Rusia descarta actuar junto a China contra el escudo antimisiles

Putin, en vísperas de viajar a Génova para asistir a la cumbre del G-8, celebró ayer en la sala del Kremlin que acogía en tiempos de la URSS las sesiones del Soviet Supremo (sin el busto de Lenin y la bandera roja de entonces) la primera conferencia de prensa individual y masiva de sus 18 meses como presidente de Rusia. Ante unos 600 periodistas, se mostró cómodo y relajado, con muestras esporádicas de buen humor. Incluso habló de sus tres perros y regaló 30 minutos a los 60 previstos.

Por lo demás, no dijo nada que, de una u otra forma, no hubiese dicho ya antes: como que está más que molesto con los planes de ampliación de la OTAN hasta las fronteras de Rusia. La unidad de Europa, dijo, es imposible sin un espacio único de seguridad y de defensa, y éste sólo se puede alcanzar por uno de estos tres caminos: la disolución de la OTAN (como hizo el Pacto de Varsovia), la entrada de Rusia en la Alianza y la creación de una nueva organización continental de la que su país forme parte. Naturalmente, él apuesta por la última opción.

Putin indicó que su gran objetivo es que, dentro de tres o cuatro años, cada ruso pueda sentir el cambio en su bolsillo, que se sienta seguro y viva mejor, y que eso le haga sentirse orgulloso de su país.

En esa dirección se orienta, señaló, su acción de gobierno, desde el conjunto de leyes económicas aprobadas en la Duma, hasta el cambio de las relaciones de poder entre el centro y las regiones y la modernización de las Fuerzas Armadas. Sobre esta última, precisó que se trata de garantizar la defensa del país, pero 'sin el derroche de recursos y energía' de los tiempos soviéticos, que excedió las capacidades del país, minó la economía y afectó a la confianza de la población en el Estado.

El líder del Kremlin aseguró que la mejora de las Fuerzas Armadas afectará de forma especial a la Marina, cuyo prestigio aún no se ha recuperado del hundimiento, el pasado 12 de agosto, del submarino nuclear Kursk. Putin señaló que no se habría podido salvar a los 118 tripulantes del sumergible ni aunque se hubiese pedido inmediatamente ayuda extranjera.

Los constructores, indicó, no previeron esa trágica eventualidad, ni crearon los medios para hacerle frente. Un error del que, dijo, se han sacado las oportunas conclusiones.