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Reportaje:

100 días de unilateralismo

El pulso con China y el proyecto de escudo antimisiles marcan el primer tramo de Bush en la Casa Blanca

Ni aislacionista, como manda cierta tradición republicana, ni intervencionista, como establece otra demócrata, la política internacional de George W. Bush en sus primeros 100 días en la Casa Blanca se ha caracterizado por el unilateralismo. El EE UU de Bush da por perdido el proceso de paz en Oriente Próximo, desprecia el tratado climático de Kioto, expulsa a espías rusos, se enzarza en un pulso con China, sigue adelante con su proyecto de escudo antimisiles o inicia una luna de miel con América Latina en función de sus intereses y sin consultar a nadie. A la mayoría de los norteamericanos, que emigraron a este país huyendo de las guerras y miserias de otras partes del mundo, les gusta esa actitud.

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Si Bill Clinton se esforzó por construir una imagen universal del amigo americano, Bush ha conseguido en 100 días resucitar otro clásico, la del americano feo. Esta semana, el escritor mexicano Carlos Fuentes ha tildado a Bush del 'peor presidente de EE UU', y de esa opinión son muchos intelectuales y periodistas del planeta, y no pocos políticos y diplomáticos. Pero como señaló el jueves una fuente de la Casa Blanca, 'esa impresión se desvanece cuando el interlocutor extranjero ve a Bush cara a cara'.

En la reciente Cumbre de las Américas, en Québec, los líderes latinoamericanos, incluido el venezolano Hugo Chávez, terminaron diciendo maravillas de la 'modestia y cordialidad' de Bush. Y la Casa Blanca está convencida de que cuando, comenzando en España, Bush visite Europa en junio, los socialdemócratas y conservadores del Viejo Continente descubrirán que no es personalmente tan arrogante como sus primeros pasos internacionales dan a entender.

El 62% de los estadounidenses cree que Bush lo está haciendo bien o muy bien en política internacional, según una encuesta de The Washington Post y la cadena ABC. Y es que el unilateralismo de Bush, que contrasta con la filosofía del nuevo orden internacional de su padre, está muy en sintonía con sentimientos profundos norteamericanos: la desconfianza respecto a las instituciones internacionales, el temor a cualquier pérdida de soberanía nacional, el libre comercio como única bandera fija en materia exterior, el deseo de intervenir poco política y militarmente fuera, y sólo cuando están en peligro intereses nacionales.

En vísperas de cumplir sus primeros 100 días en el cargo, el segundo Bush recibió el viernes una buena noticia: el crecimiento del PIB estadounidense en el primer trimestre de este año fue del 2%, el doble de lo esperado. Si los recortes de tipos de interés de Alan Greenspan dan sus resultados, EE UU escapará a la temida recesión y el político tejano desmentirá que existe una maldición de los Bush en el terreno económico. Así que hasta ahora, la mayor crisis de la presidencia de Bush es la del avión espía capturado por China.

Bush salió bien del aprieto. Logró lo importante: la foto de los 24 tripulantes del EP-3 regresando a casa. Y, según su consejera Karen Hughes, 'se mostró muy sólido y tranquilo' durante los 11 días que duró el pulso. A sus compatriotas les transmitió esos sentimientos y dos de cada tres aplauden su gestión de la crisis.

Pero la expulsión de decenas de diplomáticos rusos acusados de espionaje y el incidente del avión espía con China han resucitado un cierto clima de la guerra fría. El miércoles, Bush cometió personalmente un error grave cuando, rompiendo la ambigüedad de sus predecesores, aseguró que Washington intervendrá militarmente en defensa de Taiwan si la isla es atacada por Pekín. Esa dureza innecesaria había tenido un precedente, cuando rechazó tajantemente seguir hablando de misiles con Corea del Norte. Lo hizo en presencia del presidente surcoreano, Kim Dae Jung, partidario del diálogo con el régimen de Pyongyang, que salió muy humillado del trance.

Quizá lo que resulta más chocante de la presidencia de Bush es que está aplicando al pie de la letra las pocas ofertas concretas que hizo durante su campaña. Como señala The Economist, nadie debería asombrarse de que Bush nombre a un ultraderechista para la fiscalía general, desee poner trabas al aborto, manifieste nula preocupación por la ecología o se empeñe en reducir los impuestos. Es un conservador e hizo campaña con esos temas conservadores.

En su debate de política internacional con Al Gore, Bush anunció que intervendría poco en el exterior y siempre en función de los intereses norteamericanos. Se terminaron, anunció, las intervenciones militares estadounidenses por razones humanitarias. Y al poco de llegar a la Casa Blanca, naufragado el proceso de paz en Oriente Próximo que impulsaba Clinton, su equipo hizo saber que 'un problema que no tiene solución no es un problema, sino un hecho de la vida'. Garantizar la seguridad de Israel y evitar que la segunda Intifada encienda la región es el modesto objetivo de Bush en esa parte del mundo.

Bush arrancó con un bombardeo sobre Bagdad, del que, salvo los incondicionales aliados británicos, ningún aliado recibió preaviso. El mensaje fue transparente: Sadam Husein debe esconderse en el búnker y Washington golpeará cuando y donde quiera sin verse obligado a consultar a nadie. Unilateralismo es el nombre de la doctrina y ya se ha manifestado en dos hechos trascendentes: el rechazo radical del tratado de Kioto para combatir el cambio climático y la tozudez en construir el escudo contra misiles (NMD), aunque sea a costa de anular un tratado suscrito con la antigua URSS. Los europeos, según fuentes del Departamento de Estado, empiezan a darse cuenta de que el NMD es 'inevitable'. Ahora se trata de que Bush y Vladímir Putin negocien un precio por la resignación rusa.

Los 100 primeros días de Bush también han evidenciado claros roces de estilo, y quizá de fondo, entre dos actores principales de la acción exterior de EE UU: el secretario de Estado, Colin Powell, y el de Defensa, Donald Rumsfeld. Powell es el gran conciliador del nuevo Gobierno, el que se encarga de tranquilizar a los aliados, asegurándoles que no habrá retirada de las tropas estadounidenses de los Balcanes ni imposición del NMD sin consultas con todo el mundo. Y el que da el paso y pronuncia por primera vez un 'lo sentimos' con relación a la muerte de un piloto chino en el incidente del EP-3. Rumsfeld, por el contrario, es 'el campeón de la arrogancia, el gran apóstol del unilateralismo', como le tilda el analista Trudy Rubin en The Miami Herald.

'Mi trabajo es establecer las prioridades del Gobierno', declaró el viernes Bush sobre su primer tramo en la Casa Blanca. Y se lo toma con calma. Hace sus siestas en la Casa Blanca y se va los fines de semana a su rancho tejano o a Camp David. Pero es, indudablemente, el jefe. Y aunque los humoristas insisten en sus supuestas limitaciones intelectuales, Michell Cottle, analista de CNN, dice: 'La comidilla en Washington es que Bush es mucho más listo de lo que la gente pensaba'.

El ex presidente de Estados Unidos George Bush (segundo por la derecha) estrecha la mano de su hijo, el actual presidente, George W. Bush.
El ex presidente de Estados Unidos George Bush (segundo por la derecha) estrecha la mano de su hijo, el actual presidente, George W. Bush.REUTERS

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