Edimburgo y Barcelona piden festivales abiertos a tendencias y públicos nuevos
Concluye el seminario organizado por la SGAE sobre 'La gestión de las artes escénicas'
Han proliferado por todas partes en los últimos años, pero muchos festivales de verano tienen su meta situada en Edimburgo. Surgido en 1947 cuando el Reino Unido comenzaba a recuperarse de los estragos de la II Guerra Mundial y concebido como un encuentro de creación y convivencia, el festival de la capital de Escocia goza de una salud de hierro. Cerca de 200 espectáculos de música, teatro y danza se representarán este año en distintos lugares de una ciudad que duplica su población -de medio millón a un millón de habitantes- durante el mes de agosto con el festival como gancho.
La receta del éxito parece sencilla de explicar, pero muy difícil de poner en práctica. Con tono didáctico y humilde, Brian McMaster definió la pócima mágica ante el interés de más de un centenar de directores de teatros, responsables de compañías, productores y programadores culturales convocados por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). 'En un festival como Edimburgo', manifestó McMaster, 'cada espectáculo ha de alcanzar un gran nivel de calidad y las representaciones deben contar con escenarios adecuados. Se trata también de abrirse a las nuevas tendencias, de ofrecer una panorámica del trabajo de los creadores y de convertir el festival en una ocasión única para atraer nuevas audiencias'.
Creación y originalidad Marcados por la admiración que suscitan los líderes, los asistentes al seminario de la SGAE le daban vueltas a la forma de aplicar la doctrina de Edimburgo. Espacio para la creación, experimentación de formas y de contenidos, vanguardia artística y originalidad en las programaciones han sido las claves de la principal cita cultural del verano europeo. Un festival que cuenta como soportes económicos con el Ayuntamiento de Edimburgo, el Gobierno británico, los patrocinadores privados y la taquilla. Un festival que ha generado su propio montaje alternativo -el llamado fringe-, donde cualquier persona puede exhibir sus habilidades artísticas en las calles de Escocia hasta el punto de que el pasado año unos 16.000 actores y músicos pudieron actuar en Edimburgo. 'El fringe', dijo McMaster, 'es un festival separado y dispone de su propia organización. Pero yo siempre confío en que seamos complementarios, y suele ocurrir así'.
Y como el cosmopolitismo no está reñido con el localismo, Edimburgo promueve la colaboración con artistas locales, especialmente con las compañías de teatro y de ópera que funcionan de modo estable en la capital escocesa durante todo el año. No olvidó McMaster referirse al mestizaje cultural como uno de los ejes de su misión. 'En un Reino Unido donde la presencia de amplias minorías de emigrantes asiáticos y africanos es cada vez mayor, se impone la obligación de abrir nuestros programas a esos artistas. Porque en las ofertas de cultura convencional se echa en falta la presencia de creaciones de artistas de origen africano o asiático'.
Para dirigirse a un auditorio español con nombres y apuestas reconocibles e ilustrativas de su filosofía, McMaster recordó la participación el pasado año de Calixto Bieito con Las comedias bárbaras, de Valle-Inclán, y la intervención este verano del músico Carles Santos, que dirigirá la ópera Ricardo y Elena.
Después de la intervención de papá Edimburgo, llegó el turno de uno de los hijos en las sesiones del seminario La gestión de las artes escénicas: el Grec de Barcelona. Surgido en 1976 al socaire de la ebullición de aquellos años de transición política, el Grec cumple en esta edición su 25º cumpleaños con el montaje de un Don Juan, de Molière, y con espectáculos de calle a cargo del grupo Comediants, que escenificará en el Palau de la Virreina la evolución del festival.
Arte y economía Borja Sitjà, director del Grec, reconoció que todos los festivales europeos son un poco hijos de Edimburgo y de Aviñón, ambos creados poco después del final de la II Guerra Mundial, y agregó: 'Nosotros nos hemos planteado un festival más de creación que de acogida de espectáculos. Por ello, más de la mitad de los espectáculos que presenta el Grec son producciones propias o coproducciones. Intentamos primar lo artístico sobre la rentabilidad económica, pero es una tarea difícil cuando dependes de las administraciones públicas. Creo que las subvenciones hay que gastarlas en favor del público y de los artistas'.
El Grec, que abre el telón de esta edición el próximo lunes, dispone de un presupuesto de unos 1.200 millones de pesetas, que procede del Ayuntamiento de Barcelona, de otras entidades públicas, del patrocinio privado y de la taquilla. Tras reconocer sus celos por Edimburgo o Aviñón -dos ciudades pequeñas que se convierten en capitales culturales de Europa en verano-, Sitjà lamentó que el Grec barcelonés no contara con una cita alternativa que llenara la ciudad de espectáculos. 'Pero no toca que la promueva el Grec oficial, claro', apostilló Sitjà.
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