Las mafias rusas invaden el mercado farmacéutico con medicinas adulteradas
Moscú denuncia la existencia de 75 millones de unidades de antibióticos manipulados
Brintsalov, SA, fabrica también insulina bajo licencia de la compañía danesa Novo Nordisk, que trata en vano de retirarle esa autorización desde 1998. La empresa produce este fármaco y otros gracias a que su propietario, Vladímir Brintsalov, goza de inmunidad amparado por su escaño en la Duma (Cámara baja del Parlamento).
El viceministro de Sanidad, Antón Katlinski, aseguró que la población rusa está indefensa ante la adulteración de medicinas porque en ningún momento sabe si lo que compró es un fármaco genuino o una falsificación. 'Nuestros enfermos dependen de la honestidad de las farmacéuticas', añadió Katlinski, tras admitir la incapacidad del Estado para controlar cada partida de medicinas producidas en Rusia.
El viceministro explicó que los 80 laboratorios que actualmente funcionan en 69 regiones del país certifican menos del 20% de su producción, mientras apenas el 2% de los medicamentos son importados. Los laboratorios cambian la composición de las materias primas, los precursores y los reactivos y disminuyen las dosis o la concentración de los componentes.
El sector califica esta adulteración como 'modificación tecnológica', pero los expertos subrayan que tales medicinas no sólo no curan, sino que en muchos casos perjudican al consumidor. Son graves los casos de infecciones tratadas con antibióticos adulterados que, al no poder combatir el virus, hacen crónicas las enfermedades y más difíciles de curar. La policía y las organizaciones de consumidores estiman que entre el 30% y el 60% están caducadas y no existen mecanismos legales para obligar a su retirada del mercado. Se venden en provincias, y en el 90% de los casos, los vendedores adquieren las sustancias sin documentación o con documentos falsos.
'Existen varias redes criminales organizadas que trafican con medicinas caducadas por todo el país', afirma el Departamento de Delitos Económicos del Ministerio del Interior ruso. En uno de sus informes ha denunciado la existencia de varias mafias que trafican con medicamentos caducados en las antiguas repúblicas soviéticas, China, India y varios países de Europa oriental.
Puestos callejeros
Un informe policial elaborado el pasado abril por encargo del Ministerio de Sanidad precisa que las mafias cambian las etiquetas, por lo que la población ignora que compró un medicamento peligroso. Expertos de la policía achacan estas prácticas al caos de distribución y venta farmacéutica. Al menos 2.000 empresas controlan la exportación y distribución de medicinas en Rusia, pero no se conoce el número de las que las venden. En salidas del metro, mercados y estaciones de tren pululan quioscos que venden fármacos por debajo de los desmesurados precios de las farmacias. Las investigaciones demuestran que el 60% de las falsificaciones corresponde a medicinas rusas, sobre todo antibióticos y componentes hormonales. La impunidad alienta a los falsificadores a vender las de más demanda, como la insulina o sustancias para tratamientos cardiacos, gástricos y hepáticos. Según los expertos, el volumen de este tráfico ilícito supera cada mes entre 40 y 70 millones de dólares.
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