"Hay que tener el coraje suficiente para llegar al fondo de las cosas"
Desde ayer, las novelas ganadoras del último Premio Planeta están en los escaparates de las librerías. De la que obtuvo el galardón, La canción de Dorotea, de Rosa Regàs, se han tirado 210.000 ejemplares. De la finalista, Lo que está en mi corazón, de Marcela Serrano, 85.000. El pasado 18 de octubre se hicieron públicos en Barcelona los nombres de las vencedoras de la 50ª edición del premio con mayor proyección comercial de España. Hoy, a las 20 horas, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, Concha García Campoy conversará con las ganadoras, y se volverá a celebrar un premio que cumple medio siglo de vida, que reparte muchos millones y dispara el número de lectores del escritor que lo gana.
Rosa Regàs (Barcelona, 1933) ganó los cien millones del premio (antes de Hacienda) con una historia que narra los vericuetos de un 'amor oscuro', en palabras de la escritora. Una profesora de Biología que da clases en una universidad madrileña contrata a una mujer para que cuide de su padre enfermo en una casa de campo de Cataluña. El padre muere, la mujer se queda como guardesa. Y entonces las cosas cambian. Desaparece una sortija, el teléfono insiste en preguntar en la finca por una tal Dorotea que nadie conoce, se suceden mentiras y complicaciones con la policía y diferentes abogados. Pero lo más relevante son los cambios de la narradora, la plácida profesora que descubre su mundo amenazado por la pasión.
Pregunta. Cuenta de dos mujeres de procedencias radicalmente distintas, ¿qué ocurre cuando se encuentran?
Respuesta. La profesora, que vive tranquila con todo organizado, descubre a través de la guardesa un mundo que no había imaginado y que la seduce.
P. Y se dice a sí misma que acaso ha renunciado a muchas cosas por falta de pasión o de coraje...
R. Un personaje decisivo es ese hombre del sombrero que no termina nunca de aparecer, y que tiene totalmente rendida a Adelita, la menuda y regordeta guardesa, hasta el punto de transformarla y llenarla de vida. Un sinvergüenza total. Es jugador, ladrón, obliga a las mujeres a prostituirse. Pero, poco a poco, también Aurelia, la profesora, va sucumbiendo a ese amor oscuro.
P. La mentira desempeña un papel relevante en la novela.
R. Son las mentiras de Adelita las que le permiten inventarse a sí misma. Cuenta que habla francés, escribe libros, hace fotografías. Está dispuesta a cualquier cosa, a cualquier corrupción, con tal de agradar.
P. Frente a ella, la profesora. ¿Una mujer típica de una cierta burguesía?
R. No fue mi intención retratar a un determinado prototipo de burguesía sin raíces burguesas. Pero es posible que finalmente lo hiciera. Gente conformista, sin coraje, que se deja llevar por la vida.
P. Y de usted, ¿qué me dice? Cuatro novelas publicadas, tres premiadas. No está mal.
R. He tenido suerte. Pero hay que pelear para conseguir lo que quieres. Ponerse unas metas, luchar por alcanzarlas. Y eso dura hasta el último de tus días.
P. ¿Empezó tarde a escribir?
R. Hace diez años.
P. ¿Y cree haber encontrado ya una voz propia, esa 'canción que cada cual tiene que cantar' que dice el padre de la profesora?
R. La estoy encontrando. Cuando empecé me gustaban mucho las minuciosas explicaciones de Proust y los historias y personajes de Chéjov. Con los escritores latinoamericanos descubrí, sin embargo, algo fundamental: que hay que tener el suficiente coraje para ir al fondo de las cosas, para ir descarnando cada historia al máximo, sin miedo. Un momento decisivo, en ese sentido, fue la lectura de las novelas del primer Premio Alfaguara, las de Sergio Ramírez y Eliseo Alberto.
P. El Planeta lo han ganado esta vez dos mujeres. ¿Qué cree que significa que hoy lean mucho más las mujeres que los hombres?
R. Supongo que significa que tienen más tiempo libre porque no lo dedican al fútbol. La cultura, hoy, sigue estando en manos de los hombres. Y siguen viéndonos con condescendencia: 'Vaya, esta chica parece que no lo hace mal'.
P. ¿Y qué me dice de eso que está pasando?
R. Estoy absolutamente en contra de los bombardeos. Se sabe que hay terroristas escondidos en el sur de Francia, pero cualquier bombardeo sobre esa zona sería considerada una ignominia. ¿Por qué se acepta entonces que mueran tantos afganos en esta horrible venganza contra Bin Laden?
Babelia
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