Blair apela a los grupos paramilitares protestantes a que se desarmen
La convivencia entre las dos comunidades enfrentadas aparece como el reto en el Ulster
Cuando pase la euforia de estos días, Irlanda del Norte deberá enfrentarse al retorno a la realidad. Cuatro grandes problemas asoman en el horizonte cotidiano: la convivencia en las zonas más polarizadas por un conflicto de muchos años, el desarme de los lealistas, grupos paramilitares protestantes, la continuación de la entrega de armas del IRA y el radicalismo creciente de los unionistas. El primer ministro británico, Tony Blair, llamó ayer a los lealistas a seguir el ejemplo del IRA y a empezar la entrega de armas. Pero estos grupos paramilitares protestantes se hacen de rogar.
De poco sirve el desarme si las niñas no pueden ir al colegio cada mañana sin escolta. La convivencia cotidiana va a ser el termómetro fundamental de la paz. El odio que sigue enfrentando a católicos y protestantes en las zonas en las que ambas comunidades conviven calle con calle sólo puede atenuarse con el tiempo. Los grandes acuerdos políticos no bastan, pero ayudan a fomentar la convivencia porque basta cualquier desacuerdo en las alturas para que las chispas lleguen a la calle y prenda la hoguera de los disturbios.
El norte de Belfast lleva meses viviendo disturbios callejeros. Desde poco antes de las tradicionales marchas del mes de julio, católicos y protestantes se enfrentan a veces noche tras noche. La crisis del colegio de la Santa Cruz ha significado el punto culminante de estos enfrentamientos, pero no es el único problema pendiente.
El Gobierno británico ha señalado a los lealistas protestantes como principales instigadores de estas protestas y la policía les atribuye varios asesinatos. El de un joven protestante que conversaba con sus amigos católicos en la calle. El de un joven católico que esperaba el autobús. El de un periodista que siempre denunció la violencia sectaria. Los católicos cargan con la muerte de un joven protestante atropellado en plena acera en los días más calientes del enfrentamiento del colegio de la Santa Cruz.
El ministro de Irlanda del Norte, John Reid, tras muchas semanas dudando, decidió el 12 de octubre considerar que el grupo paramilitar protestante había roto el alto el fuego. El IRA ha empezado el desarme, pero ahora se abre una larga campaña de presiones en demanda de nuevos actos de desarme que serán potenciales focos de tensión. Entre bastidores, el Sinn Fein ha puesto la estabilidad institucional como condición previa al desarme. De nada sirve abrazar un proceso político si las instituciones emanadas son suspendidas constantemente por la presión unionista, opinan los republicanos.
Pero esas presiones no van a faltar. A largo plazo, los unionistas sólo tienen una cosa que ganar en el proceso político: la paz. Los republicanos ganan la paz pero quieren también ganar el poder en Irlanda del Norte. Los unionistas se van radicalizando a medida que avanza el proceso político.
El desarme del IRA ha sido hasta ahora el gran argumento unionista para poner obstáculos al proceso de paz. Incluso el moderado David Trimble ha tenido que radicalizarse, empujado por sus propias bases, porque corre el peligro de perder el liderazgo del partido. Pero, iniciado el desarme, ¿cuál será la próxima exigencia de los unionistas?
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