Los inmigrantes piden ayuda al Ayuntamiento
En junio del año pasado, unos 80 inmigrantes subsaharianos ya se instalaron en la plaza de Catalunya. Escogieron este peculiar emplazamiento para hacer visible su dramática situación y a finales de otoño el Ayuntamiento acordó alojarlos en un albergue mientras no conseguían regularizar su situación. Muchos siguen allí a la espera de los papeles y de un trabajo que les permita salir adelante. Otros, en cambio, ya han conseguido un permiso de trabajo al haberse presentado a una oferta de empleo.
Con la llegada de otros 90 subsaharianos indocumentados, se confirman los peores temores de los servicios sociales del Ayuntamiento, que han intentado evitar que Barcelona se convierta en un destino de inmigrantes indocumentados en busca de techo y manutención. Los responsables de los servicios sociales no creen que los albergues sean la solución, puesto que éstos se llenan y las olas migratorias no cesan. Apuestan, en cambio, por proporcionarles ayudas puntuales mientras consiguen la regularización.
'Los jardineros nos mojan mientras riegan con la manguera. No podemos ni dormir'
La asamblea que ayer celebraron los subsaharianos, casi todos de Sierra Leona, concluyó con el acuerdo de pedir amparo al Ayuntamiento y otras administraciones. Su intención más inmediata es hacerse visibles. 'No queremos convertirnos en parte del paisaje de la plaza', decía uno de ellos.
Los nuevos habitantes de la plaza de Cataluña no buscan nada más que un trabajo que les permita ganarse la vida. La mayor parte de ellos huyen de Sierra Leona, un país convertido en un infierno por la guerra civil que dura ya diez años y que se ha cobrado más de diez mil víctimas.
En Barcelona no temen por sus vidas, pero su situación es precaria y rozan la miseria. Durante el día matan las horas sentados en los bancos de la plaza de Catalunya mientras cuidan de sus escasas pertenencias. Hacen turnos para irse a lavar en las fuentes e intentan compartir lo poco que tienen. Los más afortunados ya han conseguido la tarjeta que les abre las puertas de uno de los comedores sociales del Ayuntamiento. 'Como una vez al día, pero ya es más de lo que hacen mis compañeros', explicaba ayer uno de ellos mientras aguardaba la hora del almuerzo. Los menos afortunados tienen que conformarse con lo que encuentran por la calle y con la comida que les proporciona el convento de las Hermanas de la Caridad.
El aseo personal es un drama a parte. Se lavan en plena calle, intentan cambiarse de ropa y afeitarse, pero todos suspiran por una ducha caliente. 'Hace dos semanas que no puedo ducharme', afirma Peter, un joven con la cara llena de cicatrices.
Cuando llega la noche las cosas empeoran. Para dormir extienden viejas mantas y algunos colchones en el pavimento de la plaza, aunque deben soportar las incursiones de la brigada municipal. 'Los jardineros nos mojan cuando riegan. No podemos ni dormir'.
Uno de los apoyos que han recibido en sus primeras noches sin techo ha sido el de la CGT. Este sindicato, que se implicó a fondo en los encierros en iglesias que protagonizaron los inmigrantes a principios de año, quiere presionar al Ayuntamiento para que proporcione un techo a los sin papeles. Uno de sus representantes, Enrique Mosquera, se quejaba ayer de la forma en que los inmigrantes llegan desde las islas Canarias. 'Está claro que allí se les aconseja que vengan a Barcelona. No saben como librarse de ellos'.
Los nuevos inquilinos de la plaza ya se han acostumbrado a ser el centro de las miradas de turistas y autóctonos y, pese a las adversidades, no evitan el contacto con la gente. Éste es el caso de Teo que ayer, y en un perfecto inglés preguntaba a uno de los:curiosos: 'Por cierto, ¿no sabrá usted de algún trabajo?'.
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