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El Papa pide perdón a los ortodoxos en Ucrania

'No vengo a hacer proselitismo, sino en misión de paz', afirmó Juan Pablo II al llegar a Kiev

El Papa se dejó fotografiar, a la sombra del improvisado palco, junto a medio centenar de niños vestidos con los trajes típicos ucranios, después de haber saludado con beatífica paciencia a todas las jerarquías civiles y religiosas en el aeropuerto. Horas después acudió al palacio de Mariyinsa, un espléndido edificio barroco, para saludar al presidente Kuchma y a su familia, ante quien repitió los puntos esenciales de su discurso en el aeropuerto de Boryspil, en ambos casos leídos en ucranio.

Karol Wojtyla, un Papa polaco que trae a la memoria de este país un pasado remoto de ocupación polaca que en el siglo XVI alentó una escisión mortífera en la Iglesia ortodoxa, quiso dejar claras sus intenciones nada más pisar tierra de Ucrania. 'Llego como mensajero de paz'. 'No tengo intención de hacer proselitismo', dijo el pontífice en un evidente intento de disipar tensiones. 'Vengo invitado por el presidente Leonid Kuchma y por los patriarcas de la iglesias católicas de rito oriental y occidental', añadió.

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Tanto el patriarca Alexis II en Moscú, como el líder de la Iglesia ucrania fiel a esta línea, el metropolitano Volodimir, se han opuesto a esta visita por considerarla prematura, y por el declarado temor de que los católicos, que han recuperado protagonismo tras la independencia de Ucrania, en 1991, se conviertan en una minoría cada vez más poderosa. Volodimir, en un gesto sin precedentes que supone un desaire mayúsculo para el Papa, ha optado por marcharse de Kiev, pretextando la necesidad de hacer una cura de reposo en la República Checa, para evitar un encuentro con el pontífice que hoy se reunirá con los representantes de todas las religiones que conviven en Ucrania en precario equilibrio.

De un lado, los cristianos ortodoxos divididos en tres iglesias, la que lidera Volodimir (claramente manipulada por Moscú), la instituida por el patriarca Filaret, independiente de Moscú, y la Iglesia autocéfala de Ucrania, muy minoritaria. Tampoco la armonía es total entre las dos grandes ramas del catolicismo ucranio, la bizantina o griega (casi cinco millones de fieles), que conserva el rito ortodoxo en estado casi puro, excepto por la obediencia total al Papa de Roma, y la de rito latino, que cuenta con un millón de fieles. Hay, además, una minoría católica de rito armenio, seis confesiones protestantes y sendas minorías judías y musulmana.

Aunque el Vaticano ha insistido en que se trata de un viaje pastoral, con el que el pontífice quiere mostrar su solidaridad con el pueblo greco-católico ucranio (la Iglesia uniata), que sufrió una dura persecución durante la etapa de Stalin, a nadie se le escapa la valencia política de esta visita. El mismo Wojtyla subrayó este aspecto al referirse en su discurso, en el territorio neutral del aeropuerto de Kiev, 'a la opresión sufrida bajo los dos regímenes totalitarios, el comunismo y el nazismo', que estuvo a punto de aniquilar la identidad cultural, política y religiosa del país. El Papa se felicitó 'por la recobrada independencia' de Ucrania, y por el 'renacimiento' que se ha producido en el país tras la catástrofe nuclear de Chernóbil. 'Aquel evento apocalíptico', dijo el pontífice, 'que ha decidido a vuestro país a renunciar a las armas nucleares, ha empujado al mismo tiempo a los ciudadanos a un enérgico despertar'.

Como en todas sus visitas a países del este europeo, el Papa mencionó la 'evidente vocación europea' de Ucrania. Casi con las mismas palabras le respondió el presidente Kuchma, antiguo miembro del comité central del PCUS, que se refirió con dureza en su discurso a los tiempos de la opresión religiosa. Kuchma saludó al pontífice como un campeón de los derechos humanos, de la igualdad entre países ricos y pobres, y expresó su esperanza de que la visita de Wojtyla sea 'un ladrillo más en la construcción de la Europa que deseamos'. Una Europa en la que quepan todos los pueblos que la integran geográficamente.

Juan Pablo II junto al presidente ucranio, Leonid Kuchma, rodeados de niños, a su llegada al aeropuerto de Kiev.
Juan Pablo II junto al presidente ucranio, Leonid Kuchma, rodeados de niños, a su llegada al aeropuerto de Kiev.EPA

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