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Reportaje:

El corazón también puede regenerarse

Un estudio revela la capacidad natural del miocardio para producir nuevas células tras un infarto

El corazón es un misterio insondable para los poetas, con secretos que hasta ahora mismo eran ignorados por los cardiólogos. Uno de los dogmas que se suponían irrefutables es el de que un corazón lesionado por un infarto no tiene capacidad de regenerar las células dañadas. Piero Anversa, que trabaja en Nueva York, y su equipo, con investigadores en dos universidades italianas, han roto el paradigma al confirmar que no hay excepciones a su vieja tesis de que la regeneración celular es consustancial a la vida: el corazón es capaz de producir nuevas células. El hallazgo ha sido calificado de hito con increíbles implicaciones por Valentín Fuster, que presidió la Asociación Americana del Corazón.

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El resultado de los trabajos de Anversa, publicado en The New England Journal of Medicine (NEJM) del pasado jueves, ha sacudido los cimientos de la cardiología al abrir una nueva vía a la terapia para la recuperación de corazones dañados por un infarto. 'Lo que queremos es arreglar el corazón, que es lo que siempre he dicho', señala el investigador del New York Medical College. 'Pero lo que no sé es cuándo será eso'. No será de hoy para mañana, pero lo que hasta ahora se tenía por imposible puede que ya sea probable.

Hasta hace no mucho se pensaba que el cerebro no podía crear nuevas células, tesis que ya ha sido rechazada, y sobre el corazón humano se tenía la misma idea. El descubrimiento que ahora se ha anunciado es fruto de 20 años de trabajo de Anversa para responder a esta pregunta: '¿Por qué no el corazón, si los huesos, la piel y otros órganos producen constantemente células a pesar de las lesiones?'.

Los investigadores compararon los corazones de 13 personas que murieron entre 4 y 12 días después de sufrir un infarto con los de otras 10 personas de control que perecieron por otras causas, y confrontaron las zonas inmediatas al área que se había quedado sin riego sanguíneo (la causa del infarto, por la muerte de parte del músculo) con los tejidos de zonas más alejadas. Los análisis descubrieron que, antes de dejar de latir para siempre, en el corazón dañado habían aparecido nuevas células, más jóvenes, menores y con mejor funcionamiento.

Ayudados de un microscopio de altísima resolución, los científicos midieron la actividad de la proteína Ki67 (un indicador de división celular que se halla en el núcleo de las células musculares), y vieron que había actividad en el 4% de las infartadas y en el 1% de las más alejadas. También identificaron características que prueban la aparición de células tras el infarto. 'Nuestros resultados discuten el dogma de que el corazón es un órgano posmitótico y suscitan la posibilidad de que la regeneración de los miocitos puede contribuir a incrementar la masa muscular del miocardio', concluyen en el NEJM. En palabras no técnicas del propio Anversa para explicar la trascendencia de su estudio: 'Es la prueba más fehaciente de que las células musculares cardiacas se pueden regenerar y, por lo tanto, reparar el daño'.

El corazón es una máquina perfecta y muy delicada que no admite manipulaciones gratuitas, y ahora se trata de entender el proceso para realizar posteriores aplicaciones terapéuticas. Queda por observar cómo pueden afectar al funcionamiento de ese músculo privilegiado las discontinuidades que presentan las nuevas células, con su potencial de crear irregularidades no tolerables por el organismo, y determinar de dónde proceden tales nuevas células, si del propio corazón o llegan a través del torrente sanguíneo.

Los resultados de la investigación han suscitado comentarios encomiásticos desde todos los flancos. Valentín Fuster, jefe del servicio de Cardiología del hospital Monte Sinaí, una autoridad mundial en cardiología, destacó en The New York Times 'las increíbles implicaciones' de este descubrimiento. Con unos años más de investigación, médicos y pacientes (el corazón es la principal causa de muerte en las sociedades desarrolladas) pueden encontrarse 'con una nueva arma terapéutica', adelanta Fuster. 'Esto es un hito, al menos un nuevo modo de pensar sobre la capacidad de recuperación del corazón y el modo de repararlo'.

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