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Tribuna:ATENCIÓN PSIQUIÁTRICA
Tribuna
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Salud mental; de la sensibilidad al compromiso

Repasa la autora el tratamiento a los enfermos mentales, deteniéndose en la situación en Navarra

Sí a la atención, no a la exclusión es el lema escogido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para celebrar el Día Mundial de la Salud Mental este año. Cuando una organización mundial como la OMS abre el siglo XXI con este lema para centrar la atención del mundo sobre la situación de las personas con enfermedad mental es porque la situación es grave, afecta a los derechos humanos universales donde el derecho a la salud es derecho fundamental y afecta a la propia ética que hemos transgredido.

Es posible que el lema mundial ayude a entender por qué algunas madres y hermanas de enfermos mentales hemos decidido denunciar la eutanasia pasiva de nuestros familiares, algunos con los cuerpos rotos por los sucesivos intentos de suicidio. La mayoría de las cuidadoras son madres mayores de 57 años demasiado machacadas y resignadas como para romper ese silencio que nos hace cómplices a todos, incluso a las más altas instancias que conocen perfectamente la situación, a la que ponen pequeños parches para contenerla, sabedores de que apenas existe presión desde el colectivo afectado. Se entenderá que las más jóvenes hayamos decidido romper con esta dinámica y manifestarnos públicamente para que nadie diga que no sabía lo que estaba pasando. Nos hemos cansado de reclamar un tratamiento equiparable a las demás enfermedades en términos de equidad. Queremos recuperar el retraso acumulado en la atención a la enfermedad mental y superar la escasez endémica de recursos y dispositivos, por no hablar de lo que ni siquiera existe. Por eso somos rotundas cuando pedimos prioridad social y política en esta situación. Tenemos derecho a poder vivir con un mínimo de dignidad humana y acceder a la mayor parcela de salud posible.

'Nadie ha podido definir qué es la normalidad y no hay una manera definida de vivir la vida'

La enfermedad mental no tiene cura, pero afortunadamente tiene remedio. Los resultados de los enfermos correctamente tratados, que disponen de recursos adecuados en el momento preciso, nos ha demostrado que mejora infinitamente su calidad de vida y que la convivencia no sólo es aceptable, sino que puede ser gratificante para ellos y para el entorno familiar y comunitario. Decir que la enfermedad mental es una enfermedad como otra cualquiera sería trivializar los hechos. La historia nos dice que no ha sido así y que todavía no lo es, y prueba de ello es el propio lema mundial de la OMS. Siglos atrás los enfermos como mi hijo y como miles de enfermos en Navarra, entre los que destacan los 5.500 con trastornos muy graves, fueron considerados seres endemoniados a los que se quemó vivos y se torturó hasta la muerte. No hace tanto, poco más de una década, se les confinaba en manicomios y menos todavía, en el 92, quién no recuerda el mítico 92, se encontraron enfermos mentales en España encadenados al suelo y con sus cartillas de ahorro vaciadas por los responsables de la institución psiquiátrica encargada de su cuidado.

Lo diferente sigue asustando a buena parte de nuestra sociedad. Sin embargo nadie ha podido definir en qué consiste la normalidad y no hay una manera definida de vivir la vida. Hemos alcanzado mayores cuotas de libertad individual y de respeto ante la diferencia lo que ha ayudado a superar no pocos estereotipos sociales. Incluso en la manera más extraña de vivir la realidad, a veces de forma delirante, podemos entender que ese error es necesario para que algunas personas superen una realidad que les desborda. En más de una ocasión preferimos actuar desde la perspectiva de esa otra forma de vivir la realidad que tienen nuestros familiares enfermos que desde la realidad más convencional. Es cierto que en los trastornos mentales más graves nos enfrentamos a actitudes chocantes de personas no integradas en una realidad mayoritaria y que viven de manera muy difícil y a veces dolorosa esa aparente normalidad del mundo convencional que cada vez es menos humano, más veloz, más agresivo y por lo tanto, lo convencional es cada vez menos sano.

Quizá en lo humano es donde debemos centrarnos para superar el estigma que pesa sobre la enfermedad mental y la incomprensión hacia las personas que la padecen: lo humano es la condición irrenunciable que nos une a todos no importa cual sea nuestra realidad personal. En este sentido me quedo con el epílogo el libro Amami, Alfredo... y otras historias clínicas del neurólogo Justo García Yébenes, donde dice que uno es humano en tanto en cuanto haya alguien que nos siga mirando como ser humano, que nos reconozca como tal. Así, un enfermo, aún en su peor estado posible, seguirá siendo una persona humana mientras sus allegados le invistan de humanidad con su mirada. Dice Yébenes que el primer poder curativo de un médico es el afecto que siente por el enfermo y la capacidad para ponerse en su lugar.

Además del lema de la OMS para este año, Sí a la atención, no a la exclusión de los enfermos mentales, el próximo 25 de abril se cumplen 15 años de la reforma psiquiátrica iniciada con la Ley General de Sanidad, de 25 de abril de 1986 que en su Capítulo III - De la Salud Mental establecía la atención 'sobre la base de la plena integración de las actuaciones relativas a la salud mental en el sistema sanitario general y de la total equiparación del enfermo mental a las demás personas'. En el artículo 20 establecía la atención al enfermo dentro del ámbito comunitario, hospitalización en los hospitales generales, con servicios de atención domiciliaria, rehabilitación y reinserción social para una 'adecuada atención integral de los problemas del enfermo mental, buscando la necesaria coordinación con los servicios sociales para la prevención primaria y la atención a los problemas psicosociales que acompañan la pérdida de salud en general'.

Gráficamente es alentador ver al presidente del Gobierno entre los consejeros de Salud y Bienestar Social del Gobierno de Navarra, consejeros responsables de la atención integral y coordinada a los enfermos mentales que hasta la fecha no ha existido. Ya es hora de que se asuman responsabilidades superiores que nos liberen del peloteo que en los últimos 15 años que hemos sido objeto. Navarra tiene más de 17.000 enfermos mentales, de los cuales un 40% padece patologías graves. No sabemos qué razón justifica la endémica escasez de recursos y dispositivos, que no exista ningún equipo especializado para atender urgencias psiquiátricas, la falta de camas para agudos, la falta de recursos residenciales. Por cierto: no sabemos a quién se le ha ocurrido la brillante idea de llamar residencia psiquiátrica a 42 camas manicomiales reconvertidas y repartidas entre Elizondo y Pamplona, siendo 30 en Elizondo ¿Tendrá Elizondo más enfermos mentales que Pamplona y su comarca? O esto responde a esa estrategia de cuentagotas y tiritas, donde aplicamos el remedio más barato no importa si los mandamos a Elizondo, Palencia, Madrid o Málaga.

Después de 15 años de reforma psiquiátrica, siglos de estigmatización de la enfermedad mental y abandono de los enfermos, urge asumir responsabilidades en su atención como asumimos otras responsabilidades que cuestan muchos miles de millones de pesetas. A la generación más reciente de familiares de enfermos mentales nos parecen un insulto a la inteligencia los eufemismos y subterfugios para vender gota a gota recursos y más cuando ya existían. Sabemos que el número de afectados revienta en cientos y miles los dispositivos existentes totalmente colapsados. Pero que nadie dude de nuestra mejor disposición para agradecer en todos los foros donde haga falta una planificación bien hecha y dotada económicamente para equilibrar la respuesta a las necesidades reales. Hoy más que nunca esto es posible económicamente y Navarra se puede permitir holgadamente mejorar la situación en su conjunto, que es la forma de mejorar las situaciones individuales, porque la enfermedad mental es un problema colectivo e inevitable que afecta hoy a miles de personas en Navarra altamente vulnerables por su condición. Es necesario que las estructuras sociales y políticas actuemos y amparemos con todos los medios disponibles para superar una situación tercermundista.

Por eso tiene su importancia que el presidente del Gobierno salga junto a los consejeros de Salud y Bienestar Social en el Día Mundial de la Salud. Significa que se asume la responsabilidad desde la más alta instancia del Gobierno de Navarra, que los enfermos mentales ya no serán tierra de nadie, que sus familiares no vamos a seguir siendo la pelota de ping-pong entre las dos consejerías en un juego con resultado cero, que la reforma psiquiátrica no se va a quedar en un mero traslado de los enfermos del psiquiátrico a sus casas. Esperamos sinceramente que las promesas y declaraciones de buenas intenciones se concreten en hechos reales, más allá de la llamada a la sensibilidad social.

Para las cuidadoras de personas con enfermedad mental en Navarra, ha llegado el momento de avanzar en medidas concretas para sostener la salud mental de los 17.000 enfermos, con especial urgencia para el 40% de casos graves. A estas alturas de los acontecimientos, el compromiso exigible tiene tres ingredientes básicos: voluntad política, recursos presupuestarios y agilidad administrativa. Éste sí podría ser el ámbito lógico de la salud mental en la Navarra real y no virtual del siglo XXI.

Isabel Arboniés es vicepresidenta segunda del Parlamento navarro. Firma este artículo en representación del movimiento de cuidadoras de personas con enfermedad mental en Navarra.

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