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Tribuna:EL DERECHO A LA INFORMACIÓN
Tribuna
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Libertad de prensa, ¿para qué?

El autor propone que el 'Occidente privilegiado' ayude a los países pobres a recuperar 'la paz, el pan y la palabra'.

Ante el 3 de mayo, 11º Día Mundial de la Libertad de Prensa y primero del siglo XXI y del tercer milenio, sigue vigente la máxima que anima la lucha de Reporteros sin Fronteras (RsF): sin libertad de prensa, no hay libertad; y sin libertad, basada en el respeto de los derechos humanos, no hay pleno desarrollo humano de los pueblos. Libertad y derechos que no deben ser sólo individuales. Un concepto de libertad individual a secas se quedaría corto y lindaría con el egoísmo individualista, propio de los sistemas ultraliberales, en detrimento de la igualdad y la solidaridad, propias de los sistemas comunistas, que, a su vez, las oponían a la libertad.

La libertad de prensa es la llave de acceso y mantenimiento de esos derechos tan poco respetados, que podrían resumirse en los de todo pueblo e individuo a la libertad en igualdad fraternal y solidaria. Y esos derechos han estado conculcados por los dos grandes bloques ideológicos, capitalista y comunista, con sus derivaciones políticas, económicas, sociales y militares, que compitieron a lo largo del todavía cercano siglo XX, hasta la caída estrepitosa del primero.

En 2000, 32 periodistas fueron asesinados, uno de ellos por ETA; 329 pasaron por prisiones
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El comunismo, que buscaba, como quería Marx, el reino de la libertad tras el de la necesidad, degeneró en un imperio de la necesidad (y necedad) sin libertad. El capitalismo, so capa de buscar la libertad, ha demostrado ser el sistema mejor para ahondar la desigualdad, para producir ricos en el mundo pobre y pobres en el mundo rico, y, en su versión neoliberal globalizada, ya sin el contrapeso igualitario comunista, países cada vez más ricos a costa de países cada vez más pobres. La Libertad quizá sea uno de los derechos que más han avanzado en nuestro tiempo, aunque todavía gran parte del mundo carezca de ella, pero ha sido en olvido de la Igualdad.

La Fraternidad, esa utópica aspiración de la Revolución Francesa, se bate en retirada ante la intolerancia. Quitada la tapa de plomo de la jarra de Pandora, tras la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento del equilibrio del terror y la guerra fría entre bloques, hoy parece como si los múltiples males que contenía se hubieran extendido por el mundo en un desequilibrio del horror intolerante y fratricida, clasista, nacionalista, racista, religioso, y en cien guerras calientes que perturban la paz social y mundial.

La Solidaridad, los derechos sociales, se ve amenazada allí mismo donde primero se conquistaron: en el Occidente avanzado, donde el propio Estado de bienestar sufre el acoso del darwinismo social neoliberal, esa filosofía insolidaria que, en la lucha por la supervivencia, deja en la cuneta del desarrollo insostenible a los débiles frente a los fuertes.

Cuando RsF combate por la libertad de prensa, lo está haciendo también por los demás derechos, porque si no estaría proponiendo un mundo cojo y ciego renqueando al borde del abismo de la violencia. A través de la libertad de prensa pueden y deben expresarse las demás libertades políticas y los derechos primarios básicos a la vida, al cobijo, el alimento, el vestido, y los no menos básicos a la integridad física, la salud, la educación... Y también los derechos a la paz y la igualdad solidaria y fraternal entre los seres humanos. Al garantizar la posibilidad de expresión de las ideas y hechos respecto a todos los derechos humanos, la libertad de prensa contribuye a eliminar o dejar al descubierto las barreras que se oponen a su respeto.

Pero esa libertad de libertades no rige hoy para la mayoría de los países del mundo. Sólo en un tercio de ellos hay libertad de prensa teórica y prácticamente, aunque sea con algún reparo, mientras en un segundo tercio sólo en teoría existe y en un tercero ni teórica ni prácticamente se admite. En estos dos últimos bloques, donde viven dos tercios de la humanidad, imperan la censura, el secuestro, el cierre de medios de comunicación o, peor, la imposibilidad de que existan. A esto se añaden trabas al ejercicio de la misión informativa, amenazas, agresiones, detenciones, secuestros, encarcelamientos, torturas, asesinatos de periodistas, con la intención de forzarles a la autocensura y al silencio informativo. Y cada vez que se silencia a un periodista, depositario profesional de la libertad de información, se está amordazando, cegando o ensordeciendo a una parte de la sociedad a la que informaba.

Setecientos cincuenta periodistas han sido asesinados en los últimos 15 años en el mundo por intentar informar, sin que en el 95% de los casos se haya detenido (ni acaso buscado) a los autores. Y éstos son a menudo bandas parapoliciales o paramilitares, organizaciones mafiosas, matones a sueldo de políticos corruptos o de grupos de presión económica que operan en la impunidad, con la tolerancia de facto, el beneplácito o incluso la complicidad de algunos Gobiernos.

El 3 de mayo, RsF difunde una lista de los 30 peores depredadores de la libertad de prensa en el mundo. En 2000, 32 periodistas fueron asesinados (uno de ellos, por ETA en España); 329 pasaron por comisarías y prisiones, en las que unos 80 siguen encarcelados; 510 sufrieron agresiones o amenazas... En ese mismo año, 295 medios de comunicación fueron censurados, suspendidos o clausurados.

Entre los países que disfrutan del privilegio de la libertad de prensa están los más ricos del mundo. La libertad de prensa es un lujo más de los poderosos y su reparto es muy desigual entre las dos clases de países en que se divide la sociedad internacional: ricos y pobres. Éstos siguen condenados a padecer aquel 'silencio de los pobres' por falta de medios de expresión que ya denunciaban los revolucionarios franceses hace dos siglos.

En los países todavía comunistas, pese a las relativas aperturas económicas al exterior y al 'socialismo de mercado', se sigue considerando la información como un bien de Estado, instrumento de conformación de voluntades en el seguidismo de las consignas del poder. Sólo la prensa oficial es 'libre', y los periodistas, considerados funcionarios, se tienen que plegar a las razones de Estado, so pena de cárcel o 'trabajo correccional' por 'espionaje', 'atentado contra la seguridad' o 'propaganda enemiga'.

En el mundo capitalista occidental hay libertad de expresión reconocida y practicada, pero persisten intentos de sometimiento y control de la prensa por parte de poderes políticos y económicos.

Pero donde 'el silencio de los pobres' se hace más ominoso es en la mayoría de los países que componen el llamado 'Sur'. La libertad de expresión en ese hemisferio, como en parte del Norte, escasea, pese a (o precisamente por) ser una necesidad perentoria.

No únicamente la represión violenta, oficial u oficiosa, limita allí la libertad de prensa, al igual que las demás libertades, sino también la miseria económica, el analfabetismo, la ausencia de medios técnicos y humanos para aplicar esa libertad, costosa de ejercer incluso cuando hay voluntad para ello y no se le ponen cortapisas expresamente.

También el mundo pobre en nivel de vida y en libertades sufre el olvido de las grandes agencias de prensa internacionales, que, alegando que sus clientes no lo requieren, se olvidan de informar regularmente del Sur y sus problemas. Salvo cuando éstos ponen en peligro intereses económicos o estratégicos de Occidente o saltan a la actualidad en forma de calamidades masivas. Los pobres no interesan ni conmueven más que cuando se mueren o se mueven en masa.

En cada uno de los tres mundos en que hoy sigue dividido el planeta, los pobres, faltos de medios de expresión, por no poder o saber crearlos o por olvido, se ven obligados a lamerse las heridas y matar el hambre en silencio.

Un silencio que hay que intentar romper, ayudando, desde nuestro Occidente privilegiado, a que los damnés de la terre encuentren o recuperen la paz, el pan y la palabra. Que el silencio de los pueblos no se identifique con el de los corderos. Que nuestros estómagos nunca se satisfagan con las migajas del banquete occidental, ni hagamos oídos sordos al clamor silencioso de los que carecen de todo.

Los periodistas podemos y debemos contribuir a esa tarea a través de la defensa de la libertad de la prensa y de sus profesionales en el mundo: denunciando su ausencia o los atentados contra ella y ellos, allí donde se cometan; apoyando a los periodistas encarcelados mediante su apadrinamiento por parte de medios de comunicación occidentales; contribuyendo a la formación de profesionales y a la creación o mantenimiento de medios de comunicación...

Shakespeare ponía en boca de Macbeth aquella terrible definición de la vida como 'esa fábula llena de ruido y de furia, contada por un loco y carente de sentido'. Seamos los periodistas de todo el mundo esos locos fabulosos empeñados, aun a riesgo de perder nuestra vida o libertad en los intentos de ganárnosla o ejercerla, en contar o ayudar a contar libremente, sin fronteras físicas ni mentales, la realidad de los lejanos pueblos pobres, sin eludir la de nuestros cercanos y a veces pobres pueblos.

En estos albores de siglo y de milenio contribuyamos a trocar el ruido y la furia de la violencia, la injusticia y la insolidaridad por el diálogo, la equidad, la fraternidad, la tolerancia; a cambiar los fusiles por las plumas, las cámaras, los micrófonos; a quitar las sordinas informativas que se ponen al clamor silenciado de los pobres y dar así un sentido a sus vidas. Y a las nuestras.

Fernando Castelló es presidente de la organización internacional de defensa de la libertad de prensa Reporteros sin Fronteras.

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