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Policías armados vigilarán los primeros vuelos de Washington

Bush: 'No hay mejor símbolo que la reapertura del aeropuerto de la capital'

Para tomar una decisión sobre la reapertura del aeropuerto de Washington, situado peligrosamente cerca de los edificios del poder, había que buscar un balance entre la economía de la ciudad y el riesgo de nuevos atentados. Bush dice haber encontrado el camino intermedio en una reapertura parcial bajo medidas de seguridad muy estrictas. Mañana saldrán los primeros aviones en el puente aéreo que une la capital con Nueva York y Boston, con policías armados en todos los aviones.

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Según Bush, 'no hay mejor símbolo que la reapertura del aeropuerto de Washington para demostrar que Estados Unidos es un país abierto para los negocios. Éste, al fin y al cabo, es el aeropuerto que trae a Washington a los líderes de la nación', aseguró el presidente estadounidense cuando anunció la reapertura.

Ahora, los responsables de la terminal de Washington tienen que demostrar al resto del país que, en los tiempos que corren, se puede garantizar que no habrá atentados suicidas con aviones que pasan a 20 segundos y una distancia ridícula de los grandes centros de poder del país: la Casa Blanca, el Capitolio, el Pentágono o la sede de la CIA.

El aeropuerto Reagan National está situado en un lateral del río Potomac. La pista principal de aterrizaje y despegue apunta directamente hacia la residencia presidencial. Aún así, Bush estaba obligado a ordenar la reapertura del aeropuerto de la capital por múltiples razones: es un alivio para los 16 millones de viajeros anuales que pasan por él, es una comodidad para los congresistas y senadores que van y vienen a sus demarcaciones, es una garantía de prosperidad para la ciudad y es, sobre todo, la representación máxima de que la vida en Estados Unidos vuelve a la normalidad.

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La reapertura el próximo jueves, anunciada por el presidente Bush desde una terminal con un aspecto desierto, se va a limitar, de momento, a la restitución del puente aéreo que une Washington con Nueva York y Boston en vuelos cada 15 o 30 minutos.

Después de un mes, se irán añadiendo rutas aérea hacia todo Estados Unidos, pero incluso entonces el aeropuerto operará sólo a medio gas. Cuando se haya completado la reapertura parcial, el aeropuerto sólo tendrá un 57% de la actividad aérea que tenía antes del 11 de septiembre.

Bush reconoció que 'conviene tomarse un tiempo' antes de ampliar al máximo el servicio del aeropuerto. 'Hay que asegurarse de que hemos tomado las medidas de precaución necesarias', dijo el presidente.

Y no son pocas. Las nuevas normas limitan el tráfico aéreo de 7 de la mañana a 10 de la noche. Los Boeing 737 serán los aviones de mayor capacidad permitidos en el aeropuerto. Se prohíbe de momento el despegue o aterrizaje de avionetas o pequeños aviones privados.

A cada pasajero se le permitirá tan sólo un bulto de mano, algo ya en vigor pero raramente cumplido. Habrá dos controles de identificación para todos los viajeros. Se establecen también puntos de control para los empleados del aeropuerto.

Los pilotos y azafatas deberán también someterse a identificación y al registro de sus equipajes. Las patrullas de la policía llevarán perros adiestrados en la detección de explosivos. Y habrá, con carácter obligatorio, policías armados en todos los aviones que entren o salgan del aeropuerto de la capital.

Todo esto, por supuesto, al margen de las medidas aprobadas sobre seguridad, como el refuerzo de las puertas de acceso a las cabinas de los pilotos y la instalación de nuevos sistemas de radares.

En el terreno logístico, se establecen prohibiciones en la ruta de los aviones. Las maniobras de aterrizaje y despegue no podrán usar la ruta norte, que conduce peligrosamente hacia el centro de la ciudad.

La pista se diseñó con la intención de que los aviones volaran sobre el río Potomac en las maniobras de entrada y salida para aminorar el ruido en los barrios cercanos al aeropuerto. A partir de ahora, los aviones seguirán otra ruta que se dejará oír en el noroeste de la ciudad.

Otra de las medidas propuestas, descartada de momento, es obligar a los fabricantes de aviones a instalar pilotos automáticos imposibles de desconectar, de manera que no pueda desviarse manualmente el rumbo de un avión cuando se encuentra al borde del aeropuerto.

Del aeropuerto dependen 16.200 empleos directos y 70.000 indirectos en la industria del turismo, ansiosa por recuperar los 42.000 pasajeros diarios que tenía la terminal antes de la tragedia causada por los atentados terroristas del pasado día 11 de septiembre sobre Nueva York y Washington.

Los dirigentes locales calculan que el aeropuerto inyecta unos 2.400 millones de dólares (alrededor de 430.000 millones de pesetas) al año en la economía de la región.

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