Kiev marca las distancias
Los habitantes de Kiev, la ciudad de las cúpulas doradas, llena de parques y atravesada por el inmenso río Ndieper, se asomaron tímidamente ayer a la calle para ver pasar a la comitiva papal y saludar al Pontífice. Fue un recibimiento discreto, porque el Gobierno no ha querido dar más relieve del justo a una visita que tanto incomoda al principal poder religioso del país.
El presidente Kuchma confía en que la presencia de Wojtyla, durante cinco días en Ucrania dé un poco de publicidad positiva a un país asociado desde abril de 1986 al más grave accidente sufrido por una central nuclear en la historia. El Papa recordó ayer en dos ocasiones este tremendo trauma que ha provocado miles de muertes. Pero los problemas no empiezan ni terminan en Chernóbil. El derrumbe de la Unión Soviética y la consiguiente independencia recobrada (Ucrania había sido brevemente independiente entre 1917 y 1918) no han hecho a Ucrania más rica, sino todo lo contrario. En los últimos diez años ha disminuido la población (de más de 51 millones, se ha pasado a los 50) como consecuencia de una emigración masiva, y el país afronta una grave situación económica.
Sin embargo, en el aspecto religioso sigue siendo muy fuerte la dependencia de Moscú. La Iglesia ortodoxa, que carece de una autoridad universal, en el caso ruso mantiene el control de un vasto territorio y se muestra muy reacia a ceder terreno a otras confesiones. Más de la mitad de la población ucraniana es ortodoxa (la mayoría miembros de la Iglesia ligada a Moscú), pero, según el Vaticano, los fieles no comparten la rígida posición de la jerarquía.
El cardenal Walter Kasper, responsable de las relaciones con las iglesias cristianas, insistió ayer en que la posición del Vaticano no puede ser más pacífica. 'No queremos que los ortodoxos dejen de serlo, al contrario, queremos que sean buenos ortodoxos', dijo a los periodistas a bordo del avión papal. En todo caso, defendió el derecho del Pontífice a visitar Ucrania sin la bendición de la principal jerarquía cristiana del país. 'Le han invitado los católicos de rito griego que son casi cinco millones y los de rito latino, que son un millón. Me parece que está justificada su visita'.
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