La grave situación económica marca las elecciones argentinas
Los ciudadanos votan hoy, con desinterés y apatía, para renovar el Parlamento
Entre la apatía general y después de la campaña más corta y austera desde la recuperación de la democracia, en 1983, los argentinos acuden hoy a las urnas para renovar la totalidad del Senado -que se elige por primera vez por votación directa-, la mitad de la Cámara de Diputados y algunos parlamentos provinciales. Las encuestas indican que los electores están más preocupados por la grave crisis económica y el nuevo clima guerrero imperante en el mundo que por las candidaturas de viejos políticos desgastados que se resisten a desaparecer de escena.
Pocas caras nuevas aparecen con posibilidades de eclipsar a nombres presentes en la política argentina desde hace décadas. 'Esta elección no va a cambiar prácticamente nada', estima Manuel Mora y Araujo, máximo responsable de una de las principales empresas de opinión.
'Ya tengo decidido mi voto', coinciden el taxista, el portero, el vendedor de la esquina y un número creciente de argentinos. 'Clemente [popular personaje de cómic] porque no tiene brazos y no puede robar'. Ya circulan papeletas con los nombres de otros destacados protagonistas humorísticos como Patoruzú, Mafalda o Anteojito, o próceres como San Martín y Sarmiento.
Habrá, pues, un fuerte aumento del voto nulo y en blanco, que ha sido rebautizado como 'el voto bronca', es decir, el voto del hastío y de la indignación contra los políticos, sin distinción de color. El voto es obligatorio y la abstención está penalizada.
Los sondeos prevén en Buenos Aires que una de cada cuatro papeletas no será válida. En el interior del país el porcentaje rondará el 14%. Los sociólogos electorales aseguran que este voto bronca procederá esencialmente de sectores politizados de clase media baja hacia arriba encuadrados, sobre todo, en la capital. Es un voto meditado para castigar a los políticos, cuya imagen ha caído en picado. El récord lo ostenta el presidente, Fernando de la Rúa: su aceptación popular no supera el 20%.
Ante la previsión de que el voto nulo se convierta en la tercera opción electoral, detrás de los dos grandes partidos (radicales y peronistas), los políticos han salido a la palestra para decir que 'el sufragio es una herramienta irreemplazable de cambio' (Alfonsín), que 'el voto bronca castiga al mismo que quiere expresar su bronca' (Terragno), o que 'si la gente se queda en sus casas, los corruptos se quedan en el Congreso' (Beliz).
Alianzas 'contra natura'
La campaña ha puesto de relieve las originales pautas de la política argentina con alianzas electorales contra natura que contribuyen a aumentar la desconfianza y la confusión. Por ejemplo, De la Rúa pide el voto para Rodolfo Terragno, candidato a senador en Buenos Aires por su mismo partido, la Unión Cívica Radical (UCR). Pero en la campaña Terragno se ha comportado como si fuera de un partido de oposición y ha prodigado las críticas al ministro de Economía, Domingo Cavallo.
Hay más incongruencias. El partido de Cavallo, Acción por la República, se presenta a las elecciones en alianza con el opositor Partido Justicialista (peronista), en la Unión por Buenos Aires. Como alternativa a los políticos incombustibles y a la tentación de anular el voto se presenta la Alternativa para una República de Iguales (ARI), apadrinada por la diputada radical Elisa Carrió, que ha adquirido notoriedad por su papel en la comisión parlamentaria de lavado de dinero, que investiga la corrupción política.La lista del ARI combina políticos conocidos con representantes de otros sectores que han decidido enarbolar la bandera de la honestidad.
La izquierda sigue su larga trayectoria de divisiones y desencuentros y se presenta a las elecciones fragmentada en seis candidaturas en la ciudad de Buenos Aires. Todas critican el neoliberalismo, abogan por no pagar la deuda externa y reclaman un voto de castigo para los políticos tradicionales. Pero son incapaces de poner en pie un frente común.
Apuesta sobre Cavallo
En el último tramo de la campaña, el presidente, Fernando de la Rúa, tuvo que desmentir repetidas veces los rumores de dimisión de su ministro de Economía, Domingo Cavallo. El ministro sigue en su puesto, pero ¿se mantendrá en el Gobierno después de los comicios? Pocos dudan de que si el resultado constituye un serio revés para el Ejecutivo aumentará la presión para desplazar a Cavallo. Sus enemigos se encuentran en la oposición y en el propio Gobierno. Para De la Rúa el problema no tiene fácil solución. Por primera vez en 10 años los argentinos acuden a las urnas con el condicionante del terror económico. Los problemas económicos constituyen la segunda preocupación de los ciudadanos y la desocupación real se acerca al 30%. Pese a ello, Cavallo sigue siendo una pieza indispensable para el presidente. No sólo porque no se vislumbra ninguna alternativa, sino porque con su presencia paga el coste político del impopular ajuste fiscal y evita que lo pague De la Rúa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.