'Nuestro gran triunfo fue unirnos para proteger a la gente sana'
Llega un poco tarde a la entrevista. 'Vengo de una acogida', se disculpa apurado Josu Unanue (Bermeo, 42 años). Viene de estar con una persona que acaba de descubrir que es seropositiva que le ha planteado sus miedos e inquietudes. El fundador de Txo Hiesa no le habrá dado respuestas, pero sí le ha hablado desde la experiencia. Hace ya 16 años que es seropositivo pero, cosa excepcional, no ha desarrollado el sida. La descripción de los primeros cinco casos de lo que luego se bautizaría como sida se publicó hace exactamente dos décadas, el 5 de junio de 1981, en la revista estadounidense Morbility and Mortality Weekly Report.
Pregunta. ¿Dónde estaba usted hace 20 años?
Respuesta. En África occidental. Trabajaba en un atunero como muchos de mi pueblo. Me enteré que era seropositivo en 1985, por casualidad, al ir a donar sangre. Ni sabía de la enfermedad, porque no se dio la voz de alarma hasta el descubrimiento de los primeros casos en el mundo occidental.
P. Esta mañana [el viernes pasado] ha muerto a los 12 años Knosi Jhonson, un niño surafricano al que pronosticaron nueve meses de vida al nacer.
R. Todos tenemos derecho a vivir dignamente. Creo que aquí se está jugando mucho a que por el mero hecho de nacer en un lugar concreto parece que tengas más derecho a vivir. No podremos parar el sida si todos no tenemos las mismas oportunidades. Me da vergüenza pensar que por nacer en Suráfrica y ser negro este chaval haya tenido menos derecho a disfrutar de la vida. Por lo menos tenía derecho a vivir los años que yo tengo. Aquí también se han dado casos similares.
P. ¿Es la victoria de ONG y el Gobierno surafricano frente a las multinacionales para que vendan los fármacos más baratos el gran triunfo del activismo civil?
R. Creo que nuestra gran victoria fue que, hace ya muchos años, miles de personas muy diferentes nos uniéramos para proteger a la gente sana. Para decirles: 'Yo lo tengo, tú no lo tengas'. Creo que el siguiente paso es enjuiciar a las multinacionales y gobiernos que han negado el acceso a los medicamentos y nos han hecho sentir culpables de un gasto económico irreal.
P. ¿Cómo puede apoyar el resto de la sociedad a los seropositivos y enfermos?.
R. ¿Cómo puede? Más bien debe, tiene la obligación de hacerlo. Veinte años, 19 millones de personas fallecidas y cerca de 40 millones que vivimos con ello. Hay mucho dolor. La sociedad no nos puede pedir más. Hasta hemos cuidado a quienes ellos no querían cuidar. Lo que se logre para los afectados del sida será bienvenido para los que tiene Alzheimer, los mayores, los que tienen defectos psíquicos... Ya nada será como antes del sida: nos ha hecho hablar de sexo, de las drogas, de las parejas de hecho.
P. ¿Qué queda pendiente?
R. En el mundo rico, el reconocimiento de los derechos laborales, por ejemplo. A la mínima duda [de la enfermedad], en las empresas te discriminan. Los sindicatos tienen que espabilar.
P. ¿Deberían las autoridades insistir más en ña prevención?
R. Creo que desde el principio ha habido un mensaje equivocado. Si subía el porcentaje de sida en un colectivo, se le trataba; si no subía, no se le prestaba atención. La gran mentira es que las cifras siempre suben después del efecto que tienen. La única manera de incidir es que a nosotros [los afectados] nos dejen tomar parte en esas decisiones.
P. Que les consulten más.
R. Sí. El problema es que a menudo las autoridades nos han visto más como enemigos que como compañeros de batalla. Esa mentalidad debe cambiar.
P. ¿Cómo es el balance global hace de estos 20 años?
R. Enriquecedor por los progresos de la lucha. En algunos países lo estamos parando. También lamentable, porque hay políticas económicas en ciertos países que han puesto sus intereses económicos por encima de los nuestros. La sociedad no ha sabido aprovechar nuestra experiencia. Porque nosotros hemos logrado, con o sin ayudas, frenar la ignorancia, la intolerancia, la discriminación. Personalmente, creo que me ha chupado hasta el tuétano. ¡Ha habido tantas pérdidas! Pero hace 16 años yo no era feliz. Hoy soy muy, muy feliz.
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