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VISTO / OÍDO
Columna
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Matar sin saber por qué

¡Qué difícil es entender! Si Piqué, ministro de Asuntos Exteriores, no entiende por qué Marruecos se ha enfadado con nosotros, ¿qué vamos a entender los demás? No creo que Bush sepa lo que está pasando, por qué esta guerra se le va de las manos y Europa está incómoda, con excepción del genio de la tercera vía, Tony Blair, al que regañan algunos de su propio partido (y Aznar, claro, pero eso es crónico). Los demócratas modernos llegaron a tanto en su manejo de la información que ni ellos saben lo que pasa. A mí me parece raro que el nuevo encargado de seguridad en Estados Unidos anuncie nuevos golpes terroristas, pero diga que no sabe dónde, cómo ni cuándo. Parece como si ese anuncio lo hiciera para asustar el terrorista enemigo, que no se sabe quién es. Ni dónde está: quizá Bin Laden haya salido de Afganistán, o quizá no sea él el malo de diseño, el asesino virtual.

Es verdad que ni el FBI ni la CIA, héroes de tantas novelas y películas y ciclos de televisión, supieron que iba a haber un atentado tan enorme, minucioso y preparado como el del 11 de septiembre. Pero ¿por qué asustan a sus ciudadanos más de lo que naturalmente están? No saben de dónde sale el ántrax, pero magnifican su buena calidad y la posibilidad de que lo haga uno de los tres grandes países: el suyo, Rusia ¡o Irak! Tuvieron años comisiones inspeccionando a Irak para encontrar bacterias de guerra, y la vez que más cerca estuvieron se habían equivocado y era una granja de gallinas.

No saben aún cuántos muertos hay en ese horno terrible en que se convirtieron las torres de Manhattan. Sus bombas inteligentes son diariamente estúpidas. Su censura es tan poco inteligente como las bombas, y ayer contaba este periódico cómo pasan pistolas y cuchillos por los filtros de los aeropuertos, que son tan poderosos y lentos que están acabando con la aviación civil (aunque ninguna compañía de aquel país se atrevería a hacer lo que Air Europa en España). ¿Qué quieren? Puede que sea importante tener a su población bajo el efecto del miedo, de forma que no decaiga el espíritu de patriotismo y terror del 11 de septiembre para continuar la guerra inútil. Puede que sirva para suprimir derechos humanos y abrir campos de concentración y meter en ellos a quienes no saben si son inocentes. Pero estos desarrollos de lógica antigua no valen: la nueva está cargada de otros datos. Quizá muestre que el asombro y el no saber qué hacer que Bush mostró en el primer minuto del horror no han terminado aún.

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