El tabaco
Ya fue casualidad que al primer europeo que vio fumar lo tuviesen que encarcelar los miembros de la Santa Inquisición por haber contraído en sus viajes el nefando vicio. Iba Rodrigo de Xerez con su compañero Luis de Torres -enviados ambos por Colón en busca de signos de vida tras el Descubrimiento- cuando vieron a unos indígenas que aspiraban el humo que producían unos canutos que encendidos se llevaban a la boca o a la nariz. Los cohibas, que así llamaban a aquellos artefactos, estaban formados por hojas de una planta desconocida, que se enrollaban y cubrían con otras formando tubo. Lo que fue asombro, se convirtió en hábito, y don Rodrigo volvió a su tierra andaluza con buena provisión de tabacos.
Pero al cabo de algún tiempo, su mujer, en un descuido que tuvo, lo observó mientras humeaba 'por bocas y narices, como espiritado por el Diablo, que sale en humaredas de su cuerpo', y por ella denunciado a la ilustre represora, pasó varios años en la cárcel, de donde salió para asombrarse, viendo que en aquel momento la Iglesia había legalizado la costumbre y todo el mundo fumaba.
Como Luis Soriano que, siendo 32 años estanquero en la calle Conde Salvatierra de Valencia, fuma y no deja en mal lugar a sus correligionarios renegando del producto con el que comercia. Ni reniega él, ni ninguno de los habituales de su establecimiento, a los que parecen no hacerles mella las continuadas campañas que invitan a la abstención -de humo, claro-. Hay que dejar bien claro desde el principio que, en lo del fumar, existen grados; así lo consideran las compañías aseguradoras de enfermedad, para las que no merece el calificativo de fumador aquel que se conforma o satisface con un cigarro puro después de las comidas, y de los mismos hay que tratar. En la sobremesa -mientras se comentan los modos y significados del acto que les ocupa- se afirma que fumar como placer -ya lo dice la canción- sólo se produce con un buen cigarro, y si es habano mejor. Los subproductos como el cigarrillo quedan para otra ocasión en que dicho placer no sea sujeto a considerar.
Y si hablamos del habano, -tabaco-, comencemos por su físico, voluptuoso, con esa piel que, si no fuese por el color, confundiríamos con los melocotones, fina y aterciopelada, obligatoria en todo puro que provenga de Cuba, que no haya sido sometida al tintado y planchado con que masacran las imitaciones para asemejarse al traje nuevo de los habanos. Esto en cuanto al envoltorio; en su interior los matices, fuerte, suave, picante, por la combinación de las hojas que forman su tripa. Los puros se conforman suaves o estrepitosos según el fin al que vayan destinados, no tanto por la calidad o costumbre del fumador, sino por el momento en que va a consumarse la suerte de la fumada. A la mañana o la noche, después de una sabrosa cena o del primer café, si han de ir acompañados con un suave licor o una mesa de despacho, -que todas esas circunstancias merecen un buen cigarro-, los puros se presentan diversos en su aspecto y diferentes en su aroma y sabor.
Los muy expertos distinguen los sabores y olores en frío o en caliente, esto es con el puro recién sacado de la caja o ya bien encendido. Tomemos un ejemplo, el Churchill, modelo grande de la casa Romeo y Julieta. Gusto en frío: ligeramente ácido, postgusto a miel. Olor en frío: a miel, ligeramente floral, de un sabor maduro, trabajado, desnudo de agresividad. Gusto en combustión: a madera, sutil, muy trabajado, muy agradable, jamás agresivo, dulce en los primeros dos tercios, gana sabor hasta el final. Aroma en combustión: refinado, otoñal por sus notas a maderas y vegetales maduros.
Los señores Gérard, padre e hijo, expertos de Ginebra, y también don Luis Soriano, valenciano, hilan hasta ese punto en la sutileza de los sabores y los olores. Asimismo en los colores. Dicho sea sin ánimo de erudición, y citando sólo las grandes familias de los mismos, la capa exterior puede ser: negra, madura, colorada, clara o clarísima, colorado claro y colorado maduro, doble claro,... hasta 92 colores se referencian en los productos cubanos. Todas las hojas son verdes en la recolección pero al quinto día de su maduración aparecen las diferencias de tono que suele estar determinadas por la posición de la hoja en la planta en la época del crecimiento. Cuanto más alta la hoja más tiempo ha estado expuesta al sol, por lo que debe ser más oscura y de sabor más potente.
Cuánta historia para ser quemada, dirán algunos. Pues comámoslos, que algún cocinero, como el francés Michael Trama, ya los utiliza para hacer sabrosos y dulces postres, alrededor de las cremas y los helados. ¿Será nocivo para la salud?
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