El Papa pide a ucranios y polacos que superen los enfrentamientos del pasado
La Iglesia ortodoxa rusa teme la ofensiva europea del Pontífice
En Lviv, que ayer presentaba un aspecto caótico, Ucrania muestra las heridas del desastre económico de los últimos diez años. En las tiendas más elegantes de la ciudad se exhiben modestísimos zapatos y bolsos de plástico que testimonian el nivel precario del consumo local. Y, sin embargo, el Pontífice volvió a pedir ayer a los jóvenes de esta nación en crisis que no deben sustituir al verdadero Dios por 'los falsos ídolos' que son los bienes materiales. Les pidió que permanezcan en su país, amenazado por un flujo migratorio que está vaciando Ucrania de jóvenes.
El Pontífice apareció eufórico sobre el escenario, construido frente a la iglesia de la Natividad, uno de los nuevos templos que pueblan esta región de mayoría católica. El hundimiento de la URSS, que ha permitido la salida de las catacumbas de la Iglesia greco-católica ucrania (Iglesia uniata), ha cambiado el equilibrio de fuerzas en la zona, hasta el punto de que en Lviv es la jerarquía ortodoxa la que se encuentra sin templo propio.
Es evidente que el nuevo orden político-religioso surgido de las cenizas de la Unión Soviética ve una amenaza en el viaje que realiza Juan Pablo II por Ucrania. El hecho de que el patriarca de Moscú, Alexis II, estrechamente ligado al poder político ruso, haya decidido visitar Bielorrusia coincidiendo con la llegada del Papa a Kiev, no deja de ser una señal de alarma de la ortodoxia cristiana que ve amenazado su status quo por el poder mediático del Pontífice. El patriarca ruso respondió ayer a los llamamientos al diálogo y a la unidad de los cristianos que ha hecho Wojtyla desde que llegó a Ucrania con un seco comentario. 'La división secular entre la Iglesia oriental y la romana no puede superarse con meras declaraciones', dijo.
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