Por un nuevo contrato entre la UE y el Mediterráneo
El autor, comisario europeo de Comercio Exterior, mantiene que los países de la cuenca del Mediterráneo deben trabajar en la profundización de sus relaciones para crear un verdadero espacio económico
Europa sale de la crisis, el paro desciende y su crecimiento parece asegurado. La ampliación de la Unión Europea (UE) hacia el Este está hoy por hoy a nuestro alcance, y el crecimiento y la inversión europeos se difunden. En este contexto, y dada la prioridad que acordará la presidencia española de la UE a las relaciones con la orilla sur del Mediterráneo y del Próximo Oriente, ¿en qué estado se encuentra nuestra relación comercial con socios de alta importancia para la UE?
Con algunas excepciones, el crecimiento renovado de los intercambios y de las inversiones en Europa se ha transmitido en poca medida a los socios mediterráneos, menos en todo caso que a Europa del Este o a América Latina.
Hay que acelerar la integración euromediterránea y la apertura recíproca de los mercados
Y, sin embargo, nosotros los europeos habíamos puesto grandes esperanzas en el proceso iniciado en Barcelona en 1995, en el que la UE y los 12 países mediterráneos acordaban el lanzamiento de un partenariado político, económico y comercial cuyo objetivo central era el establecimiento entre ellos de una Zona de Libre Cambio plenamente operativa en 2010.
Ésta es la razón por la cual he promovido la reunión de hoy en Bruselas de los 27 ministros de Comercio euromediterráneos con la Comisión, con el fin de debatir libremente los medios para darle un impulso a la dinámica de nuestra relación.
¿En qué punto nos encontramos y hacia dónde vamos respecto al objetivo fijado por el Consejo Europeo de liberalizar nuestro comercio?
En primer lugar, podemos comprobar cómo el pelotón de los países del Mediterráneo se va extendiendo por el litoral. Las desigualdades se acrecientan entre los países candidatos (Chipre, Malta y Turquía) ligados a Europa por una unión aduanera ya concluida, los cuatro países que ya han firmado acuerdos de libre comercio con la UE (Marruecos, Túnez, Israel, Jordania), a los que se añaden la Autoridad Palestina y Egipto, con el cual firmaremos nuestro acuerdo el próximo mes de junio, y, por último, aquellos con los cuales todavía negociamos: Argelia, Líbano y Siria.
En segundo lugar, nuestro entorno común evoluciona rápidamente: por una parte, la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Qatar en noviembre próximo nos lanza un reto común: el de impulsar un nuevo ciclo de negociaciones. Europa y el Mediterráneo tienen un gran interés en defender juntos sus valores comunes y en obtener el marco multilateral más propicio a su desarrollo. Por otra parte, recordemos la reciente Cumbre de las Américas en Quebec, en la que los 34 países de América han confirmado su objetivo de establecer una Zona de Libre Cambio para las Américas (ZLEA) para 2005. Mediante nuestra negociación de zona de libre cambio con Mercosur y con Chile, además del acuerdo ya concluido con México, estamos bien situados para reaccionar de inmediato en lo que se refiere a América Latina. Pero ¿cómo debemos responder ante este panorama en lo que se refiere a la relación euromediterránea? ¿En qué situación se encuentran nuestros socios mediterráneos y cuál es el rumbo que está tomando nuestro partenariado?
Las reformas y la apertura exterior están en curso: la gestión de la economía se hace más eficaz, y prueba de ello es la reducción de los desequilibrios macroeconómicos conseguida en la mayoría de estos países. La vía de la reducción de un sector público de marco proteccionista está abierta, el fomento de las inversiones exteriores está en marcha, las exportaciones se diversifican. Las cosas van por buen camino, pero no a la velocidad que exigen los avances de la economía mundial, que requieren más agilidad y más capacidad de reacción, por ejemplo, ante factores como el desafío demográfico creciente al que se enfrentan la mayoría de nuestros socios. Son factores que impulsan a forzar el ritmo de dichas reformas.
Las bazas económicas de los países mediterráneos son evidentes: disponen de abundante mano de obra cualificada y a costes competitivos, se benefician de la proximidad del mercado europeo y de la riqueza en recursos naturales como los hidrocarburos. Sin embargo, la inversión, principalmente europea, no está suficientemente presente. ¿Por qué?
Las conclusiones de numerosos estudios sobre las inversiones exteriores nos llevan a una lección fundamental: no existe un mercado único en el Mediterráneo. Los tres principales ingredientes que están en el origen del éxito de la experiencia en Europa se hallan de momento ausentes:
- Los mercados nacionales mediterráneos se mantienen muy cerrados y carecen de dimensión crítica para atraer dichas inversiones. El comercio entre socios mediterráneos se encuentra todavía entorpecido por impedimentos aduaneros y no arancelarios: la ausencia de infraestructuras de transportes, telecomunicaciones, servicios financieros y hasta el cierre físico de las fronteras. El proceso de establecer acuerdos de libre comercio Sur-Sur para completar la red de los acuerdos de asociación bilaterales permanece todavía embrionario.
- El marco reglamentario heterogéneo que prevalece en estos países no garantiza un funcionamiento suficientemente competitivo de la actividad económica y la insuficiencia de los servicios esenciales (financieros, transportes, telecomunicaciones) acrecienta los costes para las empresas.
- Las mercancías y los servicios todavía no circulan lo bastante libremente entre el Norte y el Sur. De ahí la falta de explotación de las complementariedades evidentes entre las industrias y la agricultura de las dos orillas.
El ejemplo prometedor, pero todavía incipiente, del textil muestra bien el problema. Los inversores europeos se desarrollan en el Mediterráneo, pero insuficientemente para afrontar la desaparición, programada para el 2005, de todas las restricciones cuantitativas que frenan todavía hoy las exportaciones de países tan competitivos como son la India o China.
La solución es evidente. Hay que acelerar la integración euromediterránea. Hay que acelerar la apertura recíproca de los mercados tanto para los servicios como para las mercancías: la apertura y las reformas de estructuras se apoyan mutuamente. Es necesario mejorar las reglas y los procedimientos aduaneros, incluidas las normas de origen frecuentemente utilizadas con el objetivo de la protección, y alinearlos con las reglas que prevalecen en el seno de la Unión. A partir de ahí hay que tender hacia una convergencia de los marcos legislativos, de las normas industriales, de las reglas de competencia, del conjunto de los países mediterráneos. Su adopción del marco europeo parece la vía más sensata.
El Mediterráneo del sur y el del este necesitan dotarse cuanto antes de la unidad y la profundización que, más allá de una zona de libre comercio, permitirá la creación de un verdadero espacio económico euromediterráneo integrado.
El reto que tenemos por delante es ambicioso y los obstáculos son importantes. Si aspiramos a estar a la altura del objetivo ambicioso que nos fijamos en Barcelona en 1995, no nos queda otra alternativa que afrontarlo y superarlo.
Pascal Lamy es comisario europeo de Comercio Exterior.
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