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Roma celebra la vitalidad del futurismo con una exposición de 450 obras

La muestra certifica el papel innovador del movimiento artístico italiano de vanguardia

Las ambiciones del Movimiento Futurista eran muchas y mucho el talento de algunos de los artistas que se adhirieron inmediatamente a él, a partir de la publicación en 1909 del Manifiesto futurista, de Marinetti. A la palabra le siguió un año después la pintura futurista, con una normativa, por así decir, fijada en otro manifiesto por los cinco grandes artistas plásticos de 'los años heroicos' del futurismo, Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Carlo Carrà, Luigi Russolo y Gino Severini.

El futurismo, tradicionalmente considerado como el mayor movimiento artístico italiano del siglo XX, regresa a Roma, la ciudad que hospedó algunas de las grandes exposiciones colectivas del movimiento con una gran muestra, Futurismo: 1909-1944, que recorre toda la peripecia artística y cultural de este complejo movimiento a través de cerca de 450 obras: pinturas, grabados, diseños, objetos y esculturas.

Los artistas de esta corriente diseñan estaciones de tren, esbeltos rascacielos y aeropuertos

Si el futurismo hubiera sido sólo pintura, la exposición inaugurada hace unos días en el Palazzo delle Esposizioni de Roma -El Palacio de Exposiciones- vendría a demostrar qué cerca estuvieron sus creadores y sostenedores de otros ismos pictóricos de la primera mitad del siglo XX. En los cuadros de Umberto Boccioni, por ejemplo en La Risata, se refleja toda la potencia del expresionismo alemán con sus colores audaces y una ironía un poco brutal. Otros lienzos, como La bambina chi corre, de Giacomo Balla, registran una fuerte influencia impresionista, mientras Expansión pesimismo-optimismo, del mismo autor, muestra una clara impronta cubista. Pero el futurismo fue mucho más que pintura, y las incursiones del propio Balla en el territorio de la música, o el teatro o los figurines, demuestran que, como ellos mismos señalaron en un manifiesto publicado en 1915, el movimiento estaba dispuesto a llenar todos los ámbitos de la actividad creativa humana y a ofrecer incluso toda una visión del universo.

Por eso, la muerte de Umberto Boccioni, quizá el más grande pintor del grupo, en 1916, no representa, a juicio del comisario de la exposición romana, Enrico Crispolti, el fin del futurismo. En la muestra del Palazzo delle Esposizioni, que se despliega a lo largo y ancho del primer piso del museo, esta fase del movimiento constituye la primera sección, que ya fue objeto de una exposición en el Sprengel Museum de Hannover, entre marzo y junio de este año, que lleva por título El rumor de la calle, El futurismo italiano 1909-1918.

En Roma, a esta primera parte se han añadido otras dos grandes secciones: una, dedicada a la denominada 'arte mecánica' y a la llamada 'visión cósmica' del movimiento que se desarrolla desde los años veinte a principios de los cuarenta. Y otra, que corre en cierto modo paralela, definida como la Reconstrucción Futurista del Universo, que comprende las innumerables aportaciones de esta corriente artística en ámbitos tan dispares como el diseño gráfico, la fotografía, la planificación urbanística, los bocetos arquitectónicos de construcciones, el cine, la poesía, el diseño de ropa, o de algunos montajes teatrales.

Son años en los que la técnica había hecho ya aportaciones deslumbrantes que hacían pensar en un nuevo desarrollo humano. El futuro se abría, efectivamente, como un territorio genuinamente nuevo y cargado de posibilidades por explorar. Los artistas futuristas diseñan grandes estaciones de tren y esbeltos rascacielos, y hasta salas de espera de aeropuertos, con un toque de fantasía, de ingenuidad que resultaba un poco juguetona.

El futurismo no tiene pruritos artísticos y el propio Marinetti publica manifiestos en diversos campos, como los dedicados a la cocina futurista, la cerámica, la cinematografía o la poesía sintética futurista, que dan idea de la vocación de experiencia artística total de un movimiento que pretendía expanderse a todos los terrenos de la creación.

Técnica y maquinaria

Los artistas se sienten subyugados por la técnica, por la fascinante maquinaria, incluso por la nueva arquitectura fascista, para difundir, la cual organizarán sucesivas exposiciones en los años treinta. El movimiento no tuvo especiales dificultades ni con la dictadura fascista ni con la nazi.

En los años turbulentos, previos al estallido de la II Guerra Mundial, reciben las atenciones de los Gobiernos italiano y alemán que organizan exposiciones sin mayores problemas. En 1939, Marinetti y otros artistas salen en defensa del futurismo frente a los ataques de otros autores decididamente nazis, pero no puede decirse que la política haya sido un obstáculo en el desarrollo de este movimiento artístico y cultural que marcó época y tendencias.

La última fase del futurismo está representada especialmente por la 'aeropintura', un arte que recuerda, a veces, las ilustraciones de los tebeos bélicos. En esta sección han encontrado espacio cuadros de Tato que pretenden reflejar una síntesis entre el mundo clásico y el mundo moderno con una visión en la que se funden el Coliseo de Roma, visto desde el aire, y el primer plano de un avión.

Otros autores proponen curiosas visiones de bombardeos, vistos desde el objetivo del aviador, como si la guerra desde el aire fuera exclusivamente un cómic que no debiera tomarse en serio. El futurismo pierde la mayúscula en esta fase final de su vida, situada por razones de oportunidad cronológica en diciembre de 1944, cuando muere en Italia F. T. Marinetti.

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Velocitá in motocicletta, una de las obras de Giacomo Balla que se exponen en Roma.EL PAÍS
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