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El poder de la fotografía como documento y arte marca el V Salón París Photo

La gran muestra francesa ha incorporado por primera vez un espacio dedicado al vídeo

La fotografía como documento y placer ha marcado los tres días del V Salón París Photo, en el que participan 100 galerías especializadas. La imagen del atentado terrorista contra las Torres Gemelas, de Nueva York, el 11 de septiembre, ha hecho resurgir el poder de atracción que siempre ha tenido la fotografía por la catástrofe. La muestra, que se cierra mañana, se ha desarrollado en un clima de doble crisis: una, la visión de la imagen como espectáculo, y otra más centrada en la puramente económica. Los organizadores aseguran que el éxito alcanzado en la edición anterior, con ventas en torno a los 2.000 millones de pesetas, es un récord que hoy por hoy se considera inalcanzable.

El V Salón París Photo, que se cierra mañana domingo, ha dado muestras, a pesar de los momentos de crisis, de una poderoso vitalidad y de que las casi 100 galerías especializadas en fotografía presentes en París tengan poder de atracción para miles de visitantes. 'Nadie piensa que pueda igualarse el volumen de ventas del año pasado', admitía el mismo día de la inauguración del V Salón París Photo su organizador, Rick Gadella. 'Pero las galerías estadounidenses están aquí y tras aceptar a 97 galerías he dejado fuera a más de 60 que también querían exponer sus obras'.

En muy poco tiempo, la cita anual en el Carrousel del Louvre ha encontrado su público. Esta vez, la oferta no se limita a proponer imágenes fijas de todo tipo -desde las de tradición pictórica hasta el documento puro-, sino que también se ha incorporado un espacio dedicado al vídeo. Cuatro organismos especializados en la distribución de vídeo (uno parisiense, otro neoyorquino, un tercero de Chicago y otro radicado en Holanda) completan la explosión de curiosidad e interés económico por esta forma de arte.

Ocho galerías alemanas, cada una de ellas presentando a un joven fotógrafo alemán, dan testimonio de la vitalidad del coleccionismo al otro lado del Rin, mientras la actitud del público hacia las fotos de Sherman, Ruff, Beecroft, Struth y Gursku, por sólo citar unos pocos nombres contemporáneos, sirve para recordarnos que en materia de fotografía EE UU es una referencia absoluta. Los artistas lanzados por París juegan o bien el papel de antecesores -Atget, Brassai, Man Ray, Doisneau, Ronis...-, o bien son renovadores del género -Depardon-, o personalidades con un discurso bien elaborado como Sophie Calle.

Dualidad

Entre el testimonio y el voyeurismo, entre la atención al otro y el ensimismamiento, la fotografía que se expone en París navega entre la dualidad: entre el deseo de contribuir a la información y a la toma de conciencia, y el descubrir el placer de la imagen por sí misma, a menudo asociada a la necesidad de desvelar secretos íntimos ligados al cuerpo.

El hundimiento de las Torres Gemelas, la imagen tomada desde 20 ángulos distintos del avión que se estrella contra los rascacielos, ha hecho resurgir también la querencia de la foto por la catástrofe, lo que pudiéramos llamar la fotogenia del desastre. Esa fotogenia siniestra estaba ya en los paisajes desolados del frente de la Primera Guerra Mundial, en las ruinas urbanas de Dresde o Hiroshima. Pero en el París de 2001, como en todas las partes hoy, no es la imagen elíptica la que domina sino la que intenta llenar los vacíos, la que se rebela o compensa el silencio visual que a menudo acompañan a los mayores crímenes.

Comprar fotografía artística, tirajes garantizados de un negativo único, es algo que el Salón de París propone a precios que oscilan entre las 75.000 pesetas y los 25 millones de pesetas. Las fotos del XIX, de los grandes nombres consagrados por la historia (a menudo paisajes urbanos) se pueden adquirir a precios que van desde los tres a los seis millones de pesetas.

El blanco y negro juega con la ventaja de la conservación, de su relativa perennidad frente a un color que sólo sobrevive ocultándose de la luz, protegiéndose de reacciones químicas inesperadas -la proximidad de una fotocopiadora, el pintar de nuevo una sala... pueden dañar irreparablemente una fotografía- y que depende muchísimo del procedimiento de su marca de origen, como lo prueba la superioridad de cibachrome frente kodachrome.

Como la feria de arte contemporáneo -FIAC-, que precede a este salón, la prioridad es lo monográfico, evitar la galería-miscelánea, el favorecer una cierta coherencia proponiendo con pequeñas exposiciones. 'Creo que es mejor que las galerías acudan con muestras temáticas o monográficas, aunque yo no pueda hacerlo', dijo Rick Gadella.

Una de las fotografías que el norteamericano James Nachtwey tomó el 11 de septiembre en Nueva York, en la subasta celebrada en París.
Una de las fotografías que el norteamericano James Nachtwey tomó el 11 de septiembre en Nueva York, en la subasta celebrada en París.ASSOCIATED PRESS

Las fotos del 11 de septiembre

Nueve fotos de los escombros del World Trade Center de Nueva York tomadas por James Nachtwey fueron adquiridas en París por el grupo Vivendi Universal, por un total de 500.000 francos (12,5 millones de pesetas, aproximadamente), para ser ofrecidas a la asociación de familias de bomberos fallecidos en el atentado. El montante de la venta también será para dicha asociación. No es ésta la única venta espectacular asociada al salón de la foto de París. Una copia tirada del negativo original de Muerte de un republicano español, la mítica imagen de Robert Capa, fue adquirida por 400.000 pesetas; el retrato del comandante Masud hecho por Reza triplicó su precio de salida y se vendió por el equivalente a 600.000 pesetas, apenas 100.000 menos de lo que costó, firmada por Korda, la legendaria imagen de uno de los iconos del siglo XX, el Che Guevara. El reportaje social de Dotohea Lange alcanzó el millón de pesetas; los carniceros melómanos de Robert Doisneau rondó las 700.000 pesetas. La subasta de foto-periodismo tuvo lugar en los salones de Drouot-Richelieu y dejó muy pocos invendidos, un preludio afortunado, pues, del salón que se abría ese mismo día. Las imágenes que no encontraron comprador fueron clichés de gran dureza sobre el exterminio que acompañó la guerra civil ruandesa. Para Vivendi Universal, pujar por fotos tomadas apenas hace dos meses es una manera de reforzar la buena imagen de su formidable colección expuesta en el V Salón París Photo. Bajo la denominación Las bambalinas de Hollywood, propone un recorrido por una serie de instantes privilegiados, desde los ojos asustados de Audrey Hepburn ante una claqueta demasiado próxima hasta el encuentro fortuito de King Kong con Godzilla, pasando por imágenes insólitas de rodajes en lo alto de frágiles andamios o de las increíbles estaciones de ferrocarril privadas de los grandes estudios de cine.

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