Sida de pobres
A los veinte años de la aparición del sida, la enfermedad parece estar médicamente contenida en los países ricos y desarrollados, pero sigue causando estragos en los más pobres y en desarrollo. Al menos 36 millones de adultos y niños padecen hoy las secuelas del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH); de ellos, 25 millones viven en el África subsahariana. Más de tres millones morirán a lo largo de este año, como ha ocurrido con otros tantos durante el año 2000.
La ONU pugna por establecer una estrategia global contra la pandemia, en la que estén implicados gobiernos y organismos internacionales. Pero en la sesión especial dedicada al sida en Nueva York se ha puesto una vez más de manifiesto que la batalla contra el sida, además de económica, es también cultural y política. Hace falta dinero para comprar medicinas, que los países pobres no pueden costear. En este sentido, constituye un logro importante que EE UU haya permitido a Brasil la fabricación de genéricos contra el sida (fármacos baratos sin marca), pese a que sus versiones comerciales sigan protegidas por patentes internacionales. Algo parecido se consiguió hace unos meses en Suráfrica, el país con más seropositivos reconocidos en el mundo (cerca de cinco millones).
La prevención de la enfermedad, como su tratamiento, también exige dinero. Pero, ante todo, exige una actitud que arrumbe prejuicios morales y religiosos muy arraigados en muchos países. En algunas partes de África, la resistencia de los hombres a usar preservativos, la creencia extendida entre ellos de que la relación sexual con una persona virgen es el camino a la curación y, en general, el papel de sumisión social y familiar de la mujer contribuyen poderosamente a la propagación de la enfermedad. La reunión de la ONU ha tenido que hacer filigranas para no herir a los 53 países islámicos asistentes, diluyendo las referencias concretas a las vías más frecuentes de contagio como son la homosexualidad, la prostitución y la drogadicción.
El objetivo fijado por la ONU es no sólo frenar el avance del sida, sino reducir drásticamente su incidencia entre los jóvenes y niños en los próximos cinco años. No será facil conseguir los fondos necesarios, calculados en unos 9.000 millones de dólares anuales, según se ha puesto de manifiesto en la reunión de la ONU. Pero son sobre todo los prejuicios morales y la desinformación los factores que más dificultan la lucha contra el sida en los países más afectados por la pandemia.
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