Argelia intenta sacar provecho de la reacción de Estados Unidos
El terrorismo integrista golpea de nuevo a las puertas de Argel
Entre los escoltas de Wakil Ahmed Mutawakel, el ministro talibán de Exteriores, apareció estos días en televisión un integrista argelino desaparecido desde hace siete años. Es una prueba más, según Argel, de que la lucha que libra desde 1991 contra los islamistas es la misma que la que Washington se dispone a emprender ahora para castigar a los autores de los atentados. De ahí que espere sacar tajada de la nueva orientación de la política de EE UU.
Abdelaziz Buteflika, el presidente argelino, se declaró 'horrorizado' por la matanza del 11 de septiembre y recalcó que lleva la marca de 'un terrorismo innoble que amenaza al mundo entero' y que ya golpeó a Argelia.
No en balde es el único país musulmán en cuyo territorio actúan dos de las organizaciones terroristas señaladas por el presidente George Bush: el Grupo Islámico Armado (GIA) y el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), al que el Departamento de Estado no consideraba terrorista hasta hace unos días.
Creado en 1992, en las afueras de Argel, por jóvenes ex combatientes de Afganistán que rechazaban someterse a la autoridad del Frente Islámico de Salvación, el GIA practica la violencia indiscriminada.
Más joven, el GSPC fue fundado en 1998 por Hassan Hattab, porque, según cuenta la leyenda, Bin Laden le convenció de darle más brillantez a la guerrilla islámica llevando a cabo un terrorismo más selectivo. Descrito estos últimos días por la prensa argelina como la 'columna vertebral' del movimiento de Bin Laden, el GSPC se ha especializado en ataques a los militares y las fuerzas de seguridad. A diferencia del GIA, salva a los civiles.
Ahora 'el mundo entero sabe quién mata en Argelia', declaró Alí Tunsi, el director general de la Seguridad Nacional, aludiendo a las acusaciones formuladas desde Francia contra un Ejército 'asesino de civiles' y que, en su opinión, quedaban desmentidas.
Más allá de esta primera conclusión, para el régimen argelino ha quedado demostrado que Occidente y Argelia combaten a un mismo enemigo. El primero, el más rico, debe, por tanto, proporcionar al segundo los medios para liquidar al adversario. Argel confía en obtener ahora de EE UU abundante material bélico, empezando por equipos de visión nocturna, cuya licencia de venta no acababa de conceder Washington.
De Londres, Argel no espera hombres, sino extradiciones de integristas allí exiliados. 'El deber de Inglaterra es entregar a cualquier terrorista que se encuentre en su territorio', le espetó la semana pasada Abdelaziz Ziari, el ministro de Cooperación, al secretario de Estado británico de Exteriores, Ben Bradshaw.
La verdad es que a Argel no le vendría mal una ayuda externa. 'Las zonas afectadas por la actividad terrorista se han extendido de forma considerable durante el verano, colocando al país en su peor situación desde hace tres años', señala Algeria-Interface, una publicación solvente elaborada por periodistas exiliados. El GSPC está ya en las puertas de la capital.
Pese al apoyo apremiante que necesita, Argel pone límites a su respaldo a EE UU para no indisponer a su opinión pública. Abdelaziz Beljadem, su ministro de Exteriores, ha repetido hasta la saciedad que la coalición internacional que está fraguando Washington debe actuar 'amparada por las Naciones Unidas y en el marco del derecho internacional'.

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