Amigos y colegas elogian el arte y la profesionalidad de Esther Benítez
El Círculo de Bellas Artes acoge un cariñoso tributo a la traductora
Tampoco olvidaron que gracias a ella varias generaciones de lectores en español han podido acercarse a las obras de autores sobre todo italianos (Italo Calvino, Cesare Pavese, Manzoni) pero también franceses (Maupassant). Todo lo cual le valió el Premio Nacional de Traducción en 1992 en reconocimiento a toda su obra.
El acto comenzó con un vídeo de TVE, grabado hace 23 años, en el que Benítez mostraba su militancia en favor del reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual de los traductores. Al mismo tiempo que denunciaba la escasa atención que prestaban los críticos literarios a las traducciones. 'No se debe olvidar sistemáticamente a ese oscuro personaje gracias al cual podemos leer sin ser políglotas a autores de otras lenguas', sentenciaba en televisión la traductora.
El turno de intervenciones, nueve en total, lo abrió el editor y vicepresidente de Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, del que Benítez fue fundadora y en el que trabajó hasta 1999), Federico Ibáñez, que relacionó la afición que tenía la traductora a bordar punto de cruz con las 'puntadas certeras' que dio para que el trabajo de traductor tuviera 'el reconocimiento social y público que merece'.
A continuación, el editor Jaime Salinas recordó que Benítez era ya una traductora 'madura, formada, culta y con sensibilidad acerca de lo que debía ser la traducción' en un tiempo, los años sesenta, en que la mayoría de traductores eran estudiantes universitarios que entendían el oficio como un mero juego para ganar algún dinero.
En esta misma opinión insistió la traductora de italiano que trabaja en el Instituto Cervantes, María Pepa Palomero, quien ensalzó a Benítez por pertenecer al grupo de traductores que supieron 'mentalizar a los jóvenes de cómo había que traducir, de la importancia del estilo'.
El siguiente en el turno de homenajes fue el director general del Libro, Fernando de Lanzas, quien destacó de Benítez su 'labor de vertebración profesional del mundo de los traductores y su capacidad para equiparar la traducción a la creación original. Le siguió el traductor Ángel Sánchez Gijón, quien evocó a Benítez 'en su calidad de militante y activista contra la dictadura y en la cojitranca democracia'. 'No esperó a que Franco se muriese en la cama para ser una demócrata de toda la vida', afirmó Sánchez Gijón, para quien la traductora mantuvo su condición de militante del P.C. hasta el final por lealtad a su propia historia personal y a la colectiva de 'tantos camaradas en aquellos años'.
Tras las intervenciones del periodista Salvador Agustín, el escritor Andrés Sorel y los editores Felicidad Orquín y Mario Muchnik, el traductor Mario Merlino y Carlos Alonso leyeron fragmentos de traducciones de Pavese y Calvino realizadas por Benítez.
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