Un nuevo libro retrata a Sciascia como un hombre libre que nunca se sometió
Matteo Collura recorre en 'El maestro de Regalpetra' toda la vida y la obra del escritor
Leonardo Sciascia nació el 8 de enero de 1921 en Racalmuto, una región de minas de azufre, dominada por la Mafia del modo más feroz. El abuelo de Sciascia, su padre y también su hermano Giuseppe trabajaron en la minas. Giuseppe se suicidó, cuando tenía 25 años, pegándose un tiro en la cabeza, precisamente en una desolada mina de azufre.
Nanà, como llamaban a Leonardo, criado entre mujeres (su madre y sus tías), no fue a la mina. Apacible y tímido, tenía un carácter fuerte y sabía lo que quería. Por ello se peleó con su padre. 'Discutió con él porque le reprochó leer libros en vez de preocuparse por conseguir un puesto [así se definía y se define aún en Sicilia el trabajo]', afirma Collura en conversación telefónica y por fax con este diario. Nanà no le hizo caso, 'a través de los libros consiguió evadirse de la asfixiante realidad de aquel agujero de Sicilia que ponía y que pone en el puesto su única aspiración'.
Sciascia fue un lector precoz, de Pirandello, de Manzoni, de tantos otros autores, pero no fue un buen estudiante. Se hizo maestro y pronto empezó a colaborar con editoriales y a escribir.
Neurosis de la verdad A lo largo de Sciascia. El maestro de Regalpetra se observa la obsesión del escritor por la verdad y por la justicia. Collura habla en el libro de 'neurosis de la razón' y de 'neurosis de la justicia'. 'En su búsqueda de la verdad, siempre y a cualquier coste, Sciascia se encontró con una realidad que prefería mantener alejada esa verdad. Y en su idea de la literatura como búsqueda de la verdad hay también algo de obsesivo y, por eso, de neurótico. Su búsqueda de la verdad tiene como objetivo la afirmación de la justicia, especialmente en un país de tantos misterios políticos como Italia. Y así, también su insistencia en la justicia, o mejor dicho, en su correcta aplicación, roza la neurosis. Una neurosis de razón que Sciascia mantiene a raya con el optimismo de la voluntad'.
La Mafia, asimismo, es tema recurrente en la obra de Sciascia. 'Con El día de la lechuza y con A cada uno lo suyo, Sciascia obtuvo una enorme fama y fue considerado como el verdadero gran experto en la Mafia. Sus novelas, que contaban desde dentro el fenómeno mafioso, y el hecho de que fuese siciliano le daban credibilidad'.
Pero fue acusado incluso de defender los intereses de la Mafia, de estar envuelto en su cultura. La cosa cambió cuando 'en Sicilia la lucha contra la Mafia se convirtió en monopolio de una formación política que tuvo su punto de fuerza con un acuerdo privilegiado con la magistratura. Sciascia estaba contra la Mafia, naturalmente, pero también estaba en contra de un clima político que tendía a criminalizarlo todo'.
Collura cuenta en el libro la vida y la obra de Sciascia como si de una novela se tratara, y como una novela se lee. Los tíos de Sicilia, Las parrroquias de Regalpetra, La bruja y el capitán, A cada uno lo suyo, El caballero y la muerte, El contexto, Horas de España... todos estos libros tienen una historia y casi siempre nacen de una experiencia vivida, en todos ellos se detiene Collura.
Collura habla de las relaciones de Sciascia con España; de su admiración por Ortega, al que consideraba un maestro; de la guerra civil, 'una herida incurable', decía Sciascia. ¿Es cierto que Gary Cooper le influyó a favor de los republicanos? 'Sí, en los años treinta llegaba a Sicilia propaganda americana de sus actores más conocidos. Cooper, entre ellos, no ocultó que estaba en contra de Franco y a favor de los republicanos'.
Un Quijote siciliano Collura define a Sciascia como un Quijote siciliano. 'Sí, por su insistencia en cambiar un mundo refractario a ser cambiado: un mundo que se complace en verse en el espejo cuando Lampedusa escribe en El gatopardo que, en Sicilia, todo debe cambiar para que nada cambie. Sciascia quería un cambio verdadero, real y concreto. Esto formaba parte de su herejía, de su utopía, por eso hablo de Don Quijote'.
Matteo Collura (Agrigento, 1945) no habla de sí mismo en el libro, pero se nota que estuvo muy próximo a Sciascia. 'Fui muy amigo suyo, y esta amistad me cambió la vida y fue para mí un destino. Si soy el hombre, el periodista y el escritor que hoy soy se lo debo a él. En El maestro de Regalpetra no hablo de mí, pero mi testimonio es constante. Conocí a Sciascia a finales de 1960, cuando yo era un aprendiz de cronista. Me atrajo su sencillez y su afectuosa curiosidad por un joven como yo. Nos hicimos amigos al instante'.
El libro muestra el contraste entre la actitud polémica de Sciascia y su vida cotidiana conformista y burguesa. 'Al contrario que otros escritores, como Pirandello o Moravia, no tuvo una vida privada complicada. La suya fue una existencia burguesa, aparentemente. Lo más interesante de su vida está en su actividad como escritor: inteligente, lleno de coraje, problemático, aguafiestas, libre. Las furiosas polémicas que mantuvo en la prensa no turbaron su vida familiar. Estoy seguro de que disputar con aquellos que le acusaban de no tener en cuenta los intereses del Estado le divertía. Tuvo palabras sublimes sobre los cretinos barnizados de progresismo inteligente'.
¿Hay en Italia algún escritor que pueda ser considerado sucesor de Sciascia? 'No. Sciascia ha sido no sólo un gran escritor de una literatura muy especial y refinada, sino también un hombre y un intelectual libre, libre sobre todo de las lisonjas, del dinero y del éxito. Esto no es común en los escritores italianos y no es transmitible. Además, estaba su coraje, al límite de la temeridad, algo único en el panorama literario italiano'. Los libros de Sciascia se siguen leyendo en Italia. 'Los jóvenes aman a Sciascia porque encuentran en él el hombre libre y el intelectual honesto. Lamentablemente, permanece más el recuerdo del gran polemista que el del gran escritor'.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.