El 'dementazo'
La familia del general escenificó la muerte para dar credibilidad al fallo
Fue la crónica de un sobreseimiento anunciado. El domingo 1 de julio, el general Augusto Pinochet fue ingresado en el hospital militar de Santiago a causa de una infección bucal. Dos días más tarde, el martes 3, la Sala Sexta de la Corte de Apelaciones anunció que se aplazaba el fallo sobre el recurso de la defensa de Pinochet en el cual pedía el sobreseimiento del procesado por demencia. Al conocer la noticia, uno de los abogados querellantes, Eduardo Contreras, perro viejo en estas lides, musitó: 'Algo está ocurriendo, y no nos parece que esto sea bueno para la salud del proceso'. Ese mismo día 3, Marco Antonio, hijo del que fuera jefe supremo del Estado, virtual emperador, dio la señal de partida de la campaña: 'Ya apenas habla; está cansado, débil y decaído. Temo un desenlace fatal'.
Según trascendió ayer en Santiago, los tres miembros de la Sala Sexta votaron la resolución precisamente a comienzos de la semana pasada, un par de días después de que Pinochet ingresara en el hospital militar. Fuentes jurídicas próximas a la defensa del general se mostraron por aquellos días muy tranquilas. Confiaban en que el final largamente esperado se acercaba. Y algo más: tenían informes fidedignos de que la sala se había decidido por dos votos a favor del sobreseimiento y uno en contra.
Lo que siguió, según esas fuentes, fue una escenificación. Para ayudar a amortiguar el fallo surgió la idea de airear una vez más el ingreso de Pinochet en el hospital militar y el hecho de que fuera sometido a una intervención en la boca para dar mayor credibilidad a la resolución judicial cuando ésta se diera a conocer ayer, lunes 9 de julio. El viernes circularon rumores sobre el fallecimiento del ex dictador, y el fin de semana, su hija menor, Jacqueline, salió a la palestra. 'Si mi papá pasa un mal rato, se muere', declaró. Y añadió: 'Así de simple'.
El Código de Procedimiento Penal chileno establece 'el sobreseimiento temporal cuando el procesado caiga en demencia o locura y mientras ésta dure'. Los exámenes médicos practicados en el contexto del procedimiento contra Pinochet arrojaron un primer resultado: demencia leve a moderada. Sin embargo, ese diagnóstico fue modificado en el Instituto Médico Legal por otra: demencia moderada. Parecía una cuestión de matiz. Pero, como dijo Luis Fornazzari, uno de los médicos que revisaron a Pinochet, el cambio de diagnóstico buscaba el propósito de exagerar la situación de un paciente que con todas sus dificultades sobrelleva con brillantez sus 85 años de edad. Por eso, Fornazzari se negó a firmar a primeros de este año el nuevo dictamen e informó de ello al juez Juan Guzmán.
El ovillo, pues, comenzó a desenredarse con aquel cambio de 'demencia leve a moderada', tal como se acordó entre los médicos, a una 'demencia moderada'. La Sala Sexta, después de dar algunas vueltas y con el 'demente moderado' en el hospital, presuntamente a punto de expirar, según sus familiares, fue misericordiosa. La justicia, que no la misericordia, es la finalidad de todo juicio, decía la pensadora Hannah Arendt. Y mira por dónde el augusto general no para de ser objeto, después de ser procesado como encubridor de 75 asesinatos, de actitudes misericordiosas.
Pinochet prometió que nunca se iría de Londres en condiciones humillantes. El entonces ministro del Interior, Jack Straw, lo devolvió a Chile tras hacer un cálculo político, pero envolvió la decisión, a espaldas de los tribunales, con el argumento de que, según los médicos británicos, el ex dictador no estaba en condiciones de salud para someterse a un juicio.
En Chile, un grupo de médicos desmintió a sus colegas británicos. Los daños cerebrales no le inhabilitaban, dijeron los especialistas chilenos, para sentarse en el banquillo y responder preguntas -defenderse- ante un juez. Fue el juez Juan Guzmán quien pudo comprobarlo. Le tomó declaración en condiciones bastante normales para una persona de 85 años. Pinochet reconoció sin ambages su propia firma debajo de un documento de 1973.
Los magistrados de la Corte de Apelaciones han decidido, sensibles al poder político y a las presiones militares, dar el carpetazo. Es el dementazo. El mismo día de ayer, el juez Juan Guzmán daba a conocer una de sus resoluciones judiciales más relevantes: el procesamiento del general Manuel Contreras y de los carniceros de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Según el juez, todos ellos formaban una asociación ilícita -organización criminal- dependiente del Gobierno de Pinochet.
El sobreseimiento temporal de Pinochet no supondrá ningún cambio en la instrucción de las causas, que seguirán a cargo del juez Guzmán. Sólo en el caso de que el ex dictador fuera sobreseído definitivamente, el juez Guzmán, que se hizo cargo de todas las querellas dirigidas contra Pinochet, tendrá que dejar las causas, aunque seguirá a cargo de las personas que ya han sido procesadas.
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