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Cerca de 2.000 personas siguen en la calle el debú de Carlos Álvarez en 'Rigoletto'

La interpretación del barítono en el Teatro Real arranca bravos dentro y fuera de la sala

Jesús Ruiz Mantilla

Dentro, lleno: 1.800 butacas. Fuera, lleno también. En la plaza de Oriente, alrededor de 2.000 personas contemplaban el debú mundial como Rigoletto del barítono malagueño Carlos Álvarez, que desnudó en el Teatro Real su voz y sus deformaciones de más de ocho kilos de peso para dar patetismo al personaje creado por Víctor Hugo y engrandecido por Giuseppe Verdi. Le acompañaban la soprano Isabel Rey, como Gilda, y el tenor Giuseppe Sabatini, como Duque de Mantua, en el reparto de un montaje polémico del británico Graham Vick.

Carlos Álvarez se ha preparado tres meses a fondo para el reto. Ayer era su gran noche. Arrancó los más tempranos aplausos en su primer dúo con Isabel Rey. Sonaron dentro y sonaron fuera. Dentro eran bravos y fuera, aplausos sinceros. En el interior, el estreno fue de gala, con la presencia de los reyes Juan Carlos y Sofía, que entraron al teatro cinco minutos antes de las ocho de la tarde acompañados de la ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo; el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón; y el alcalde, José María Álvarez del Manzano. Antes se habían sentado Ana Botella con su hija, algún miembro del Gobierno, como Celia Villalobos, y lo más granado de la crítica nacional e internacional que vinieron a contar el estreno mundial de Álvarez.

Fuera, la pantalla instalada por Telemadrid tenía hipnotizado al respetable. Sobre todo cuando asistieron al inicio de la representación, que comienza con un carrusel amarillo que muestra a los cortesanos vestidos con trajes que nos devolvían al siglo XVII, aunque aderezados con algún detalle de cuero contemporáneo, más propio de algunos pilotos de carreras de moto.

Algunos se habían bajado sillas de casa, otros se habían colgado de la estatua ecuestre de la plaza. Dentro estaban prohibidas las bebidas, las patatas fritas y hablar por el móvil. Fuera, no, pero el sonido omnipresente de la screen track de 54 metros cuadrados, la misma que ha estado instalada en la Puerta del Sol durante 15 días y en la que se ha podido ver, en la calle, la retransmisión en directo de imágenes sobre el atentado a las Torres Gemelas, acallaba los soniquetes de los teléfonos y los crujidos de los tentempiés. A eso, obviamente, también ayudaba la música que salía del trabajo de la Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por Daniel Lipton, habitual del Teatro Real, junto con el coro que ayer también tuvo una destacada actuación.

Había aficionados y gente que admitía no tener ni idea de ópera pero sí mucho interés. Todos coincidían en que se oía y se veía muy bien, como Andrés, contrabajista argentino, y su novia, Miriam, que aseguraban que les gusta el género aunque 'no lo consumimos'.

No es el caso de Pedro, aficionado con abono al Real que se pasó a dar una vuelta por la plaza. 'Esto está muy bien; ahora, no creo que salga afición de aquí. Si se hace más veces, podría surgir'. Lo decía mientras Carlos Álvarez en escena y en pantalla mostraba su joroba sangrante al público, que efectivamente le hacía parecer, tal como le había anunciado Graham Vick, el hombre elefante. José y Moisés, asturianos de paso por Madrid, definían la caracterización: 'Es realmente asquerosa'.

En el descanso, Graham Vick, que había acompañado en la entrada a los Reyes, parecía relajado y saboreaba un whisky con hielo en el vestíbulo, quizá para calmar los nervios. Parecía ajeno a las críticas que ha suscitado el hecho de que no admitiera para el papel de Duque de Mantua al tenor venezolano Aquiles Machado, algo para lo que adujo razones estéticas, que no han convencido a muchos de los aficionados que querían volver a oír cantar en el Teatro Real al joven que triunfó con La bohème, hace cuatro años, en dicho escenario.

Sin sillas

Estaba de pie, como la mayoría del público que llenó la plaza de Oriente ayer, algo que también se podría haber evitado en parte si el Ayuntamiento hubiese colaborado instalando algunas sillas. Lo aseguraba Ángel Quesada y le apoyaba Federico Gaitán, ambos productor y realizador de Telemadrid, que dirigieron al equipo de 15 personas que ayer llevó a cabo la retransmisión en la plaza. 'Esto se hace en muchos países, pero se ponen sillas para el público', proponían. Por lo demás, estarían encantados de volver a repetir la experiencia: 'Ojalá sea así. Nos ha emocionado hacer esto y observar la cara de la gente', afirmaban quienes se encargan de las retransmisiones de fútbol y de toros en la cadena autonómica. 'Además, la acústica de la plaza ayuda a que éste sea un lugar excelente para repetir'.

Una escena de Rigoletto, durante el ensayo general.
Una escena de Rigoletto, durante el ensayo general.SANTI BURGOS
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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