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Suspenso internacional en medio ambiente

'¿Puedo tener, por favor, algo más de arsénico en mi agua?', pregunta una niña en el anuncio televisado con el que el Comité Nacional Demócrata conmemora este fin de semana los 100 primeros días de George W. Bush en la Casa Blanca. '¿Podría yo tener más salmonella en mi hamburguesa con queso?', añade luego un chico.

Son dos alusiones sarcásticas a una de las más controvertidas decisiones adoptadas por Bush en este periodo: la anulación de las reglas establecidas por Clinton en los últimos días de su mandato para reducir los niveles de arsénico en el agua potable y efectuar pruebas de salmonella en las compras federales de carne vacuna para los comedores escolares. Y, a diferencia de muchas otras críticas efectuadas por la oposición demócrata, éstas tienen eco en la opinión pública estadounidense.

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A la hora de juzgar el arranque de la presidencia de Bush, los progresistas europeos y la mayoría del pueblo estadounidense solo están de acuerdo en una cosa: el político tejano merece un clamoroso suspenso en materia de medio ambiente. Karl Rove, que fue el estratega de su campaña electoral y es ahora su principal consejero privado en la Casa Blanca, lo sabe y, según informa Time, ya planea una operación publicitaria para intentar limarle a Bush esa por ahora bien merecida imagen de ex empresario petrolero simpatizante con todas las iniciativas industriales altamente contaminantes.

Kioto y Alaska

Europeos, japoneses y otros pueblos se escandalizaron cuando Bush anunció que no pensaba ratificar el tratado laboriosamente negociado en Kioto para reducir las emisiones de efecto invernadero que amenazan con cambiar el clima del planeta. Fue un gesto arrogante de Bush, casi una provocación. Podría no haber dicho nada o haberse refugiado, como hacía Clinton, en la ambigüedad. Pero no, levantó cabeza cuando nadie lo esperaba y dijo que de Kioto, nada. Y si EE UU, el principal productor de estos gases, no los reduce, el mundo lo lleva mal.

Los norteamericanos no le reprochan a Bush tanto lo de Kioto como los extranjeros. En cambio, se muestran más inquietos por su voluntad de combatir la subida de precios del combustible abriendo a la explotación de las industrias del gas y el petróleo el santuario natural de Alaska. En la encuesta difundida esta semana por The Washington Post y ABC, el 55% de los norteamericanos se opone a la idea de explotar Alaska con sucias prospecciones, frente al 41% que la apoya. En ese sondeo, Bush obtiene sus peores resultados en medio ambiente. Contrastando con el 63% de aprobación general que obtiene, solo el 40% cree que lo está haciendo bien en esta materia. No es sorprendente si se recuerda que cuando Bush fue gobernador de Tejas, Houston desplazó a Los Ángeles como la ciudad más asfixiada de EE UU.

'Hace 100 días, el pueblo se preguntaba qué es eso del conservadurismo con compasión; ahora ya lo sabe: es compasión para los conservadores', dice Tom Daschle, el líder demócrata en el Senado.

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