de Chaguanas, en Trinidad, y el que ha recorrido después, enriquecido por los numerosos viajes que le proporcionaron las vivencias que quedarían reflejadas en sus obras. Naipaul, el escritor sin raíces, recorrió su trayectoria literaria, en la que sólo se ha guiado 'por la intuición', y se situó fuera de cualquier sistema literario o político.
Tuvieron que pasar más de treinta años, después de haber vivido dieciséis en el Reino Unido y de encontrarse escribiendo su noveno libro, para que V. S. Naipaul, nacido en 1932 en la isla caribeña de Trinidad, de padres hindúes y británico de nacionalidad, pudiera saber más sobre su pueblo natal, Chaguanas. Se enfrentó entonces a una suerte de mirada histórica con el propósito de recrear el mundo de su infancia. Buscó en los archivos españoles del Museo Británico los documentos sobre su lugar de origen. Allí encontró Naipaul la historia sobre la enloquecida busca de El Dorado. Y contó cómo los españoles no olvidaron fácilmente el episodio. En el Museo Británico, Naipaul supo de una carta del rey de España al gobernador de Trinidad, fechada en octubre de 1625, en la que le solicitaba información sobre una población india llamada Chaguanas, que, según se decía, tenía una población de más de mil personas y una reputación no muy limpia, pues, según decía la carta, había guiado a los ingleses para su conquista.
Grabado en la memoria
Naipaul no encontró otros documentos que aclararan la actitud asumida por el gobernador ni otras informaciones sobre el pueblo chaguanés, pero el episodio se grabó en su memoria. El escritor recordó en su discurso los años de su infancia, su comienzo en la escuela, la calle principal que recorría de regreso hacia la casa de su abuela y el par de negocios que había en los alrededores, un café chino y una fábrica portuguesa de jabón, de la que salía el perfume que se expandía por el aire, según su propio relato.
Cuando era niño, siguió narrando Naipaul, había tenido la impresión de habitar dos mundos diferentes, el mundo de afuera y el de la casa de su abuela. 'En Trinidad, donde nosotros éramos un grupo social desfavorecido, este aislamiento funcionaba como una especie de protección que nos permitía, justo entonces y sólo entonces, vivir según nuestras propias reglas, vivir en nuestra empalidecida India. Esto creaba un curioso proceso de introspección. Nos dirigíamos hacia adentro y vivíamos nuestra propia vida. El mundo exterior sólo existía en una especie de oscuridad y no nos preguntamos demasiado sobre él'.
Esa posición mental permaneció mucho tiempo en las vivencias del escritor. Naipaul evocó sus primeras lecturas: los cuentos de Andersen o Moliére. Cuando comenzó su carrera literaria escribió sobre sus vivencias infantiles. Más adelante abordaría otros temas: el Nuevo Mundo, la colonia, la India, el mundo musulmán, África o el Reino Unido, donde se estableció y trabajó. Se considera la suma de sus libros que, dijo, se apoyan mutuamente.
Naipaul afirmó que es un escritor intuitivo, que nunca tuvo un plan predeterminado. Algo, por otra parte, que le ha ocurrido en todas las circunstancias de su vida. 'Yo no he seguido nunca un sistema, he trabajado siempre intuitivamente'. 'Mi meta en cada uno de mis libros ha sido el escribir algo fácil de leer e interesante'. 'En cada caso particular, sólo he trabajado desde el punto de partida de mis propios conocimientos, de mi propia comprensión del mundo que se desarrollaba en cada libro'.
El escritor contó que cuando comenzó a escribir no tenía la menor idea del camino que se abría ante él y que lo único que tenía claro es que quería hacer un libro. Vivía entonces en el Reino Unido, donde se quedó después de finalizar sus estudios universitarios, y tenía la sensación de que su experiencia era insuficiente. No encontró en ese momento ningún libro que tuviera alguna relación con su pasado, que es algo que fácilmente hubiera tenido a mano cualquier joven inglés o francés que intentara iniciarse en la literatura. Cualquiera de ellos podía encontrar muchos modelos para ello. Naipaul no tenía ninguno.
'Los relatos de mi padre sobre nuestra comunidad india pertenecían al pasado. Mi mundo, en cambio, era totalmente distinto, más urbano, más mezclado. Los simples detalles físicos que impregnaban la caótica vida de nuestra gran familia me resultaban imposibles de manejar'. Y añadió: 'Había demasiadas cosas que yo mismo desconocía sobre nuestro pasado e historia'.
No enredarse en el pasado
Finalmente, el escritor tuvo la idea de comenzar con una calle de Puerto España, donde se había mudado su familia desde Chaguanas. Fue sobre esa vida callejera sobre la que comenzó a escribir, tratando de simplificar para no enredarse en su propio pasado. Le inquietaba que el material que estaba utilizando no sirviera para mucho, pero después las ideas comenzaron a fluir desde diversas direcciones, los relatos se volvieron cada vez más completos y así la inspiración impregnó su quehacer. Consiguió terminar un libro y descubrió, ante sus propios ojos, que se había vuelto escritor.
La obra y la vida
V. S. Naipaul inició su discurso ante la Academia Sueca señalando que se encontraba en una circunstancia inusual ya que, según dejó caer, 'cuando se me ha solicitado para dar una charla, he contestado que no tengo nada que decir'.
'Puede parecer extraño', dijo, 'que un hombre que durante casi cincuenta años se ha dedicado a las palabras, sentimientos e ideas, no pueda tener una parte de sus pensamientos de los que desprenderse'. 'Pero cuando se trata de mí', agregó, 'siempre hay algo de valor en mis libros'.
Naipaul aludió a maestros suyos, como el novelista francés Marcel Proust, de quien observó que había descrito muy acertadamente la diferencia entre el escritor como tal y el escritor como ser social. 'Pretender iluminar la creación literaria de un autor desde el punto de partida de su vida personal puede ser un método engañoso, puede parecer poco escrupuloso', comentó.
'Pero Proust argumenta muy convincentemente contra esa tesis. Un libro es el producto de ese otro yo que se manifiesta en nuestras costumbres, nuestra vida social y nuestros lastres. Y sólo podemos comprender ese yo especial si investigamos nuestro interior'.
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