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'El esplendor de los Omeyas' recuerda el auge de Córdoba entre los siglos VIII y XI

La exposición incide en los rasgos culturales comunes de ambas orillas del Mediterráneo

El esplendor de los Omeyas cordobeses, que se clausurará el 30 de septiembre, no quiere quedarse en una mera vindicación del pasado, sino que apuesta por servir de levadura de un futuro de integración y solidaridad entre las dos orillas del Mediterráneo. La exposición ha sido organizada por la Junta de Andalucía y la Fundación El Legado Andalusí, dependiente de la Administración autónoma. Patrocinada por Cajasur, participan en la muestra el Ministerio de Educación y Cultura, el Ayuntamiento y la Diputación de Córdoba, la Agencia Española de Cooperación Internacional y el Instituto del Mundo Árabe.

'Esto no es exclusivamente una exposición. Es también un itinerario cultural con el mundo árabe y mediterráneo. El esplendor de los Omeyas cordobeses supone una prueba de cómo, a través de nuestra historia común, podemos establecer proyectos de presente y de futuro para promover el desarrollo, la cooperación y el diálogo euroárabe', explica Jerónimo Páez, creador de la idea de este itinerario cultural y asesor de la Fundación El Legado Andalusí.

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Esta voluntad de que la exposición sirva de nexo queda patente con la presencia hoy, en su inauguración, del rey Juan Carlos y del presidente de Siria, Bachar el Asad. Es difícil encontrar un marco mejor para una iniciativa de este tipo. Abd al-Rahman III fundó Madinat al-Zahra como residencia personal del califa y sede de los organos de administración del Estado. El inicio de la construcción en el año 936 de esta ciudad palatina, situada junto a Córdoba, fija el cenit de Al-Ándalus.

La muestra se desarrolla en dos espacios: el Salón de los Visires y el Salón de Abd al-Rahman III. El primero, que ha sido cubierto para la exposición, acoge los elementos arquitectónicos más representativos de la cultura árabe, así como abundantes piezas de Madinat al-Zahra que nunca habían sido presentadas al público. Esta primera parte de la exposición recorre los siglos que van desde los precedentes de los Omeyas hasta el esplendor del califato. Las obras coétaneas de Oriente y el norte de África también tienen aquí su lugar.

Una gran pila de finales del periodo califal procedente de Marraquech es una de las grandes joyas de la exposición. El Salón de los Visires muestra un amplio espectro de los logros arquitectónicos del mundo árabe. Celosías, bajorrelieves, paneles de estuco, frisos, capiteles, basas, tableros, pilastras, lápidas y estelas funerarias trazan un completo panorama que va desde Al-Ándalus y Sicilia hasta Siria.

Sin embargo, es el segundo espacio, el Salón de Abd al-Rahman III, el que presenta los tesoros más delicados de una civilización que alcanzó cumbres inéditas en el arte de vivir. Una boca de fuente en forma de ciervo, procedente de Madinat al-Zahra y datada después del año 936, evoca un refinamiento tan sutil como la finura de sus líneas. El ciervo, con sus orejas alerta, parece contemplar un horizonte más allá de los siglos.

Un plato con un dromedario dibujado prueba con nitidez los austeros horizontes de los habitantes de Mesopotamia en la segunda mitad del siglo IX. Ataifores (platos hondos), pebeteros, jarras, escudillas, candiles, marmitas, redomas, botijos, cantimploras y zafas (jofainas) esbozan los oficios y labores de la época en Al-Ándalus, Irán, Siria y Egipto.

Dos aguamaniles de delicada factura retrotraen la mirada al Egipto y, con bastante probabilidad, la Mesopotamia del siglo VIII. Unas piezas de ajedrez de cristal de roca contrastan con otras del mismo juego hechas con la cornamenta de un ciervo. Las primeras proceden del Egipto de los siglos X y XI; las segundas, de la Italia medieval.

Tampoco faltan los libros. El Tratado de cirugía de al-Zahrawi brilla junto a un volumen de El collar de la paloma, el espléndido libro en el que el poeta arabigo-español Ibn Hazm dio fe del refinamiento de su cultura a través del vocabulario amoroso más estilizado. Es un buen colofón para esta muestra.

Una gran pila procedente de Marraquech que data del periodo califal, en el Salón de los Visires de Madinat al-Zahra.
Aguamanil de Egipto del siglo VIII.
Una gran pila procedente de Marraquech que data del periodo califal, en el Salón de los Visires de Madinat al-Zahra. Aguamanil de Egipto del siglo VIII.F. J. VARGAS

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