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Nadie pujó en la subasta de las galeradas de 'Cien años de soledad'

Dos ofertas previas, que debían garantizar la venta, se retiraron por el atentado de Nueva York

La enorme expectativa generada por la subasta de las galeradas de Cien años de soledad quedó frustrada. Ayer, en Barcelona, no encontraron comprador que quisiera abonar los cerca de cien millones de pesetas en que se había tasado la venta por parte de Subastas Velázquez, una empresa dedicada a la venta de arte, libros y antigüedades, con sede en Madrid. El comprador por teléfono que se quedó con casi todas las demás piezas enmudeció, y el joven subastador en traje color blanco se acarició un momento el clavel del ojal antes de dejar caer el pequeño mazo y declarar cancelada la venta.

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Hay que echarle la culpa del fiasco a Bin Landen. Momentos antes de que empezase la subasta, en una pequeña sala de la Casa Batlló -obra de Gaudí-, a la que se presentaron casi tantos coleccionistas como medios de comunicación, el señor Pelegrí Haro i Perich, propietario de Subastas Velázquez, tenía ya un pálpito de que la tarde estaba echada a perder. El 10 de septiembre ya tenía vendido el lote número seis, las galeradas de Cien años de soledad, corregidas a mano por García Márquez, lo más semejante al original destruido. El día 12, las ofertas previas, que garantizan la venta aunque luego en la sala nadie oferte, se fueron abajo: 'Una universidad americana y un buen cliente mío, de nacionalidad francesa, que tiene negocios en Bolsa y suele comprar piezas de esta importancia, han retirado sus pujas previas. La universidad, porque las instituciones de Estados Unidos están embarcadas en la economía de guerra y no saben con qué recursos van a tener que contribuir al castigo por la matanza de las Torres Gemelas. El cliente francés, porque en las torres murieron dos brokers amigos personales suyos y no se halla en disposición de ánimo', afirmó Haro i Perich.

Todos los demás documentos a subasta, que salían a precios infinitamente inferiores, tenían asegurada la venta previa si nadie en la sala superaba las pujas. Todo se decidió entre cuatro coleccionistas, una de las cuales fue Carmen Balcells, la agente literaria de Gabriel García Márquez. Entre los cuatro se quedaron con las demás piezas de bibliófilo: primeras ediciones de Cien años de soledad, de La mala hora, de La increíble historia de la cándida Heredia y de su abuela desalmada, de El coronel no tiene quien le escriba, además de fotografías del escritor con sus amigos, correspondencia y notas en tarjetones manuscritos por el autor. Una primera edición de La mala hora se adjudicó por 320.000 pesetas, y una carta en la que el escritor informa a Luis Alcoriza de que ha de hacer obras en su casa de Cuenavaed y quiere saber si puede contar con dinero de México, se vendió por 340.000 pesetas.

Haro i Perich lamentaba el desinterés del Estado español por la 'pieza ideal' que son las galeradas de Cien años de soledad, y lo atribuía, entre otras causas, a que 'el Gobierno es de un color, y el libro, de otro color'. El subastador apuntó también que los autógrafos y originales de los autores latinoamericanos no han alcanzado todavía en el mercado del coleccionismo la cotización que disfrutan los de los autores anglosajones, ámbito al que pertenece también la mayoría de los grandes coleccionistas de joyas bibliófilas. 'Seguimos manteniendo conversaciones con el Gobierno colombiano y estoy convencido de que la pieza pronto estará colocada', añadió.

Pero quizá no a ese precio, opinó William Cole, profesor universitario neoyorquino que imparte un postgrado en Peritaje, Comercio y Conservación del Arte y del Libro en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Según Cole, las galeradas a subasta 'tienen verdadero interés, porque revelan cómo el autor cambia el texto en el último momento, y eso hace de estas páginas un documento único'; pero el hecho de que un manuscrito, o cuasi-manuscrito como era el caso del lote número 6, no haya recibido ofertas de adquisición en subasta pública 'lo desprestigia algo, aunque está claro que se puede volver a vender a un precio más bajo'. Cole señala que las ventas en subasta no responden a criterios estrictamente lógicos, y que en el entusiasmo o retracción de los coleccionistas son factores decisivos la resonancia pública, los parámetros generales de la economía o la misma tensión emocional de la 'caza', el baile de pujas y contrapujas.

Un momento de la subasta, en Barcelona, de las galeradas de Cien años de Soledad.
Un momento de la subasta, en Barcelona, de las galeradas de Cien años de Soledad.
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