El Gobierno de Fox, en horas bajas
La sociedad mexicana, impaciente ante la falta de resultados concretos tras cinco meses de mandato del PAN
El gancho de su discurso, y el aborrecimiento causado por la corrupción imperante durante los 71 años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), movilizaron a la mayoría de los mexicanos detrás del conservador Vicente Fox, que en julio pasado ganó una presidencia todavía popular, pero hoy en horas bajas. Las expectativas económicas cayeron casi cuatro puntos, el Congreso rechaza su propuesta fiscal, el conflicto de Chiapas sigue sin arreglarse, la reforma del Estado duerme el sueño de los justos, y el partido de Gobierno más parece de oposición. El voluntarismo presidencial, su empeño en inyectar optimismo a la sociedad, corre el riesgo de acabar siendo percibido como hueco o como un engaño.
La transición más importante en casi un siglo arrancó el primero de diciembre bajo palio, con un presidente legítimo e imparable, volcado en la solución del alzamiento zapatista de 1994, y prometiendo un incremento del PIB del 7%, benefactores programas sociales, 700.000 empleos, y una prosperidad que habrá de aguardar a tiempos mejores. La contracción, desde el 7% ofrecido en campaña al 2,5% o 3% previsto ahora, es consecuencia fundamental del deterioro de la economía norteamericana, a cuyos mercados se dirige el 87% de las exportaciones mexicanas; también es atribuible al escaso margen de maniobra, pues cerca del 90% del presupuesto está comprometido con la servidumbre de la deuda interna y externa.
Los logros concretos, los sentidos como tales por la mayoría de los 100 millones de mexicanos, el 40% en la pobreza, son escasos. El Gobierno, entre otras cesiones, debió rebajar su meta de creación de empleos hasta 400.000 anuales, cuando México necesita crear al menos un millón para afrontar su crecimiento demográfico.
El agostamiento del romance entre Fox y la sociedad no es abrupto porque el 65% de sus compatriotas, un 5% menos que hace tres meses, según el diario Reforma, todavía aplaude su gestión. El Gobierno está lejos de haber fracasado, pero en los primeros cinco meses se observa cierta decepción. Los partidos de oposición dominan el Congreso y, además, la difícil relación entre el presidente y la jefatura de su partido, el PAN, agrava la gobernación: Fox debe negociar todo con todos, con más cuidado con su propio partido, y confiar en su carisma. Dirigentes del PAN le acusan de tratar de forzar la aprobación de leyes sin someterlas antes a su discusión.
Todavía le quedan cinco años y medio para cumplir, pero el despegue está resultando francamente difícil por la inexperiencia de los pilotos, y porque México acumula desde hace decenios plomo en las alas.
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