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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ciencia sin conciencia

El médico italiano Severino Antinori sabe muy bien cómo hacerse publicidad gratuita. Lo demostró en 1994 cuando logró que una mujer de 63 años diera a luz un bebé, y lo ha logrado ahora anunciando que tiene un plan para clonar niños, aunque cuando se le pide que explique cómo va a superar los inmensos problemas que la técnica plantea no es capaz de ofrecer una contestación mínimamente razonable. Y no es capaz porque, como le explicaron el martes en Washington algunos de los mejores investigadores del área, la clonación de mamíferos aún no está en absoluto controlada: es preciso trabajar con decenas de óvulos para lograr que uno solo se desarrolle en el útero de la hembra portadora y nazca. Y tras el nacimiento, las posibilidades de muerte prematura o graves enfermedades son enormes. Todas estas desgracias se están tolerando cuando se investiga con animales, pero son absolutamente intolerables cuando se trata de seres humanos. Ian Wilmut, el investigador responsable de la clonación de la oveja Dolly en 1997, dejó claro el martes que quienes intenten ahora clonar seres humanos son 'irresponsables y criminales'.

Esta clonación, con fines de reproducción, cabe distinguirla de la denominada clonación terapéutica, que no pretende hacer bebés fotocopiados de su padre, sino obtener tejidos idénticos al de un enfermo para tratar de curar enfermedades que éste pueda parecer, como la diabetes juvenil o el Parkinson.

Pero más allá de la llamada desesperada de los científicos para no poner en marcha experimentos que engendren seres humanos indignos de tal nombre, vale la pena escuchar también a quienes plantean que la clonación de seres humanos no se lleve a cabo ni siquiera cuando la técnica de fotocopiar mamíferos esté bien desarrollada. Los Gobiernos de Francia y Alemania han tomado la iniciativa y han pedido al secretario general de la ONU un proceso que desemboque en una convención universal que prohíba la clonación humana con fines reproductivos. Los Gobiernos francés y alemán quieren que se consagre así 'su carácter inaceptable y contrario a la dignidad humana'. Aquí es donde realmente se sitúa el debate ético.

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