Rusia quiere voz en la OTAN
Putin renuncia al derecho de veto y opta por participar en la toma de decisiones de la Alianza
Tras el 11 de septiembre, la política exterior rusa se define más por la afirmación que por la negación. En sus relaciones con Estados Unidos y la OTAN, Moscú tiene más interés en participar -en pie de igualdad y de forma estable- en la toma de decisiones políticas y militares importantes que en recurrir al veto para defender intereses nacionales limitados o en recibir premios de consolación por buen comportamiento.
Para Putin, compartir las decisiones de influencia global es mucho más relevante que los compromisos parciales de ámbito limitado que, sin embargo, tratan a Rusia como un factor marginal en las decisiones estratégicas occidentales sobre el futuro.
Esta nueva lógica del Kremlin -con la que ha topado el secretario general de la OTAN, George Robertson, durante su reciente visita a Moscú- no ha sido interiorizada aún del todo ni por la clase política rusa ni por la institución militar, que, en gran parte, siguen utilizando argumentos convencionales para oponerse a la ampliación de la OTAN. Sin embargo, la nueva melodía existe y es perceptible, entre otras, en el flujo de información oficial, tanto si se trata de propaganda como si tiene más serias implicaciones.
La nueva lógica del Kremlin no ha sido interiorizada aún por políticos y militares
La propuesta de Tony Blair para integrar a Rusia en una cooperación más sofisticada con la OTAN, que sustituya a la ineficaz fórmula instaurada en 1997, ha despertado interés, pero también suspicacia entre los expertos cualificados rusos. Tras un primer análisis, Konstantin Kosachev, el respetado vicejefe del Comité de Exteriores de la Duma, considera que la oferta del primer ministro británico sigue respondiendo al esquema 19 más 1 (los países miembros de la OTAN más Rusia), y no a un futuro mecanismo de consenso de 20 países. A Kosachev le parece insuficiente el ámbito de competencias en el que, según la propuesta de Blair, Rusia codecidiría en pie de igualdad con los países de la OTAN.
La propuesta de Blair, dice Kosachov, 'no contiene puntos que afecten a la participación de Rusia en el sistema integrado de mando militar de la Alianza'. El experto teme que, de aceptarla, Rusia adquiera una participación limitada en la OTAN, que no le da acceso a las decisiones importantes, mientras otros países ingresan en la organización. El tema de fondo del ingreso de los Estados bálticos (Lituania, Letonia y Estonia) en la Alianza, señala, son las garantías de que en los territorios de estos países no se instalen armas de destrucción masiva y no se realicen ejercicios militares del bloque.
Expertos militares rusos opinan que el discurso sobre el carácter no agresivo de la OTAN respecto a Rusia carece de credibilidad en tanto Estados Unidos tenga armas nucleares tácticas (que para Rusia son estratégicas) en territorio europeo.
Putin ha insistido en que Rusia 'no está en cola para ingresar en la OTAN', pero que está dispuesta a ir tan lejos como le deje esta organización. Y, mientras los elementos y la envergadura de la nueva cooperación se definen, Moscú trabaja a largo plazo. 'Por su potencial económico, científico-militar, humano, militar y territorial, Rusia es un Estado autosuficiente y capaz de asegurar su defensa', ha dicho Putin esta semana a los dos comités de Exteriores del Parlamento ruso.
La palabra autosuficiente contrasta con la terminología de moda sobre la internacionalización y globalización. Los analistas se fijaron en este término la pasada semana, cuando lo pronunció el ministro de Defensa, Serguéi Ivanov. 'Hablar del ingreso de Rusia en la OTAN no tiene sentido desde el punto de vista militar. Rusia es un Estado autosuficiente. Tenemos intereses en Occidente, en el Este y en el Sur', dijo Ivanov en una entrevista al diario Izvestia.
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