'La violencia de ETA no es hoy mucho más que criminal'
Su interés en ETA viene de los años 80. Mientras investigaba las Brigadas Rojas italianas, un alumno vascofrancés le convenció de que en Euskadi también había materia para investigar. Discípulo de Alain Touraine, el sociólogo Michel Wieviorka (París, 1946) es director del Centro de Análisis e Intervención Sociológica de París (CAIS). Wieviorka disertó esta semana en la Universidad del País Vasco sobre racismo y diferencia cultural, invitado por el departamento de Sociología 2.
Pregunta. ETA colocó una bomba hace seis meses en esta universidad. ¿Qué siente al estar aquí?
Respuesta. En el franquismo ETA era un símbolo de la conciencia nacional vasca, de la lucha contra la dictadura, y la expresión de un movimiento obrero. Además, ETA era mucho menos violenta. Lo terrible es ver que, pese a la amplia autonomía del País Vasco, al declive de la conciencia obrera y de la consolidación de la democracia, la violencia de ETA se ha incrementado. Este fenómeno ya era perceptible en los ochenta. La violencia era más y más fuerte cuando las razones para ejercerla eran menos y menos legítimas. Hoy, para mí, esta violencia no es mucho más que criminal. Mi solidaridad con las víctimas. Pero, por otro lado, esta volencia tiene raíces sociales, nacionales y políticas; pero raíces que son más y más artificiales y menos legítimas.
P. ¿Ve alguna solución?
R. No veo una solución fácil. La represión no es la solución, pero todos los esfuerzos para encontrar soluciones políticas son condenados al fracaso desde ETA, porque no quiere hacer más que lo que hace. Para mí la solución depende de la relación de fuerzas en el nacionalismo. Será posible sólo cuando el nacionalismo moderado tenga fuerza para imponer al nacionalismo radical el fin de la violencia. Para fortalecerse, el nacionalismo moderado requiere ser totalmente democrático, permanecer en la democracia en el País Vasco, en España y en Europa. Hay que ver si el PNV es capaz relacionarse con otros partidos que no tengan nada que ver política ni simbólicamente con la violencia. Mientras quede en el PNV quien piense que 'estos de ETA son unos locos, pero son nuestros hijos', no se puede debilitar realmente la violencia. El PNV tiene una llave, pero no es la única.
P. ¿Tiene cualquier nacionalismo un componente racista?
R. Hoy creo que sí existe un cierto racismo en el nacionalismo radical. Existe cierta idea de que ser vasco no es una cultura, una memoria, una historia, una lengua, sino que va más allá.
P. ¿Dónde se aprende la tolerancia?
R. Primero, en la familia, luego, en la escuela. La paradoja hoy día es que si la gente se radicaliza no es porque haya demasiada autoridad, sino porque no hay límites.
P. ¿Cómo es el racismo en la España actual?
R. En España existe el racismo clásico hacia los gitanos y el racismo hacia los extranjeros, que siempre es la combinación de dos lógicas. De un lado, se les dice a las personas diferentes 'ven a mi sociedad, pero a hacer los trabajos que no quiero'. Y cuando no se necesita esa mano de obra, el racismo se basa más bien en la diferenciación, que es como decir 'no tienes sitio en mi sociedad porque eres diferente'. Hoy, que la crisis no es tan grave, predomina el racismo de la diferencia.
P. ¿Cómo se neutraliza?
R. A largo plazo, claro que la educación es necesaria. Pero la política de integración no puede homogeneizar ni promover que que cada comunidad funcione por su cuenta. La legislación debe dejar muy claro que el racismo no debe existir y hay que aplicar la acción positiva hacia colectivos claramente discriminados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.