Dezcallar, un diplomático políticamente flexible
El nuevo director del CESID tiene una relación fluida con Aznar pese a sus vínculos con González
A lo largo de su carrera profesional Jorge Dezcallar ha tenido mucha más relación con el anterior presidente del Gobierno, Felipe González, que con el actual, José María Aznar. 'La verdad es que me he entendido bien con él cada vez que ha venido por Marruecos', confesaba el embajador español sorprendido de tener una relación tan fluida con un jefe de Gobierno conservador después de haber desempeñado durante largos años altos cargos con ejecutivos socialistas. Aunque le habían prometido que sería nombrado embajador en Marruecos, el fin de la etapa socialista fue algo amargo para Dezcallar.
Perdió categoría laboral en el Ministerio de Asuntos Exteriores y estuvo poco ocupado durante unos meses hasta que el Gobierno popular le puso, a principios de 1997, al servicio del ex presidente Felipe González. El líder socialista español había sido entonces encargado por la Organización sobre Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) de llevar a cabo en Serbia una labor de buenos oficios entre el dictador Slobodan Milosevic y la oposición para intentar democratizar el país. Necesitaba un apoyo diplomático español y Dezcallar fue designado para secundarle. Ambos congeniaron y su cálida relación quedó de nuevo puesta de manifiesto cuando el embajador invitó, a finales de marzo en Rabat, al ex presidente a almorzar en su residencia diplomática. Poco después se cumplió, por fin, la promesa del anterior ministro de Exteriores, Abel Matutes, de enviarle a Rabat, la capital del país al que el Cesid dedica desde hace años sus mayores esfuerzos. La entronización del nuevo rey Mohamed VI, en julio de 1999, suscitó allí una ola de optimismo pero el reino atraviesa ahora un momento delicado al estar estancadas las reformas. Desde que hace cuatro años Dezcallar se hizo cargo de la Embajada, la relación entre Rabat y Madrid ha sufrido además un claro deterioro sobre todo desde el fracaso, en abril, de la negociación pesquera.
Hasta ahora no tenía buen recuerdo de las experiencias con el espionaje durante su carrera
Fue con el PSOE en el poder que Dezcallar empezó a ascender. Tras una corta etapa en el gabinete internacional de La Moncloa, fue nombrado subdirector del Magreb en el Ministerio de Asuntos Exteriores y, posteriormente, director general de África y Oriente Próximo. En la sombra contribuyó a organizar la Conferencia de Paz que congregó, en Madrid en 1991, a árabes e israelíes. Abandonó finalmente su dedicación al mundo árabe para ser el director político que representó a España en el Comité Político de la UE. Buena parte de sus subordinados le describen como un auténtico 'servidor del Estado', flexible ideológicamente, y con una gran brillantez de análisis. El único reproche que, a veces, le hacen los más exigentes es haberse ausentado estos últimos años con excesiva frecuencia de Rabat para dar conferencias y participar en seminarios en España.
Dezcallar viajó anoche de Madrid a Rabat para iniciar los trámites de su mudanza. A lo largo de su dilatada carrera, Dezcallar se ha rozado más de una vez con el mundo del espionaje. Y esas experiencias no le habían dejado hasta ahora muy buenos recuerdos. Hubo, por ejemplo, que corromper, con la ayuda del Cesid, a algún funcionario iraní para obtener la liberación del capitán Rosales, de la marina mercante española, encarcelado en Irán por ser considerado responsable de un incendio que se desató en un dique junto a su carguero. Peor aún, el Cesid descubrió, a principios de los años noventa a un espía a sueldo de Marruecos en la dirección de Asuntos Exteriores que encabezaba Dezcallar y que el servicio secreto estuvo peinando durante semanas.
Aunque es mallorquín y nunca se olvida de su isla, Dezcallar lleva años veraneando en la costa guipuzcoana a la que su esposa se siente vinculada. Ambos ya han pensado que el nuevo cargo les obligará a cambiar sus hábitos de vacaciones.
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